El FC Barcelona femenino pasa estos días a hora y media de Barcelona y unos 115 kilómetros del Estadi Johan Cruyff. El epicentro del equipo campeón de todo a nivel nacional el curso pasado y que peleará por reconquistar la Champions que se le escapó hace unos meses en la final, es ahora un lugar llamado Royalverd Training Center en el que trabajan duro en sesiones de mañana y tarde para ir calentando los motores de la máquina que se espera que sea durante el curso. Verde, verde y más verde. Todo verde. Una vez uno llega allí y se baja del coche tras un último tramo de kilométricos túneles para instalarse de pleno en la Vall d’en Bas, todo lo que a su alrededor es verde. Tanto en el inmaculado césped en el que trabajan las azulgrana como en los montes que protegen el precioso valle. Por la mañana cuesta aguantar un rato a pleno sol, “pero por la tarde corre un fresquito muy agradable” que hace que el confort aumente exponencialmente, relatan los que pasan estos días allí. Las instalaciones se han acondicionado a conciencia para el entrenamiento de alto nivel, y Jonatan Giráldez y su cuerpo técnico tienen un tapete dónde ensayar por enésima vez las jugadas ensayadas, las tácticas y corregir lo que todavía no carbura a la perfección. Veteranas y jóvenes, algunas más que otras en ambos casos, conviven entre el silencio y el aire puro, lejos de la intoxicación de la ciudad y de los agentes externos, aunque un tipo llamado calendario anda mosqueando al personal porque hay dos gigantes que se pelean por él.
De hecho, algunas jugadoras y el míster alzaron la voz ante los medios visitantes para manifestar su indignación. Unos veinte periodistas fuimos bienvenidos y cuidados, como siempre, por los infatigables y siempre dispuestos Gustau Galvache y Jordi Clos, que lejos de disfrutar de unos días de clausura y ‘tranquilidad’, fueron los ideólogos de algo tan sencillo como poco habitual en otros lares.