El pabellón de la Font de Sant Lluís acogió este domingo en sus gradas a 1.500 espectadores para asistir a mediodía a la final de la Liga Femenina entre el Valencia Basket y el Perfumerías Avenida, pero luego el encuentro de la Liga
Endesa entre el equipo valenciano y el Movistar Estudiantes fue a puerta cerrada.
La situación, provocada por las restricciones para frenar la COVID-19, no es nueva, pero fue especialmente llamativa este domingo, puesto que durante toda la temporada se ha permitido una asistencia reducida a las competiciones femeninas (Liga, Copa y Eurocup) al estar consideradas como torneos no profesionales y depender la decisión del Consejo Superior de Deportes (CSD).
En el caso del equipo masculino, sus torneos están considerados como profesionales y la prohibición de asistencia de público la marcan las autoridades sanitarias.
El conjunto valenciano ha disputado esta campaña la Euroliga a puerta cerrada y ha jugado encuentros como visitante de esta competición con cerca de cinco mil aficionados al haber restricciones diferentes en cada país.
El club valenciano, que recibió permiso para tener 500 aficionados en las gradas en las semifinales de la Liga
Femenina, pidió que se aumentara el aforo para esta final y la Generalitat autorizó el viernes nuevas normas genéricas que le permitieron acoger 1.500 seguidores.
La entidad valenciana desplegó un plan de protección con toma de temperatura a la entrada del reciento, más personal de seguridad, que comprobó la necesaria distancia de seguridad entre asistentes, y constantes recordatorios por megafonía de las medidas de protección.
Las jugadoras se mostraron muy satisfechas por poder volver a jugar ante tanta gente. “Yo al principio tenía hasta los pelos de punta. Esto nos da vida”, reconoció la jugadora del Valencia
Basket Leticia Romero.
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