La gloria y el llanto en la misma ciudad

Los utilleros del Madrid se llevan la portería del Fondo Sur, zarandeada por los ultras blancos durante el partido de Copa de Europa contra el Borussia.
Los utilleros del Madrid se llevan la portería del Fondo Sur, zarandeada por los ultras blancos durante el partido de Copa de Europa contra el Borussia.Andreas Rentz / Bongarts/Getty Images

El Real Madrid es el rey de la Copa de Europa con 13 títulos y tres subcampeonatos. Ningún otro club ha participado en 50 de las 66 ediciones disputadas, ni acumula tantos partidos, 438, con 262 victorias, 76 empates, 100 derrotas, 972 goles a favor y 478 en contra. Esta exuberancia estadística tiene sus gajes y en su debe acumula una serie de acontecimientos que entran dentro del terreno de lo extraordinario. Como tal puede considerarse que un aficionado, el llamado Loco del Bernabéu, salte al campo y agreda al árbitro; o que antes de comenzar un partido los aficionados más belicosos tiren una de las porterías y el comienzo se retrase más de una hora porque no había otra de recambio en el estadio. También entra dentro de lo inusual que los incidentes del público en el Bernabéu acaben en varios cierres del estadio o el comportamiento de algunos jugadores, como Juanito, castigado con sanciones ejemplares.

Agresión al árbitro. Ida de semifinales de la temporada 75-76. Último día de marzo. El Real Madrid venía de eliminar al Derby y al Borussia de Moenchengladbach. Toca el Bayern. El partido acabó en empate (1-1; 2-0 en la vuelta en Múnich). En la ida, la afición blanca llevaba minutos mostrando su descontento con el colegiado austriaco, Linemayer. Lo que no entraba en el guión es que poco antes de finalizar el encuentro un aficionado de 26 años abandonara su localidad en el segundo anfiteatro, dijera a su esposa embarazada de seis meses, a su hermano mayor y a su cuñada que iba al baño y con toda la tranquilidad que su mente le permitía en ese momento de ofuscación descendiera uno por uno los escalones hasta saltar al terreno de juego con la intención de ajustar cuentas con el colegiado por no señalar un presunto penalti a Santillana y porque Maier le hubiera roto la nariz a Roberto Martínez.

Pitido final. Tocado con un gorro blanco de lana con pompón, Jaime D.P. -así se llamaba- alcanzó a su paso a Gerd Müller en su carrera hacia el colegiado, su verdadero objetivo. Le cazó de lleno en la cara. Uli Hoeness, cerca de la escaramuza, no llegó para evitar el golpe, pero su compañero Sepp Maier sí para placar segundos después al agresor. El delegado de campo, el doctor Pruden, hizo lo propio con el portero mientras el tumulto se multiplicaba con la llegada del resto de jugadores alemanes y la policía, entonces vestida de gris.

Nadie sabe cómo ni por qué, tras la detención inmediata, el triste protagonista no fue retenido y quedó en libertad en el mismo estadio. Dicen que, compungido, pidió perdón y en un momento de descuido se escabulló hasta desaparecer de la escena. Volvió al Bernabéu, según confesión suya en alguna entrevista que concedió, al mes siguiente, y el mayor castigo que sufrió fue que su padre no le dirigiera la palabra en dos años. Al Real Madrid la UEFA le sancionó en primera instancia con un año sin jugar en Europa, que se quedó en dos partidos en el destierro: Valencia y Málaga.

La furia de Juanito. Sin pretenderlo, El Loco del Bernabéu se convirtió en el primer intérprete de la serie que a partir de ese momento protagonizaron el Real Madrid y el Bayern. Rivalidad feroz. Once años después, en 1987, la batalla se desató en el Olímpico de Múnich. También semifinales. Dos minutos después de que Wohlfarth marcara el tercer gol del Bayern, Juanito pierde la cabeza. Los jugadores del Real Madrid estaban indignados por el penalti señalado por Valentine y que supuso el segundo gol. Matthäus realiza una alevosa entrada a Chendo y el extremo madridista se toma la justicia por su mano y pisa la cabeza al jugador alemán, que estaba tendido en el suelo. Gracias a que Gallego le agarró y Agustín se lo llevó fuera del campo, el incidente no pasó a más.

No era la primera vez que el de Fuengirola perdía los nervios. En noviembre de 1978, había agredido a un juez de línea y zarandeado e insultado al árbitro en un partido Grasshopper-Real Madrid. Fue sancionado con dos años que se quedaron en uno. La agresión de Múnich le costó cinco años de suspensión y fue el detonante para su marcha del Real Madrid al final de temporada. Su arrepentimiento instantáneo encerraba una buena carga de sinceridad. “En mi carrera he tenido dos yos. Hoy ha podido el yo irracional al yo racional. He metido la pata, he cometido una torpeza. Maldigo ese comportamiento irracional que había tratado de educar durante unos años”, dijo. Con el tiempo, pidió perdón a Matthäus y hasta le regaló un capote y un estoque.

La meta del fondo sur. También 11 años después, el 1 de abril del 98, como si la maldición fuera cíclica, el Bernabéu volvió a vivir otra noche para el olvido. Lejos quedaban ya los incidentes siempre con el Bayern y sus jugadores como protagonistas -los cuernos de Augenthaler al público y las provocaciones de Pfaff- que supusieron otro cierre del estadio en el 87, en la vuelta del partido del pisotón de Juanito.

Esta vez la situación fue más grotesca. Unos 50 o 60 aficionados radicales del fondo sur se subieron a la valla metálica de separación del terreno de juego, antes de un partido contra el Borussia Dortmund. Comenzaron a zarandearla hasta que la portería acabó en el suelo. Entonces las redes se tensaban precisamente con la valla en cuestión y las cuerdas acabaron cediendo.

Los jugadores ya estaban sobre el césped y el partido a punto de comenzar. Como en el estadio no había ninguna otra portería de repuesto -no era obligatorio entonces-, los funcionarios del club se tuvieron que ir a la Ciudad Deportiva a por una. Toda una odisea. Los futbolistas se marcharon a los vestuarios. Los alemanes del Borussia de Dortmund, entonces campeones de Europa, pedían insistentemente al árbitro la suspensión del partido, pero éste y el delegado dieron un margen de 30 minutos para solucionar la situación. Al final fueron 75.

La portería entró por el túnel del estadio subida en un camión que, casualmente, estaba en la Ciudad Deportiva, en medio de una sonora ovación y, no sin esfuerzo, por fin fue colocada en su sitio. Al dueño del vehículo, Cándido Gómez, el club le premió con 58.000 pesetas, una camiseta firmada por los jugadores, un Bernabéu de plata en miniatura y la insignia del club.

El Real Madrid ganó 2-0 y se clasificó para la final de Ámsterdam, donde ganó la séptima. Cincuenta días antes una portería caída estuvo a punto de evitarlo.


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