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La división de General Electric, o el canto del cisne de la industria tradicional estadounidense

El logotipo de General Electric, en un congreso internacional en Shangái (China), en noviembre de 2020.Aly Song (Reuters)

Desde que Thomas Alva Edison inventara la bombilla en octubre de 1879 dando origen al embrión del emporio, la división de electrodomésticos de General Electric (GE) ha sido la menos significativa, en volumen de negocio de cuantas componen la compañía. Pero resulta imposible encontrar un solo hogar en EE UU sin una cocina, un lavavajillas o una batidora con el sinuoso logotipo de la marca. Porque GE es más que una firma, es un símbolo, como los viejos chevrolets, del desarrollo económico de EE UU. De un siglo XX que pasó a la historia por la pujanza de su industria y que hoy, encarrilado ya el XXI, asiste a la liquidación o la recomposición de sus restos.

General Electric, con presencia en sectores tan diversos como defensa, telecomunicaciones, obras públicas, medios de comunicación o sanidad, anunció el martes que se dividirá en tres grandes divisiones cotizadas, las de salud, renovables y digital, para sanear el negocio, reducir la deuda e impulsar el valor de sus acciones. La Bolsa saludó la reestructuración con subidas del 5% y el anuncio marcó tendencia: la japonesa Toshiba anunció dos días después que se desgajará en tres, y este viernes Johnson & Johnson confirmó su divorcio.

Fundado el conglomerado en 1892 como un laboratorio de investigación industrial en el Estado de Nueva York —vocación que continúa en su centro de investigación, GE Global Research, uno de los más punteros del mundo—, General Electric, con sede en Boston, ha explicado que la división de atención médica será la primera en separarse a principios de 2023. A partir de ahí, GE fusionará los negocios de renovables y equipos eléctricos y digitales en otra empresa que se independizará en 2024. Y esa agrupación, a su vez, dará luz a la tercera compañía, GE Aviation.

El renacer o su funeral

Para algunos, es el canto del cisne de un emporio centenario que en 2011 era el sexto en volumen de negocio en EE UU, con intereses en el sector hipotecario, las líneas de crédito o la televisión de entretenimiento; para otros muchos, el golpe de timón necesario para superar la crisis que arrastraba desde la Gran Recesión de 2008, y que marcó números rojos una década más tarde, debida en parte a su ubicuidad. En manos de Larry Culp, el primer director ejecutivo de la compañía que no ha salido de la cantera, GE revierte la tendencia a la diversificación que caracterizó los años ochenta y noventa del siglo pasado, cuando la Reserva Federal la calificó como Too big to fail (demasiado grande para quebrar), el concepto que describe el riesgo de quiebra desastrosa con implicaciones sistémicas en la economía.

Tanto el pasado reciente, marcado por las pérdidas, como el futuro inmediato de GE, llevan impreso el talante de sus directivos. Jack Welch, al frente de la empresa entre 1981 y 2001, fue para muchos el ejecutivo más destacado de su era, la de la barra libre de ganancias y los lobos de Wall Street. De su mano, GE pasó de ser una compañía de electrodomésticos y bombillas a un gigante de los servicios y la industria. Su despiadado modelo de negocio, marcado por los recortes y los despidos, le valió el sobrenombre de Neutron Jack, pero aún se estudia en las facultades del ramo.

Como había advertido la Fed, su estructura, una máquina de hacer dinero durante tiempos de vacas gordas, acabó siendo un lastre a la hora de competir en un escenario mucho más dinámico como el impuesto por las tecnológicas, con el factor añadido de la crisis sistémica de 2008. No obstante, y pese a entrar en pérdidas, GE ha sido una de las 30 compañías de referencia para el cálculo del índice industrial Dow Jones.

Los ingresos caen a la mitad

La idea de la escisión no era nueva pero ha debido ser un ejecutivo ajeno a la cultura tradicional de la empresa el encargado de acometerla. En las dos décadas que siguieron al reinado de Welch, sus sucesores, Jeff Immelt y John Flannery, largaron lastre vendiendo partes de la compañía para mejorar su cotización, pero una racha de pérdidas en la división de energía acabó llevándose por delante al último. Culp, de 58 años, planteó la posibilidad de la escisión a primeros de año, y las discusiones formales arrancaron en primavera. Desde su nombramiento como director ejecutivo en 2018, se ha granjeado fama de buen gestor —gracias a él la división energética del conglomerado, incluido el sector de renovables, ha vuelto a dar beneficios—, aunque no pudo evitar dos ejercicios de números rojos y cifras calamitosas un año después, en 2020: sólo 79.000 millones de dólares (69.000 millones de euros) de ingresos, lejos de los 180.000 que logró en 2008.

Según fuentes de la negociación a las que tuvo acceso la agencia Reuters, Culp vio claro desde el primer momento que la división sanitaria estaba lista para volar en solitario, mientras que las otras dos aún no son autosuficientes, de ahí que el proceso de reestructuración se prolongue hasta 2024. La transformación costará unos 2.000 millones de dólares y deberá someterse a la aprobación de los reguladores fiscal y bursátil de EE UU.

GE ha sido mucho más que un emblema de la industria estadounidense; suya es también una decidida contribución al progreso de la humanidad que además se ha mantenido en el tiempo. Entre sus inventos pueden contarse, además de la famosa primera bombilla de filamento de carbono incandescente (1879), la máquina de rayos X (1896), el ventilador eléctrico (1902), la popular tostadora (1905), el primer motor a reacción de EE UU (1941) y el sistema de ultrasonidos 4D en 2002.


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