“Desde el entorno tenemos que facilitar a la gente joven para que no se equivoque cuando está en la élite o cuando se esté hablando mucho de ellos. Yo me equivoqué pensando que iba a ser el mejor del mundo. Desde el entorno, muchas veces no favorecemos para que esos chavales vean la realidad”. Son palabras de Aitor Fernández en una entrevista concedida a MD la pasada semana.
Un consejo con mucha carga de profundidad por venir de una persona que soportó todo el foco mediático siendo muy joven. Era uno de los porteros con mayor proyección en España. Entrenó por primera vez con el Athletic con 16 años, pero el debut en la máxima categoría le ha llegado con 27 de la mano del Levante. Sabe muy bien lo que se dice: “Con 16 años yo no era maduro para aguantar todo lo que me venía. A día de hoy lo pienso, pero en ese momento no lo entendía muy bien”.
La de Aitor es una lección para los medios de comunicación, para los aficionados e incluso para los familiares del chaval en cuestión o para los propios clubes. Me gustó que el de Arrasate hablara del entorno en primera persona del plural porque es sinónimo de que él es el primero en tomar ejemplo.
Cargamos esperanzas en adolescentes. Se hace en todos los clubes, pero en especial en un Athletic que se sustenta principalmente en la cantera. Hay que tener claro que para llegar a la élite tienen que confluir muchos factores. No solo basta con ser muy bueno en el terreno de juego. Emocionalmente hay que estar preparado para sobrellevar todo el aluvión extra futbolístico que se viene encima.
En el horizonte actual del Athletic aparecen Sancet, Vencedor o Nico Serrano. Antes eran otros. Raro es el año en el que no haya dos o tres nombres que despierten una expectación inusitada en el entorno. Eso no es negativo. Lo malo es querer convertirles en estrellas antes de haber debutado en Primera. Paso a paso y con paciencia.
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