La eternidad de ‘La mandrágora’

Félix Romeo.
Félix Romeo.

Me devolvió su recuerdo una noticia que solo era tal porque Juan Cruz la entronizó con su firma. De otro modo, habría pasado inadvertida: un artista sumergirá una biblioteca en el pantano de Lechago, en Teruel, cumpliendo una fantasía del escritor Félix Romeo, cuya imagen se me apareció en mitad de la lectura. En una idea que verbalizó, pero creo que no escribió —como tantas otras—, Félix soñaba con un tesoro de libros en el fondo de aquel valle. Sumergirlos hoy es un acto de amor. A un amigo se le puede quitar la razón, eso no importa, pero siempre hay que celebrarle las fantasías.

En octubre hará diez años de su muerte, y su recuerdo aún no se ha perdido en el fondo de ningún embalse. Permanece sutil, como la estampa de un pueblo a lo lejos, tan quieto que uno no sabe si sus vecinos duermen o lo abandonaron.

Hace poco rescataron la entrevista que hizo a Franco Battiato en La mandrágora, el programa de TVE que dirigió y presentó durante cinco años. Félix estaba sentado a la izquierda de la pantalla, gordo como un Orson Welles, vestido de negro y con su boina, descaradamente antitelevisivo y, al mismo tiempo (o precisamente por eso), magnético. Estuve picoteando vídeos viejos de aquel programa de autor y me di cuenta de lo incardinado que estaba Romeo en su tiempo, lo bien que interpretó la modernidad, la gracia con que narraba lo nuevo mezclándolo con lo viejo. Seguro que él habría preferido dejar una biblioteca de libros como la que sumergirán en Lechago (le quedó una obra exigua, pocos libros de pocas páginas), pero vista hoy, La mandrágora parece un legado mucho más monumental, una contribución al bien común, una forma de eternidad enciclopédica que convendría rescatar del fondo del pantano del archivo de TVE.


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