Este fin de semana, terminé leyendo The Planet Remade de Oliver Morton (gracias al lector Eliot Peper por recomendarlo). Morton tiene muchos objetivos con el libro, pero hubo dos que creo que son muy valiosos. Primero, la geoingeniería es un enfoque plausible para resolver nuestros problemas climáticos en este siglo, y segundo, diseñar el clima genera desafíos políticos difíciles, pero también oportunidades para hacer que el planeta sea más equitativo.
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En primer lugar, el libro se expande de la mejor manera posible. Morton se enfrenta a un problema extremadamente polémico con hechos juiciosos y una visión suprema que se ha recogido durante muchos años de estudio de la geoingeniería. Si usted es un acólito dedicado a la siembra de nubes y velos o un oponente comprometido con cualquier manipulación del entorno de la Tierra, él ha desarrollado un libro que nos obliga a pensar en nuestras acciones y, en última instancia, en cuáles son las consecuencias de esas elecciones.
Francamente, esas elecciones ofrecen consecuencias severas. Morton describe el desafío del clima este siglo:
Se espera que la población mundial crezca de siete mil millones hoy a más o menos diez mil millones para el año 2100. Para entonces, el número de personas que disfrutan de los privilegios energéticos del mundo rico también debería alcanzar los diez mil millones. Entonces, el desafío es lograr para un extra de ocho mil millones de personas en el siglo XXI lo que se logró con dos mil millones en el siglo XX. Satisfacer ese desafío implica mucho más uso de energía.
Morton es un ecologista acérrimo y está profundamente preocupado por la justicia ambiental y las inequidades del planeta. Pero también es un “realista del clima”: entiende que nuestras soluciones actuales para el cambio climático no son realmente soluciones, ya que carecen de la escala necesaria para resolver el problema o continuarán agravando las desigualdades existentes entre las diferentes personas de este planeta.
Por ejemplo, tome la energía nuclear libre de emisiones, que se presenta como una panacea para nuestra economía impulsada por los combustibles fósiles. Morton escribe:
Si el mundo tuviera la capacidad de entregar una de las plantas de energía nuclear más grandes jamás construidas una vez a la semana, semana tras semana, se necesitarían 20 años para reemplazar el stock actual de plantas de carbón (en la actualidad, el mundo se basa en aproximadamente) tres o cuatro centrales nucleares al año, y retira las antiguas casi con la misma rapidez).
Claro, las plantas de energía nuclear son una solución literal, pero definitivamente no es una solución pragmática ya que la escala requerida simplemente no existe.
También pasa mucho tiempo desarmando las recientes negociaciones sobre el clima, encontrando que el enfoque en el carbono ha sido algo así como una pista falsa (muchas otras emisiones son mucho peores que el carbono y están menos conectadas directamente a la economía industrial moderna). En cambio, han sido impulsados por la alineación de diferentes partes preocupadas por el medio ambiente:
El dióxido de carbono era adecuado para los científicos porque parecía una medida directa del problema. Se adaptaba a los greens porque era una muy buena representación de la sociedad industrial frente a la cual su movimiento era una reacción. Las negociaciones internacionales que establecieron la CMNUCC mostraron que se adaptaba a los países en desarrollo porque se trataba principalmente de una cuestión de países desarrollados; En la época de Río, la gran mayoría de todas las emisiones industriales desde el siglo XVIII procedían de Europa y América.
El carbono es, por supuesto, un problema, pero se ha convertido en un eslogan, una marca, un cri de coeur del movimiento climático internacional. Sin embargo, los desafíos que enfrenta el planeta son mucho más profundos que solo el carbono.
Para evitar ese enfoque estrecho, Morton aboga por un replanteamiento completo del debate climático hacia soluciones que puedan realmente reparar el clima e incluso mejorarlo para diversas poblaciones de todo el mundo.
Ahora, el término “geoingeniería” trae consigo una bolsa de imágenes inducidas por Hollywood de inviernos nucleares y huracanes en todo el mundo. Morton aborda esos riesgos en sus capítulos, señalando que la geoingeniería puede salir mal.
Aun así, argumenta convincentemente que existen técnicas de geoingeniería diseñadas alrededor de procesos climáticos clave que pueden ser de alto apalancamiento, reversibles, comprobables y que tienen la escala necesaria para resolver los desafíos climáticos de una manera sostenible. Estos procesos no son especulaciones: nosotros (en su mayoría) entendemos la ciencia actual y tenemos vías hacia la tecnología necesaria para ejecutar una estrategia.
El verdadero desafío, como siempre lo es, son los humanos y sus gobiernos. Morton señala que el cambio climático tiene un enorme impacto perjudicial en naciones como Maldivas, pero que también puede beneficiar a ciertas regiones al hacer la transición de climas más fríos a climas más templados.
Eso significa que cualquier solución de geoingeniería enfrentará la posibilidad de crear ganadores y perdedores. Cualquier acuerdo internacional tendrá que lidiar con esas políticas y diseñar mecanismos para mejorar sus efectos.
Por mucho que Morton pida un relanzamiento del planeta, él ve una oportunidad para que la geoingeniería genere una reflexión entre los gobiernos sobre sus propios intereses:
Mucho mejor, en lugar de tratar la geoingeniería como una forma tecnocrática de evitar la política, usarla como una forma de reinventar la política. Explorar el potencial de la geoingeniería podría estimular y dar forma al desarrollo de una nueva forma de tomar decisiones planetarias. El objetivo no debe ser el desarrollo de un termostato solo; Debe ser el desarrollo de una nueva mano para usarlo.
Los ambientalistas pueden rechazar la idea de permitir que los humanos tengan sus manos en cualquier parte del sistema terrestre. Pero estamos aquí, los siete mil millones de nosotros, y ya tenemos nuestras manos brutales en el sistema. La pregunta es si podemos comenzar a usar nuestras manos de una manera mucho más productiva que pueda hacer que la tierra sea sostenible durante los próximos siglos. Como señala Morton, “El planeta ha sido rehecho, se está rehaciendo, se rehará”. Las tecnologías de geoingeniería ofrecen soluciones, si podemos estar de acuerdo en cómo usarlas.
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