La historia del gigante de ‘Handia’ crece con el hallazgo de sus huesos

La Sociedad de Ciencias Aranzadi ha exhumado un gigante y sepultado una leyenda. El pasado miércoles un equipo de 15 personas de la organización vasca, liderados por el antropólogo forense Paco Etxeberria y la historiadora Lourdes Herrasti, especializada en osteoarqueología, entraron en el pequeño cementerio de barrio de Altzo (Gipuzkoa), con los mismos aparatos que emplearon en la búsqueda de los restos de Cervantes, en el convento de las Trinitarias Descalzas, en Madrid. El ayuntamiento había reclamado ayuda a Aranzadi para aclarar los rumores que aseguraban que los restos de Mikel Joakin Eleizegi Arteaga (1818-1861) habían sido sustraídos y vendidos a un museo de Inglaterra o Francia. La familia había dado su consentimiento, así como el párroco, y dos días después, el viernes, descubrieron en el osario los huesos del gigante de Altzo, junto con el resto de sus vecinos, que llegó a medir 2,40 metros.

“Es una cosa increíble”, exclama Etxeberria mientras trata de explicar el tamaño de los restos y su “robustez”. “Cuando apareció el primer hueso eran tan largo y tan ancho que no terminaba de salir del osario. Una vez fuera nos dijimos: “¡Ahí está!”. Nos emocionó muchísimo. Pero tuvimos que controlar nuestra alegría, porque antes de comunicárselo a los descendientes, que estaban presentes, debíamos confirmar que eran huesos de Mikel Joakin”, indica el antropólogo, acostumbrado a que “todos los casos son un guion cinematográfico”. Pero sobre todo este. La figura de este vecino vasco se hizo popular gracias a la película Handia (2017), dirigida por Aitor Arregi y Jon Garaño, que recibió 10 premios Goya en 2018.

“Hay una costilla rota y consolidada. Debió de caerse. La columna está desviada, tiene artrosis y, probablemente, con osteoporosis. Los hombros que tiene son extraordinarios, pero su esqueleto es de un anciano de 80 años”, comenta el antropólogo sobre el gigante que murió a los 43 años y en el pueblo donde vivió. El guion de este caso empezó con un desencuentro: en la tumba que la familia tiene en el cementerio no estaban sus huesos. Excavaron hasta nivel limpio de restos y no lo encontraron. Entonces decidieron buscar en el osario, localizado en una esquina del cementerio, muy pequeña, de menos de tres metros. Ahí, junto con el resto de vecinos, estaba el gigante. “Fue enterrado en un féretro en la tierra de la familia, y en un momento que no conocemos fue exhumado, probablemente por necesidad de espacio. El sepulturero los trasladó al osario. Le trataron como a un igual entre sus vecinos”, indica Lourdes Herrasti.

Engrandecer a un gigante

Cuentan que estando de gira por Europa, Mikel Joakin, dolorido por sus lesiones en la columna, le dijo a su padre: “Vámonos a casa”. “No se sentiría satisfecho de un sitio para otro y volvió a casa. Hoy sabemos que sigue en casa casi 160 años después de su muerte y que sus restos nunca fueron robados ni vendidos a un museo centroeuropeo”, añade Etxeberria, que ha liderado un grupo de especialistas formado por historiadores, criminólogos, documentalistas, ingenieros, neurólogos y forenses. A todos les ha unido la llamada del relato popular y las vacaciones. Ha sido una excavación voluntaria: “Hemos hecho arqueología, pero sobre todo ha sido una tarea colectiva en beneficio de la familia y de la sociedad, de todos los que de alguna manera se han sentido partícipes de esta historia. Creo que hemos engrandecido al gigante”, asegura Lourdes Herrasti.

El equipo de Aranzadi celebra el hallazgo y el buen estado de conservación en el que se encuentran los huesos. Los huesos largos, como los húmeros, han sido extraídos íntegros. No han aparecido sus manos. “Ocurre habitualmente, porque en el traslado se suele despreciar, sin querer, los huesos más pequeños. El cráneo y la mandíbula se conservan completos y su tamaño es muy elocuente”, añade la historiadora. Mikel Joakin se sumará al otro alto famoso de la península: Agustín Luengo Capilla, conocido como el gigante extremeño, cuyos restos le fueron comprados en vida para ser expuestos en el Museo Antropológico Nacional.

El rescate de la verdad del gigante ahora entra en la fase del laboratorio, donde se realizará un análisis genético, más para confirmar su enfermedad y dolencias que para verificar la identidad. “Han pasado seis generaciones, es muy complicado extraer el ADN que lo identifique. Además, identificado está: no hubo dos gigantes en la zona y estos huesos son de gigante”, cuenta Herrasti. Etxeberria incide en que el análisis genético será más útil para confirmar que esos restos humanos de un tamaño extraordinario son los de un enfermo de gigantismo, que alcanzó una estatura de dos metros y cuarenta centímetros y sufrió por ello. La familia quiere que los restos originales queden en el cementerio y habrá una placa que lo recuerde, pero una vez los científicos hayan clasificado, restaurado y escaneado los huesos, reproducirán en materiales sintéticos las piezas más representativas, como los brazos, las piernas o la mandíbula, para exponerlos.


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