La UE es hoy una inmensa fábrica de vacunas contra la covid: un año después de aquellos titubeantes inicios produce a un ritmo de 300 millones de dosis mensuales; ha inmunizado al 71,4% de su población; el 50,3% ha recibido el pinchazo de recuerdo y ha exportado 1.800 millones de dosis a 165 países. El despliegue y la estrategia de vacunación se consideran un éxito. Y, de hecho, se produce a tal velocidad que, la semana pasada, mientras los Veintisiete se reunían con 40 jefes de Estado y de Gobierno africanos en una cumbre de alto nivel en Bruselas para discutir, entre otras cosas, cómo acelerar el ritmo de inyección en África, la organización People’s Vaccines Alliance denunciaba que el bloque comunitario se vería obligado a tirar a la basura en febrero unos 55 millones de dosis. Esto es: mucho más de los 30 millones de pinchazos donados por la UE a África en 2022.
La brecha entre la UE y el continente al otro lado del Mediterráneo es inmensa, un verdadero “apartheid de vacunas”, según denuncia la organización Corporate Europe, que lleva meses fiscalizando a la Comisión Europea por haberse desviado de su compromiso inicial de “acceso global” a la inmunización. Solo un 11% de los 1.300 millones de africanos han sido totalmente vacunados, según la OMS; hay más europeos con la dosis de refuerzo (204 millones) que africanos con la pauta completa (151 millones), según datos de Our World in Data citados por Oxfam, y de las dosis exportadas por la UE este año, apenas un 8% ha ido a parar a África, según esta misma fuente.
Gran parte de las dosis enviadas a África (cerca de 150 millones) han sido donadas a través de la iniciativa internacional COVAX, de la que la UE es uno de los principales contribuyentes junto a Estados Unidos. Pero los africanos, aprovechando el encuentro en Bruselas la semana pasada, reclamaron una vez más la necesidad de un cambio de enfoque.
“A pesar de que apreciamos las donaciones, nunca son un mecanismo sostenible”, dijo el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, en una comparecencia en Bruselas durante la cumbre entre la UE y la Unión Africana, en la que se metió de lleno en un asunto “incómodo” al reclamar que se eliminen las patentes. “Los gobiernos que son realmente serios para garantizar que todo el mundo tiene acceso a las vacunas deberían asegurar que aprobamos el levantamiento de la propiedad intelectual”. El gesto, añadió, serviría para “empoderar” a una miríada de científicos africanos con capacidad de ponerse manos a la obra.
Bruselas, en cambio, defendió otra estrategia. Uno de los acuerdos presentados en la cumbre, con el apoyo de la Organización Mundial de la Salud, consiste en poner en marcha centros de investigación destinados a la “transferencia de conocimiento” de las vacunas de ARNm en seis países africanos: Sudáfrica (donde ya funciona un centro piloto desde el año pasado), Túnez, Kenia, Egipto, Senegal y Nigeria.
El proyecto sudafricano, según Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS, muestra ya resultados prometedores: ha logrado elaborar en el laboratorio una vacuna contra la covid basándose en información pública. Los ensayos clínicos podrían arrancar en el cuarto trimestre, pero no se espera que el prototipo sea aprobado hasta… 2024. Quizá demasiado tarde ya para esta pandemia. De ahí que el bloque africano insistiera en la necesidad de atajar cuanto antes el asunto de las patentes.
“No estamos dispuestos a un levantamiento total de la propiedad intelectual”, zanjan fuentes comunitarias, que nunca se han prestado a tomar este camino. La discusión se abrió el pasado mayo cuando el presidente estadounidense, Joe Biden, apoyó la liberalización de las patentes. “En las complejas vacunas de ARNm el acceso al conocimiento es lo importante. Hablar solo de levantar la propiedad intelectual no es la solución”, justifican las citadas fuentes europeas, que se muestran dispuestas a fórmulas intermedias y a fomentar la producción local de viales.
De todas las vacunas que se inyectan en África, solo un 1% se producen en este continente, pero el objetivo es alcanzar el 60% en 2040, con la vista puesta mucho más allá de la pandemia y en otras enfermedades como la tuberculosis, la malaria o incluso el cáncer, según defienden desde la UE. Para conseguir la “soberanía de vacunas”, tal y como la denomina el presidente francés, Emmanuel Macron, los Veintisiete no solo han lanzado el proyecto de los seis centros de “transferencia de conocimiento”; el año pasado se aprobó un programa (con financiación de 1.000 millones) para poner en marcha fábricas en África y la compañía BioNTech alcanzó acuerdos con Senegal y Ruanda para levantar plantas de producción en el continente.
El presidente francés, Emmanuel Macron, este viernes en Bruselas. JOHN THYS (AP)
Barbara Unmüßig, presidenta de la fundación Heinrich Böll, un think tank próximo al partido verde alemán, critica sin embargo que esta postura (que defienden tanto la Comisión como la nueva Ministra Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania, Svenja Schulze) va en contra de lo que ha reclamado el Parlamento Europeo. “Su opción preferida [la del Ejecutivo comunitario y el alemán] es concentrarse en asociaciones comerciales para producir vacunas de ARNm bajo licencia”, escribía en un análisis publicado la semana pasada. El Gobierno de Berlín, en este puzle, es una pieza clave: en su país tiene origen y paga impuestos la empresa BioNTech, que produce, junto con Pfizer, dos tercios de las vacunas europeas.
El texto de Unmüßig señalaba además que una posible solución sería vender vacunas a precio de coste: así se podría pasar de los 19,50 euros que cuesta el pinchazo de Pfizer/BioNTech, según ha publicado Financial Times, a menos de 2,5 euros, según un estudio de investigadores británicos del Imperial College de Londres.
En la declaración final de la cumbre con África se deja el asunto de las patentes para más adelante. “No es la propiedad intelectual la que impide la producción. Es la transferencia de tecnología”, aseguró en una comparecencia el presidente francés, aunque añadió: “El objetivo que perseguimos es que la propiedad intelectual no sea un obstáculo para distribuir las vacunas donde sea necesario”.
“Lo importante es que hemos mantenido un debate muy bueno, intenso y constructivo sobre la cuestión de la exención de los derechos de propiedad intelectual y las licencias obligatorias”, añadió la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que despejó el problema hasta la primavera, cuando se espera una nueva reunión con los colegas africanos. “Compartimos el mismo objetivo. Tenemos diferentes maneras de alcanzar ese objetivo. Debe haber un puente entre esos dos caminos”.
La declaración conjunta también se compromete a donar 450 millones de dosis hasta el verano (o lo que es lo mismo: unos 300 millones en siete meses) y pone sobre la mesa una inversión de 425 millones de euros para acelerar el despliegue de las dosis en un continente con enormes dificultades logísticas.
Fuentes comunitarias reconocen que hay miles de inyecciones que no llegan al brazo de quienes las necesitan simplemente porque en el país no son capaces de desplegarlas. Y porque muchos se enfrentan a un enorme reto de desinformación sobre los efectos de las vacunas, al que pretenden hacer frente con este programa. Pero el problema no es solo de falta de capacidad africana. A finales de 2021, Nigeria se vio obligada a destruir más de un millón de dosis de AstraZeneca caducadas, entre quejas de su Gobierno: los países ricos, denunciaron los nigerianos, a menudo donan fármacos con solo unas pocas semanas de margen para ser administradas.
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