Britney Spears saborea su libertad. La jueza californiana Brenda Penny ha puesto este viernes punto final al drama familiar y judicial de casi 14 años que apagó el fulgor de una de las máximas estrellas del pop, de 39 años. La tutela paterna, que restringió su vida personal y su carrera, desaparece. La audiencia, celebrada en Los Ángeles, cierra meses de escandalosas revelaciones sobre dinámicas familiares abusivas y la explotación de una artista en una historia que tiene como principales villanos a James, de 69 años, y Lynne Spears, de 66, los padres de la cantante.
“La tutela de la persona y fortuna de Britney Jean Spears ya no es necesaria”, ha concluido la jueza Penny. Este fallo significa que la artista recupera el control sobre su salud, su trayectoria laboral y unos 60 millones de dólares que habían sido controlados hasta los centavos por un fideicomiso en manos de su padre y otros tutores. La jueza rechazó que fuera necesaria una evaluación de las capacidades de Spears pues la tutela fue iniciada en 2008 de forma voluntaria.
Cuando se conoció la decisión, los admiradores de la artista congregados frente al tribunal estallaron en júbilo. La propia Spears publicó en su cuenta de Instagram un vídeo de la celebración callejera y se mostró desbordada por la alegría: “Dios, Dios… Cuánto quiero a mis fans. Es una locura. Creo que voy a llorar el resto del día. El mejor día de mi vida… Alabado sea el Señor…”
Ninguna de las partes personadas se opuso a la decisión de la magistrada. A finales de septiembre, Penny ya había calificado como “insostenible” la tutela. “Refleja un ambiente tóxico que requiere la suspensión como tutor de James Spears”, dijo entonces la magistrada. Toxic, uno de los mayores éxitos de la cantante, fue también la palabra que enfatizó su abogado, Mathew Rosengart, una y otra vez ante Penny. “Su padre ha sido abusivo, cruel y tóxico”, resaltó el letrado.
La llegada de Rosengart al caso cambió todo para Spears, quien en un principio debió luchar contra la tutela con la asistencia de un abogado de oficio, pues sus responsables legales no la autorizaban disponer de dinero suficiente con el que contratar una defensa mejor.
Aquella decisión fue recurrida por la defensa del padre, en una estrategia iniciada en agosto de 2020. “No hay evidencia alguna que soporte esta suspensión”, argumentó la letrada Vivian Thoreen ante el tribunal. James Spears intentaba mantener el control de las decisiones personales y financieras de su hija, poder que ejercía desde 2008. En 2019, no obstante, dejó de ser su representante y se concentró en manejar el dinero de la artista. Ese mismo año, Britney hizo una pausa “indefinida” en su carrera. Canceló por supuestos problemas de salud de su padre la serie de conciertos que ofrecía en Las Vegas e ingresó de nuevo en un centro de salud mental. Lleva sin cantar en público desde octubre de 2018.
En junio, en una audiencia insólita solicitada por ella misma, Spears contó cómo era su vida bajo el yugo de la tutela paterna. “No estoy contenta. No puedo dormir. Estoy enojada y deprimida. Lloro todos los días”, dijo la cantante por teléfono a la jueza. Y agregó que todos los responsables de su situación “deberían estar en prisión”. “Quiero casarme y tener un bebé, pero tengo un DIU para que no me embarace”, abundó.
Su testimonio causó gran impacto entre el centenar de sus seguidores que lo siguieron a las afueras del tribunal, ubicado en el centro de Los Ángeles. “Quiero casarme y tener un bebé, pero tengo un DIU para que no me embarace”, aseguró dando a entender que la custodia legal la impide tener más de los dos hijos fruto de la relación con el bailarín Kevin Federline, de quien se divorció en 2006.
James Spears tenía montado un Gran Hermano sobre su hija. Un equipo de empleados le informaba de si tomaba sus medicinas y si acudía a sus sesiones con médicos y terapeutas, opinaba sobre los fármacos que le eran suministrados e incluso, con ayuda de la empresa de seguridad Black Box, controlaba las llamadas, mensajes, fotografías, correos electrónicos y hasta los datos de navegación de Britney. La cantante no podía usar su coche ni recibir visitas de amistades o novios sin que fueran vigiladas.
Las cosas cambiaron a finales de octubre, cuando James despidió a Thoreen y contrató a Alex Weingarten, un abogado que, a comienzos de este mes, afirmó en un comunicado al tribunal que su cliente estaba de acuerdo con poner fin a la tutela. “Jamie ama y apoya incondicionalmente a su hija. Como ha hecho toda su vida, hará todo lo necesario para protegerla. En los últimos 13 años esto significó ser su guardián legal y ahora significa terminar la custodia… Jamie cree que la custodia debe terminar inmediatamente”, señalaba ese texto.
Un villano salía del escenario para dejar lugar a otro, la madre de la artista. “Mi padre fue quien inició la custodia hace 13 años, pero lo que la gente no sabe es que fue mi mamá quien le dio la idea”, señaló Spears en Instagram en una publicación que después borró, pero que resultó suficiente para alimentar durante días la telenovela de su desgracia. “Ella arruinó mi vida secretamente”, sentenció, según la revista People.
Lynne Spears, la madre de la artista, solicitó a Britney 660.000 dólares para costear la representación legal en el caso que ha terminado con la tutela de la artista. Esta cantidad, según propuso en una moción escrita ante la corte el 1 de noviembre, podría restarse de los 60 millones de la cantante que fueron manejados en un fideicomiso hasta septiembre. La progenitora, de 66 años, contó al tribunal una versión que no coincide con la que pinta su hija. Argumentó que ella fue la primera que puso en duda las aptitudes de Jamie para seguir como tutor. Finalmente, ha sido la jueza Penny la que ha concluido el drama familiar de los Spears, que duró 13 años. Britney tiene finalmente su día de la independencia.
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