En ocasiones, el dónde es el cómo. Metes a un entrevistado en un estudio, ante los focos y las cámaras, y hasta los que tienen más tablas estarán tensos, cuidadosos, puede ser que se pongan a la defensiva. Llévatelo a un país lejano, comparte horas de 4×4 sobre caminos sin asfaltar, escala una cumbre, sumérgete entre tiburones o visita una tribu nómada. Y luego, sentados en un tronco con un café caliente o una cerveza fría entre manos, la conversación será fácil, relajada, franca. Si además el entrevistador pregunta lo justo y sabe callar para escuchar (no es tan difícil), fluirán las confidencias.
Es la fórmula de Planeta Calleja, el programa del aventurero y montañero Jesús Calleja que logra picos de audiencia para Cuatro. En el episodio del lunes, se llevó al actor, cómico y presentador Santi Millán a Etiopía, sin someterlo esta vez a pruebas extremas. Se dejaron seducir por la naturaleza abrumadora y por culturas que no entendemos bien. Y Millán habló de la vida y de su vida, del mundo y de su mundo. Recordó cuando trabajaba en un matadero; contó sus visitas en prisión al político catalán Raül Romeva, porque no está de acuerdo con él ni con el procés pero es su amigo; habló con naturalidad de las crisis en la pareja. Explicó que todos dejamos que nos vendan la moto de la felicidad y de ahí vienen los chascos. Detalló con ternura la broma que le gastó a su padre cuando se moría a su lado al inicio de la pandemia. Y con eso defendió el humor como herramienta para tirar para adelante: “Las cosas son como son, luego está cómo tú te las tomes”.
Se dice que viajar —no hace falta que tan lejos— te ayuda a conocerte a ti mismo. Fuera de tu entorno eres más tú. Calleja explota bien su receta para sacar la cara más íntima de sus invitados, de Ana Botín a Pedro Sánchez, de Maribel Verdú a Los Javis, de Mercedes Milá a Fernando Simón. Funciona esta vía de escape al griterío.
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