La FIL tiene nombre de mujer


El Muro de Berlín cayó hace tres décadas, pero las inauguraciones de la FIL se siguen pareciendo a un congreso del Partido Comunista de la RDA. Aunque, para ser justos, algo se ha resquebrajado este año. La tradición era una multitudinaria mesa presidencial con cerca de 20 hombres y, azafatas aparte, una sola mujer: la directora de la feria, Marisol Schulz. A la 33ª –el número de ediciones- va la vencida. Esta vez en el presídium no todo eran corbatas y las aperturas de los eventos más rutilantes y prestigiosos están corriendo a cargo de escritoras. La mexicana Coral Bracho abrió el programa de poesía, la estadounidense Siri Hustvedt hizo lo propio con el de ciencia y la argentina Luisa Valenzuela se encargó del Salón Literario. En el programa, además, ocupan un lugar preeminente Annie Ernaux, Elena Poniatowska, Margo Glantz, María Gainza, Ángeles Mastretta, Guadalupe Nettel y María Fernanda Ampuero.

“El hombre mono. El hombre lobo. El homo erectus. El homo sapiens. El hombre ilustrado. El hombre invisible. El hombre biónico. El superhombre. El Ecce Homo. La mujer sin cabeza”. Con un simbólico pañuelo verde atado a la muñeca izquierda, Luisa Valenzuela leyó ese microrrelato –‘Des/equilibrios’-, uno de los más populares entre los suyos, justo después de citar los dos primeros versos de ‘Un violador en tu camino’, la canción del colectivo chileno Lastesis, que en poco tiempo se ha convertido en todo un emblema contra la violencia machista (nada más bajarse del avión que la traía de Santiago, la escritora Carla Guelbenfein -que dijo haber estado en “todas las marchas”- empezó a mover la idea de reproducir la coreografía de la protesta en el recinto ferial).

Valenzuela también se acordó de las calles –“más ritmo menos algoritmo”-, reveló el motivo que la lleva a escribir –“para que lo que no puede ser dicho empuje los márgenes de lo decible”-, habló del lenguaje inclusivo y recordó la contestación que dio el antropólogo zapoteca Lucas Avendaño cuando, ante la ambigüedad de género, le preguntaron: “Entonces, ¿cómo llamarte?”. Su respuesta: “Llámame cariño”. Fue el final perfecto para un acto que terminó con Silvia Lemus, viuda de Carlos Fuentes, imponiendo a la escritora argentina la medalla que lleva el nombre de su marido. Fundida en un abrazo con su amiga, Lemus le susurró al oído pero al alcance del micrófono: “Guárdala bien, que es de oro”. Como las oportunidades.


Source link