El documental La historia del plástico, que se exhibirá este fin de mes en Madrid, con motivo de la celebración del Another Way Film Festival, empieza con una crítica de la cobertura que hacen los medios de comunicación sobre la plaga del plástico. Entre los impulsores del largometraje se encuentra el movimiento Break Free From Plastic, que aglutina 1.500 organizaciones medioambientales repartidas por los cinco continentes. Echan en cara a los medios que a menudo se pone el foco mediático en los residuos y en la necesidad de limpiar el océano, por ejemplo, de los plásticos nefastos, pero no se ataca la raíz ni las causas del problema.
Ni que decir tiene que me siento directamente aludida. No sé cuántas veces habremos hablado en este blog de la importancia como consumidores de reemplazar el plástico por otro tipo de contenedor; de reciclar cuando toca y como toca; y de limpiar, si se tercia, la basura que algún desaprensivo ha dejado caer inadvertidamente en la acera.
Paso revista a mis posts sobre el tema y están todos ordenados bajo la temática “océanos y mares”, o “reciclaje plástico” o “consumo responsable”. Es decir, es cierto que en mi caso observo el problema desde la perspectiva del producto final, del desecho, y sobre cómo nosotros los consumidores abordamos con mayor o peor tino el problemón. Voy a rectificar el tiro.
El documental La historia del plástico tiene el gran mérito de invitarnos a desplazar el objetivo de nuestra cámara hacia el principio de la historia. Y por ello mismo este post está ordenado, a diferencia de todos los anteriores, junto a los artículos que hablan del “petróleo”. Porque ahí está el origen del mal. El 99% de lo que contiene un envase de plástico es petróleo.
¿El beneficio económico tiene que seguir siendo hoy todavía el único baremo para justificar un negocio?
En el fondo creo que muchos, por no decir todos, somos conscientes de que si el mundo (y el mar) están inundados de plástico es porque se trata de uno de los grandes negocios del siglo. El dinero hasta hoy como único motor de la economía. Me encanta del documental que combina imágenes actuales y muy estilizadas de vertederos, activistas y refinerías de petróleo con publicidad del siglo pasado donde se alaban las “bondades” de los productos fabricados con plástico. Por ejemplo, se dice que tienen el gran mérito de reducir las tareas del hogar. En uno de estos panfletos en blanco y negro se oye la voz del joven actor Ronald Reagan. El descubrimiento me hace sonreír. Es de agradecer el trabajo de documentación realizado detrás del telón.
Porque ahí está el origen del mal. El 99% de lo que contiene un envase de plástico es petróleo
Está claro que el lobby fabricante de plástico invirtió mucho en su día y sigue haciéndolo hoy en relaciones públicas. Ayer había que convencer de la bondad y la funcionalidad del producto. Ahora se señala con el dedo acusador a los países pobres, puesto que no tienen infraestructuras ni presupuesto suficiente para reciclar y tratar como es debido la cuestión de los residuos. Una activista devuelve la acusación como un boomerang: en realidad el problema es que no hay manera de tratar esos residuos y los fabricantes lo saben. Y para colmo de males, el volumen de plástico ha crecido de tal manera que tampoco hay manera humana de limpiar todo este desaguisado porque no se acabaría nunca.
La verdad incómoda que los productores no quieren oír es que hay que dejar de producir plástico del todo, cortar por lo sano. Y no solo porque no se puede reciclar bien el producto final, es decir, por el impacto medioambiental, sino también porque se está envenenando a las poblaciones en donde se extrae el petróleo así como a las poblaciones que reciben los objetos de plástico ya usados y tirados. El plástico se convierte en el gran negocio del siglo para unos cuantos y en la gran debacle para unos muchos. ¿El beneficio económico tiene que seguir siendo hoy todavía el único baremo para justificar un negocio?
“Es la política, ¡estúpido!”. No lo dice tal cual el documental, pero es el mensaje final que extraigo. Puedo escribir sobre el tema, puedo limpiar aceras y playas, puedo educar a mis hijos en el consumo responsable, puedo sustituir bolsas de plástico por otras de tela… pero, sobre todo, por encima de todo, debería presionar a los líderes políticos para que legislen contra el plástico. Los fabricantes no pierden el tiempo. Mientras nosotros hablamos, están ya invirtiendo para crear nuevas fábricas. Como dice alguien en algún momento del largometraje: el plástico no llega a tu lineal por la demanda del consumidor sino impuesto por el proveedor. ¿Hasta cuándo les dejaremos la sartén por el mango?
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