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La fascinación por la ultraderecha campa por Europa

Maxi acaba de cumplir 20 años. Ella vive en Berlín, junto a sus hermanos pequeños gemelos y unos padres alocados, divertidos y muy concienciados socialmente. Una tarde, en el portal, su padre recoge un gran paquete que deja un mensajero anónimo, lo sube a su piso y vuelve al coche a recoger la compra. De repente, el paquete estalla y el edificio entero revienta. Maxi se salva porque se había ido a casa de una amiga. Y tras los entierros, desubicada emocionalmente, en choque constante con su progenitor, accede a la invitación de un extraño que la saca de un apuro: ¿por qué no viaja a Praga, a visitar una concentración de jóvenes europeos preocupados con el destino de su continente y asiste a la inauguración de su academia?

Así arranca Je suis Karl, una de las proyecciones de la sección Berlinale Special del festival alemán, en la que su director, Christian Schwochow (Bergen auf Rügen, 42 años) —el realizador de Una lección de alemán (2019) y Al otro lado del muro (2013), director de dos capítulos de la serie The Crown, un creador al que le gusta rascar en el lado oscuro de la historia alemana— juega con la idea del advenimiento de un juvenil y potente partido fascista europeo, que engancha a la gente en redes sociales, con mensajes como “la resurrección de Europa” o “¿quién nos protege?”, por la falsa creencia de que la violencia solo llega de la mano de los inmigrantes.

Schwochow es contundente, nada sutil: Maxi se ve atraída por estos jóvenes guapos, implicados en un futuro mejor, aunque no sabe (sí el espectador desde el inicio) que quien puso la bomba fue ese extraño, Karl, el líder del movimiento, que quiere usar a la chica como víctima que capte más seguidores. Desde su cocina de Berlín, en conexión digital, el realizador cuenta con media sonrisa: “Todo es tan raro. En media hora es el estreno mundial de mi película, obviamente en línea, y aquí estoy”. Metido en materia, el director explica que ya había hecho mucha investigación sobre los nuevos partidos fascistas, con pátina de modernos, para su miniserie Mitten in Deutschland: NSU (2016): “Lo curioso es que estos días en Alemania estamos con un gran debate sobre la ultraderecha que lidera el partido Alternativa para Alemania [AfD]”. La semana pasada, los servicios secretos alemanes pasaron a considerar al AfD formalmente como sospechoso de ir en contra de los valores constitucionales del país, lo que ha aumentado su vigilancia sobre una formación que conforma la principal oposición al Gobierno de Angela Merkel, y que ocupa 88 escaños (de 709) en el Parlamento alemán. “Empecé con la historia antes de que se fundara, y ahora recibe el 10% de los votos”.

A Schwochow no le extraña el ascenso de AfD, agrupación similar a la que él plantea en pantalla, bautizada como Re / Generation: “Ya no son neonazis musculosos, sino hipsters que hablan varios idiomas, de gran educación y modales seductores”, asegura. “Y pensé: ¿qué pasaría si su líder fuera un tipo tan hipnótico como Barack Obama? Así nació Karl”. Mientras construía el guion, esos partidos han crecido (”en España lo sabéis bien, ¿verdad?”) y han encontrado esa clase de figuras, al igual que se ha incrementado la violencia. “Empecé con guion que sonaba a ficción, y hoy ha dejado de serlo”.

Schwochow rodó Je suis Karl en secreto, “sin comunicados de prensa”, a sabiendas del peligro de sabotaje que corría. “Emocionalmente fue muy duro, porque todos los días ponías delante de la cámara una paleta de mensajes racistas. Bueno, al final, creo que el periodismo tiene un límite, y es el arte el que puede salvar el mundo”.

Lo más increíble de Je suis Karl es que se acerca mucho a lo que pasa en Alemania, con esa imagen moderna, feminista, con cierta, incluso, conciencia social que transmiten los líderes del partido extremista. “Lidera la AfD Alice Weidel, quien está emparejada con una productora de cine, una inmigrante de Sri Lanka con la que ha adoptado dos niños. Weidel está en contra del matrimonio homosexual y de la política de inmigración de Merkel, quiere que en los colegios solo se estudie literatura alemana. ¿Cómo puede compartimentar eso cuando se va con su novia, cómo no hace cortocircuito, cómo funciona su cerebro?”, se pregunta. Y sobre su país: “No te engañes, del alma germana nunca se borraron ni el racismo ni el ideal nazi. Mi abuela, por ejemplo, nunca dejó de ser racista tras el fin de la II Guerra Mundial. Y si encima esta idea nacionalista la entregas en forma de mujer moderna, feminista… la gente se engancha”. En pantalla, eso se refleja cuando dicen “que no son ni de izquierdas ni de derechas”, o cuando una chica grita “Sieg Heil” (el saludo fascista en época de Hitler) y la acallan respondiendo: “Eso es del pasado”.

El director se confiesa preocupado “porque esto pasa en todos los países europeos, incluso los escandinavos”. Schwochow insiste: “Están convenciendo a muchísima gente, fíjate en el referendo del Brexit. Y no podemos despreciarlos. Lo mejor que les pudo pasar a Boris Johnson en el Reino Unido y a Donald Trump en Estados Unidos es que los etiquetáramos de payasos y bromeáramos sobre ellos. Hay que oponerse. Me preocupa mucho el futuro de Alemania, y cómo la izquierda mundial no ha encontrado la manera efectiva de parar este populismo fascista”. Para el creador, la ultraderecha ha adelantado a la izquierda “en el uso de las etiquetas en las redes sociales, en su apropiación de lemas, del rap, de las estrellas pop y en general del mundo digital, y van ganando”.


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