La increíble lucha para rescatar de los talibanes a las responsables de género del Gobierno afgano

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El mundo ya casi no habla de Afganistán. El 15 de agosto de 2021, día en que los talibanes entraron en Kabul, la capital afgana, queda ya muy lejos para la atención internacional y el flujo incesante de noticias. “No nos olvidéis, por favor”, pide Rabia Niazi, visiblemente nerviosa, en una entrevista por Zoom. La que fuera directora ejecutiva de la Oficina de Género de la Oficina del Fiscal General, ha quedado atrapada en la dictadura talibán. Después de años dedicada a promocionar la igualdad laboral, tramitar denuncias por acoso sexual y asegurar el acceso a ayuda legal a las mujeres, la abogada vive escondida y aterrorizada. Teme que los talibanes descubran su paradero y acabe asesinada como le ocurrió a su padre, también abogado en la Oficina del Fiscal.

Niazi es una de cinco responsables de departamentos de género del antiguo Gobierno afgano que, a pesar de contar con salvoconducto de evacuación para España, no pudieron salir del país el día previsto debido al caos y las bombas en el aeropuerto de Kabul tras la toma de poder de los talibanes. Internet y, sobre todo, WhatsApp, son el único puente al mundo que les queda a estas chicas que se han quedado sin vida.

“En Afganistán las mujeres ahora somos prisioneras. No podemos trabajar ni salir a la calle si no es acompañadas por nuestro marido, padre o hermano”. Zainab Khalili, directora de género en el Ministerio de Desarrollo Territorial y Urbanismo durante una década, y su marido, profesional en la lista de periodistas amenazados de Reporteros Sin Fronteras, ya no tienen ahorros y comen gracias a préstamos de amigos. La misma profesional e independiente que sostenía habitualmente reuniones con ONU Mujeres o Unicef, vive ahora “estresada y con miedo” por estar en el punto de mira.

Un grupo de mujeres afganas organizan una protesta por su derecho a la educación y al trabajo en Kabul, Afganistán, el pasado 10 de octubre de 2021.
Un grupo de mujeres afganas organizan una protesta por su derecho a la educación y al trabajo en Kabul, Afganistán, el pasado 10 de octubre de 2021.Anadolu Agency (Anadolu Agency via Getty Images)

Una historia similar a la de Zainab y Rabia describen Shaima Fazli, directora de género del Ministerio de Transporte, –que lleva toda la vida luchando por el derecho de las ciudadanas a la participación electoral–, Nargis Jeryan, experta en derechos e inmunidad en la Comisión Independiente de la Administración Pública, y Adela Noori, directora de género del Ministerio de Hacienda; todas ellas con salvoconducto de evacuación para España.

“Ellas nos han pedido que no las olvidemos, así que no vamos a parar hasta que vengan a España y se les conceda el asilo”, asegura Pilar Garrido, abogada jubilada y coordinadora de un grupo de voluntarias españolas que, desde hace ocho meses, trabajan sin descanso para lograr rescatar a estas cinco profesionales y sus familias. En total alrededor de 70 personas.

Se les ha llenado la boca diciendo que no iban a dejar a nadie atrás en Afganistán pero luego no han hecho nada

Pilar Garrido, abogada jubilada y coordinadora de un grupo de voluntarias españolas

El grupo español se hace llamar informalmente Afghanistan Taskforce. El nombre en inglés bien podría corresponder al de un gran equipo con un gran presupuesto, pero nada más lejos de la realidad: el grupo se constituyó con apenas nueve mujeres y un hombre con profesiones tan dispares como comercial, socióloga, trabajadora humanitaria, periodista o realizador de documentales. Ciudadanas de a pie que, sin embargo, se han echado a la espalda responsabilidades del nivel de políticos y diplomáticos. “Se les ha llenado la boca diciendo que no iban a dejar a nadie atrás en Afganistán, pero luego no han hecho nada”, asegura Garrido.

Logrando lo imposible

El primer gran éxito del equipo llegó ya el año pasado, nada más entrar los talibanes en Kabul: conseguir que el Ministerio de Asuntos Exteriores los incluyera en las listas de evacuación. La impulsora fue Amelie Yan-Gouiffes, francesa afincada en España que trabaja para Naciones Unidas. Ella estuvo algo antes de la caída y recibió un primer email de una de las responsables, pidiendo ayuda ante la llegada del régimen talibán. Yan-Gouiffes las conoció en 2017 cuando fueron sus alumnas en un curso de liderazgo auspiciado por ONU Mujeres y el Gobierno afgano, que ella impartió.

Integrantes del grupo Afghanistan Taskforce.
Integrantes del grupo Afghanistan Taskforce.EL PAÍS

La trabajadora humanitaria contactó a amigos y conocidos por todo el mundo. Así fue como Luis (que prefiere mantenerse en el anonimato), realizador de documentales, tiró de contactos políticos a nivel regional en España y, en tiempo récord, logró los salvoconductos para todos los afectados. Mientras, en paralelo, la voz fue corriendo y el grupo de ayuda en España fue creciendo. Inicialmente, se trataba de organizarse para apoyarlas a su llegada a Madrid. “Fue un mazazo, nunca imaginamos que no llegarían a subir al avión”, cuenta Alexia Rahona, trabajadora de una ONG y miembro del equipo.

El caos y el atentado terrorista en el aeropuerto en los días de agosto previstos para la evacuación las dejó a todas en tierra. Desde entonces, Adela Noori, directora de la unidad de género del Ministerio de Hacienda, ha tenido que cambiar varias veces de domicilio. Su marido desapareció hace dos años en una zona gobernada por los talibanes y ella y sus hijos están amenazados.”Mi familia y yo estamos en riesgo cada vez que salimos a por comida”.

Mi familia y yo estamos en riesgo cada vez que salimos a por comida

Adela Noori, directora de la unidad de género del Ministerio de Hacienda en Afganistán

Tras la fallida evacuación, Yan-Gouiffes contactó a varios representantes de Naciones Unidas, UE y organizaciones internacionales de derechos humanos y humanitarias. Sin embargo, los correos electrónicos y los intercambios con personas muy comprometidas en estas organizaciones poco a poco dejaron de recibir respuesta. “Me sentí decepcionada. La cooperación internacional formó a estas mujeres, creando departamentos de género en cada ministerio, carne de cañón para los talibanes incluso antes de su llegada al poder, ¿y no existe la responsabilidad de proteger sus vidas y apoyarlas a reconstruir otro Afganistán?”, reflexiona.

Las recientes victorias

Tras el batacazo inicial, el equipo ha seguido trabajando. Desde septiembre del año pasado han logrado que ACNUR y Amnistía Internacional pongan en sus listas de casos a las expertas, además de la implicación de organizaciones como el Club de las 25, la Plataforma feminista por Afganistán y la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).

Para ello, han aprovechado cualquier oportunidad de contactos, enviado muchos emails y, sobre todo, han aprendido a no decepcionarse con los silencios y abandonos de instituciones con las que contaban. En nombre del orden y la transparencia trabajan con una disciplina marcial. Para cada reunión hay un orden del día y, al final de cada una, un informe escrito de lo acordado. Para todas las voluntarias lo mejor es el contacto directo con las mujeres a las que están ayudando. Cada domingo a las cinco de la tarde, hora española, el equipo y las afganas se ven las caras por Zoom para contarse los avances o, si no hay nada nuevo, simplemente para verse.

La sesión de cada domingo con las mujeres afganas por Zoom.
La sesión de cada domingo con las mujeres afganas por Zoom.

Las reuniones han generado familiaridad. “Para el cumpleaños de Pilar (Garrido) mandaron un vídeo con los niños cantando cumpleaños feliz”, cuenta Josefina Martín, que invierte su tiempo como desempleada en hacer algo en lo que cree. “Vernos las caras es fundamental para que ellas no se sientan abandonadas, y a nosotras nos da fuerza para seguir” añade Esther Pino, otra miembro del equipo.

El gran tema de las últimas reuniones es cómo conseguir fondos. A las afganas se les han acabado los ahorros y el grupo ha empezado a poner 100 euros por cabeza al mes. Lo que no saben es cómo pagarán los vuelos a España de las mujeres y sus familias. Y es que ahora, el objetivo inmediato es apoyar a las que están logrando cruzar a países vecinos.

Zhainab Khalili y parte de su familia acaban de llegar a Teherán y tienen cita en breve con la embajada española. Por su parte, Nargis Jeryan y Shaima Fazli consiguieron entrar en Pakistán hace unos meses con visas de corta estancia.

El abandono de estas mujeres es flagrante. Europa tiene que abrir un corredor humanitario para ellas

Noor Ammar Lamarty, jurista y fundadora de la asociación Women by Women

Marzo ha traído nuevas victorias. Con el apoyo del equipo, que ha redactado y traducido documentos y asesorado en la preparación de las entrevistas con los responsables consulares, a Jeryan y su familia y a Fazli les han concedido el visado para viajar a España.

Después del terror vivido en Kabul y de tener que dormir en el suelo de una casa desvencijada en Islamabad –pagada por una de las miembros del equipo– Nargis Jeryan ve la luz al final del túnel. “No me arrepiento de nada. Me siento muy orgullosa de todo lo que he hecho por las mujeres y las niñas de mi país”.

Y es precisamente por su trabajo como defensoras de derechos, que la comunidad internacional les debe protección ante la amenaza talibán, como recuerda Noor Ammar Lamarty, fundadora de la asociación Women by Women. La joven jurista ha colaborado pro bono redactando un documento que acompaña a la solicitud de visado y la posterior petición de asilo en España. “El abandono de estas mujeres es flagrante. Europa tiene que abrir un corredor humanitario para ellas”.

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