La donación de órganos se abre paso entre los fallecidos por eutanasia



Miembros de la asociación Derecho a Morir Dignamente se concentran en la Puerta del Sol de Madrid a favor de la aprobación de la ley de eutanasia.Chema Moya (EFE)

La regulación de la eutanasia en España ha abierto una nueva vía para la donación de órganos: las personas que soliciten la prestación de ayuda a morir también pueden ser donantes si así lo expresan previamente. Se trata de dos procesos diferentes e independientes, insisten los expertos consultados: una cosa es la ayuda a morir y otra la donación; pero convergen ambos en su finalidad última de cumplir la voluntad del paciente al final de vida. La Organización Nacional de Trasplantes (ONT) ultima un protocolo de actuación para responder a este nuevo escenario de forma homogénea en España, pero los médicos ya se han topado con estas demandas a pie de consulta: siete fallecidos por eutanasia fueron donantes de órganos en 2021.

Se trata, en palabras de la directora de la ONT, Beatriz Domínguez Gil, de “un nuevo escenario de fallecimiento compatible con la donación en asistolia”. Esta es la donación que se produce tras confirmarse el cese irreversible de las funciones cardiorrespiratorias (por ejemplo, un infarto). De los 1.905 donantes cadáver que hubo en España en 2021, más de un tercio son en asistolia, aunque la gran mayoría siguen siendo por muerte encefálica —paro completo de la actividad cerebral, a causa de un ictus o un traumatismo craneoencefálico, por ejemplo—.

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Domínguez Gil señala que, desde que entró en vigor la ley de la eutanasia, el pasado junio, la ONT empezó a trabajar en esta posibilidad, que ya se vio factible y funciona en otros países donde está regulado el derecho a “solicitar y recibir la ayuda necesaria para morir” desde hace más tiempo, como Bélgica, Países Bajos o Canadá: “No es tanto la necesidad de órganos para los trasplantes como dar respuesta también a la voluntad de la persona. La donación puede tener un significado positivo para el donante o la familia, puede darle sentido a la tragedia a la que se enfrenta”. Con la donación de los siete fallecidos por eutanasia en 2021 se realizaron 23 trasplantes. La ONT no ha facilitado datos de los primeros meses de 2022.

La operativa, una vez fallecido, es la misma que la de cualquier donante. No hay más contraindicaciones que las comunes para todas las personas —por ejemplo, padecer un cáncer avanzado— y los fármacos que se emplean para ejecutar la prestación de ayuda para morir no son, según los expertos consultados, tóxicos para ningún órgano. Pero el nuevo perfil de donante fallecido por eutanasia abre nuevos retos en los protocolos de actuación previos al deceso. “La idea es que ningún paciente pierda la oportunidad si quiere ser donante, pero que nunca se sienta presionado”, resume Albert Tuca, oncólogo del Hospital Clínic de Barcelona y presidente de la Comisión de Garantía y Evaluación de la Eutanasia en Cataluña. El Clínic es uno de los centros españoles que se ha topado con este nuevo perfil de donante.

Cataluña es una de las comunidades que más rápido ha desplegado la ley de la eutanasia y la primera en hacer un balance de su implantación: en los primeros cinco meses con la norma vigente, se recogieron más de medio centenar de peticiones y 24 personas recibieron la eutanasia en la comunidad. La ley está muy rodada, explica Azucena Carranzo, directora general de Ordenación y Regulación Sanitaria del Departamento de Salud. Y la donación también “es un derecho” de las personas que reciben la prestación de ayuda para morir, valora: “Lo que iría en contra es que se les negara este derecho”. “Aquí puede ocurrir que antes de la tesitura de la eutanasia esa persona ya contemplara la donación o que no lo haya hecho y haya que abordar este tema, pero el proceso para hacerlo no varía mucho de cómo se toca esta cuestión en un proceso de paliativos, por ejemplo”, agrega.

Informar de todo el proceso

En el Clínic, la consulta al paciente sobre una eventual donación de órganos entra dentro del proceso deliberativo con el médico responsable, al que el enfermo ha acudido para solicitar la prestación de ayuda para morir. Pero la pregunta tiene que ser aséptica, sin ningún nivel de coacción o condicionamiento, explica Tuca. Y siempre y cuando ese paciente sea candidato a la donación; si hay alguna contraindicación, ni se le plantea: “En el contexto de las conversaciones, el médico responsable le pregunta si lo ha pensado, si lo desearía. Y se respeta la opinión del paciente: si dice que no lo ha pensado ni quiere hacerlo, no hay ni el más mínimo grado de presión; si dice que le interesa y pide que le informemos sobre ello, lo hacemos”.

Si el paciente se plantea donar, hay que informarle de todo el proceso. Para empezar, porque si accede, la eutanasia tendría que hacerse en un entorno hospitalario, no en su casa, y los expertos asumen que esto podría ser un motivo importante de rechazo a la donación. “La persona decide hasta dónde quiere llegar, qué quiere permitir o no. La primera premisa es que tendrá que ser en el hospital: si dice que quiere morir en casa, se para la donación”, apunta Tuca.

Aceptar ser donante, además, conlleva la realización de pruebas médicas previas que pueden resultar incómodas para el paciente, agrega Gerard Sánchez-Etayo, coordinador de Trasplantes y Donación del Clínic: “Pueden ser pruebas diagnósticas previas de evaluación del donante, como una radiografía, analíticas, una ecocardiografía… Eso supone que tenga que venir la persona a hacerse las pruebas y es una molestia. Si dice que no quiere hacerse eso, nosotros nos adaptaríamos”.

Ferran Massanes, presidente del Comité de Ética del hospital barcelonés, insiste en que “hay que evitar más sufrimiento al paciente”: “Esto es un cambio de paradigma y hay que hacerlo, pero hacerlo bien. El proceso de ayuda a morir es especialmente complejo para el paciente y hay que hacer las cosas de la forma más suave, no hay que añadir ningún punto de más tensión en ese procedimiento”. Coincide Jaume Tort, director de la Organización Catalana de Trasplantes: “Nos movemos en un entorno enormemente delicado y este escenario ha llegado más rápido de lo que teníamos preparado. Necesitamos tiempo y apoyo de los equipos de trasplantes. Los coordinadores de trasplantes que lo han vivido nos comentan que es duro y agotador, física y emocionalmente”.

Protocolo de actuación

La ONT está a punto de publicar el protocolo de actuación y también trabaja con el Ministerio de Sanidad para incorporar, en el Código de Buenas Prácticas para el desarrollo de la ley de la eutanasia, una mención sobre cómo tiene que actuar el médico responsable si el paciente quiere información. Lo más importante, coincide Domínguez Gil, es “la independencia absoluta en la toma de decisiones”: nada tiene que ver el proceso de la prestación de ayuda a morir con la donación y el paciente tiene que poder decidir libremente ambas cuestiones y retractarse en cualquier momento del proceso, si así lo desea. “La idea es que se le haga al paciente una presentación inicial muy aséptica sobre la donación dentro de la discusión que impone la ley de la eutanasia y, si el paciente expresa su deseo de información, luego se hará una reunión con el equipo de coordinación de trasplantes. Pero no se procederá a firmar el consentimiento escrito hasta que la prestación de ayuda para morir no esté concedida”, apunta la directora de la ONT.

A priori, los expertos consultados no ven mucho debate jurídico si llega a haber disparidad de pareceres entre el paciente y su familia sobre la donación cuando este ha fallecido. Aunque en España la ley se rige por el consentimiento presunto —todo el mundo es donante mientras no exprese lo contrario—, los coordinadores de trasplantes han de revisar, en caso de muerte sobrevenida, si hay un consentimiento informado del paciente declarando ser donante y, en cualquier caso, consultarlo con la familia. “En el caso de los fallecidos por eutanasia es diferente porque esta persona verbaliza su deseo y firma un consentimiento informado”, apunta Domínguez Gil.

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