La fiebre por el pádel se dispara en España


Cuando se superó la primera ola de la pandemia y el Gobierno de España comenzó a abrir la mano y reducir las restricciones, las pistas de pádel se pusieron a rebosar de gente tras unos meses cerradas a cal y canto. En muchos sitios era imposible, por ejemplo, reservar por la tarde una instalación si no se hacía con varios días de margen. “Pero no solo cuando se reabrió, es que ahora mismo están casi todos los clubes llenos”, asegura Ramón Morcillo, presidente de la Federación Española de Pádel (FEP). El boom de este deporte, que en 2019 rebasó por primera vez en España al tenis en fichas federativas, le ha ayudado a sobrellevar las restricciones por el coronavirus a pesar de las dificultades que supusieron los meses más duros del confinamiento. Lo resume el propietario de una nave industrial con cinco pistas en Galicia: “La gente tiene ganas. Si antes te llamaban cinco o seis personas al día para reservar, ahora te llaman cuarenta porque con los toques de queda también hay menos horas para jugar”.

El pádel, según los datos del Consejo Superior de Deportes (CSD), sumó 75.818 licencias en 2019, 4.727 más que el tenis. Fue el primer año en la historia en el que el deporte de la pala logró dar el sorpasso al de la raqueta, que cuenta con una tradición centenaria en España. Desde que en 1994 el CSD comenzó a registrar los números de esta especialidad, el pádel creció palmo a palmo, pero en la última década se disparó: entre 2009 y 2019 las fichas subieron un 283%. “No quiero decir que sea fácil de practicar, pero en seguida te diviertes si encuentras un grupo de tu nivel. A diferencia de otros deportes, engancha a la familia entera, desde los más jóvenes hasta gente de edades avanzadas. Con mis 56 años no me veo jugando al fútbol, y sí me veo jugando al pádel”, bromea el presidente de la FEP para explicar el auge de los últimos años.

A esta especialidad también se dedican mujeres: el 32% de los federados son jugadoras. Si hace años los mejores eran argentinos, ahora dominan los españoles: lo son los tres primeros del ranking masculino —liderado por el madrileño Alejandro Galán, de 24 años— y las doce del femenino —donde mandan empatadas la también madrileña Alejandra Salazar (35) y la catalana Ariana Sánchez (23)—.

En el año I de la pandemia, el pádel fue uno de los deportes que salió casi incólume a pesar de las restricciones: los clubes padecieron y estuvieron meses cerrados durante el confinamiento domiciliario —y en olas posteriores volvieron a bajar la verja en algunas comunidades—, pero el número de federados se mantuvo estable con 75.548, solo 270 menos que en 2019. En el fútbol femenino, otro deporte que paró por la covid-19, el descenso anual fue enorme, de 52.653 fichas a 33.138 —una caída del 37%—, según datos de la Real Federación Española de Fútbol.

El aguante del pádel tiene distintas aristas. Ha resistido, entre otras cosas, porque no es un deporte de contacto —hay menos peligro de contagio— y porque una mayoría de autonomías permitió seguir jugando. “Se ha asociado con un deporte seguro: una pista de 10 metros de ancho por 20 de largo con cuatro personas prácticamente sin posibilidad de tocarse. Con los cierres restrictivos para el deporte no federado, en muchas comunidades ha habido un efecto contrario, un aumento de licencias”, detalla Ramón Morcillo.

Dos ejemplos de estas regiones son Galicia y Andalucía, donde las fichas subieron en 2020 un 14% y un 28%, respectivamente. En ambas se necesitó durante meses estar federado para jugar, pero la policía no se plantó en la entrada de las instalaciones a pasar revista. “¿Es que qué sentido tiene que una persona pueda jugar por pagar 50 euros y otra que no los ha pagado no lo pueda hacer? Si es seguro, es seguro para ambas. A mí nunca me multaron porque la policía no vino a ver que todos los que juegan tienen ficha, pero me hubieran multado si hubieran venido porque ni todos la tenían ni yo se la pedía”, cuenta el propietario de un club en Galicia que prefiere que no aparezca su nombre.

La ficha federativa funcionó en muchas comunidades como salvoconducto. Sin ella, los jugadores que acudían a los clubes se arriesgaban a recibir una multa si los paraban y no tenían justificante. Noel Tenorio, un ingeniero químico de 30 años, pagó 50 euros el pasado diciembre para poder ir en 2021 de su pueblo, Cangas do Morrazo (Pontevedra), a otras localidades a echar partidos. En su municipio, que entonces estaba cerrado perimetralmente, no hay pistas. Para él, como para muchos otros jugadores, federarse por primera vez fue la única solución: “Estaba ese vacío legal, porque realmente ni mis compañeros ni yo competimos, no estamos en ninguna liga, pero así pude moverme y seguir jugando”.


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