El largo ciclo de victorias de la nueva izquierda en América Latina se tambaleó la noche del domingo en Chile, precisamente el país que a finales del año pasado dio un nuevo impulso a ese eje con el triunfo de Gabriel Boric. En junio le siguió Gustavo Petro en Colombia, el primer presidente nítidamente progresista de su historia, y ambos consolidaron una tendencia que, desde 2018, decidió presidentes de Argentina a México, pasando por Honduras, Bolivia y, con muchos más matices, Perú. El rechazo rotundo a la propuesta constitucional que iba a enterrar la ley fundamental del dictador Augusto Pinochet es el primer golpe que sufre este movimiento. Sin embargo, para comprender el alcance de lo sucedido y sus posibles repercusiones conviene contemplar la foto panorámica en lugar de fijarse en el detalle.
En primer lugar, los chilenos no avalaron la Constitución vigente. El plebiscito convocado en 2020 para canalizar el malestar social y cerrar una etapa de protestas dejó claro que la inmensa mayoría de la población, un 78%, quiere pasar página y darse otras reglas de convivencia. El domingo no votaron en contra de esa opción. Dieron su negativa a un texto concreto que no convenció a la derecha, pero también a buena parte del centroizquierda. En segundo lugar, la comparación entre el resultado del referéndum y el gran apoyo que recibió Boric en las urnas tampoco basta para explicar el clima político del país. Es decir, no se trata de una enmienda a la totalidad del proyecto del Gobierno, que apenas lleva seis meses en el poder, aunque sí un aviso que el mandatario entendió al anunciar que trasladará al Congreso el nuevo proceso constituyente.
Petro fue el primer líder regional de la izquierda en pronunciarse. Lo hizo al principio en términos abruptos, escribiendo en un tuit que decía: “revivió Pinochet”. Luego agregó que “solo si las fuerzas democráticas y sociales se unen, será posible dejar atrás un pasado que mancha a toda América Latina”. Y el mensaje es en el fondo un guiño a las coaliciones amplias y a los grandes acuerdos, esto es, justo el camino que deberá emprender ahora Boric para desbloquear una nueva Constitución.
Otro factor que no se puede pasar por alto es el de los efectos de la derrota del domingo en el tablero regional. El plebiscito constitucional se celebró cuando falta menos de un mes para las elecciones presidenciales en Brasil. Esa cita es decisiva no solo para los equilibrios de todo el continente, sino también para medir el empuje de los movimientos progresistas en América Latina. No obstante, las dinámicas que operan en ese país han dado señales de ser distintas. El expresidente Lula da Silva es el gran favorito, según todas las encuestas, frente al actual mandatario, el ultraderechista Jair Bolsonaro.
El eslabón más débil de esta coalición es Pedro Castillo, el presidente de Perú. El profesor de escuela ganó el año pasado las elecciones a las que se presentó como un candidato de izquierdas, pero muchas de sus políticas se asemejan a las de la extrema derecha. Su Gobierno vive en la improvisación y el descontrol. El resto de gobernantes de la región no quiere asimilarse con él. Hace una semana escribieron una carta en defensa de la vicepresidenta Cristina Fernández por el proceso judicial abierto en su contra, que ellos consideran injusto. Castillo no aparecía entre los firmantes, lo dejaron al margen. Petro visitó Lima la semana pasada y mantuvo un encuentro privado con él de algo más de una hora, pero el presidente de Colombia no lo anunció en redes sociales y no se mostró especialmente entusiasta. No hubo rueda de prensa ni se informó nada de lo que hablaron. Perú ha hecho saber a sus vecinos que no se encuentra cómodo con este papel secundario.
Petro ha vivido como una derrota propia el referéndum en Chile, quizá sin necesidad. Sus palabras contundentes en las que saca a pasear el fantasma de Pinochet han molestado a algunos dirigentes locales. “Presidente Gustavo Petro”, escribió el senador Andrés Celis Montt, “ofende al pueblo chileno que tomó una decisión democrática que debe ser respetada. Ante la bajeza de sus palabras pido reclamo formal de la Cancillería a Colombia. No se deben permitir intromisiones y faltas de respeto profundamente ignorantes”. El propio Boric fue más moderado que Petro, que no se ha parado a pensar que los chilenos sí querían modificar la Constitución, como se votó hace dos años o como la elección de Boric, pero no de la manera tal cual estaba redactada.
Sí hay profundas tensiones en Argentina, donde Fernández de Kirchner sufrió la semana pasada el ataque de un hombre que intentó asesinarla con una pistola, un hecho de una gravedad sin precedentes que fue repudiado con contundencia por todos los partidos, con la salvedad de sectores extremistas marginales que se abonaron a la teoría de la conspiración. Pero nada guarda relación con lo sucedido en Chile ni con el clima político general. En México, por otro lado, la Cuarta Transformación de Andrés Manuel López Obrador no tiene rivales en las urnas y el debate más relevante con vistas a las elecciones de 2024 es el de la sucesión interna del presidente. La derrota de la nueva Constitución de Chile es un revés para la izquierda, pero de momento no hay señales que apunten a un reflujo o al comienzo de un cambio de ciclo.
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