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La matanza que se oculta bajo el asedio internacional a la capital del ISIS en Siria



La conquista de Mosul, sede del califato en el norte de Irak, duró nueve meses y se cobró la vida de al menos 9.000 civiles. La encarnizada lucha casa por casa a orillas del río Tigris, entre octubre de 2016 y julio de 2017, fue la batalla más larga desde la Guerra de Golfo y la más devastadora tras la ofensiva para derrocar al régimen de Sadam Husein en 2003. La coalición internacional contra el Estado Islámico (ISIS, en sus siglas inglesas) encabezada por Estados Unidos quiso evitar que los combates urbanos para reconquistar Raqa, la capital del ISIS en el noreste de Siria, se convirtieran en un nuevo Stalingrado y ordenó en junio de 2017 bombardeos masivos sobre esa ciudad del valle del Éufrates, que contaba con unos 150.000 habitantes. Cuando las milicias kurdo-árabes de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) izaron su bandera en el corazón del antiguo feudo del ISIS cuatro meses después encontraron una urbe casi completamente arrasada.

Desde entonces, la coalición internacional ha seguido negando su responsabilidad en la mayoría de las muertes de civiles registradas durante la ofensiva a gran escala contra Raqa, que destruyó sus principales infraestructuras y el 80% de las viviendas, a pesar de las denuncias de las familias de las víctimas y de organizaciones humanitarias internacionales. Una investigación dirigida por Amnistía Internacional (AI) y Airwars, ONG que documenta los ataques internacionales contra el yihadismo, ha constatado que más de 1.600 civiles –de los que un millar han sido identificados– perdieron la vida a causa de bombardeos aéreos y de artillería imprecisos o indiscriminados.
En la conclusión del informe Retórica contra realidad: cómo la campaña aérea más precisa de la historia convirtió Raqa en la ciudad más destruida en tiempos modernos se apunta a la existencia de violaciones del derecho internacional humanitario que exigen una investigación exhaustiva por un órgano independiente e imparcial. Los miembros de la coalición, integrada por más de 70 organizaciones y países, entre ellos España, deben crear, según AI, un fondo para reparar los daños causados e indemnizar a las víctimas y a sus familias. El Pentágono, responsable del 90% de los bombardeos aéreos y de todos los ataques de artillería en Raqa, ha replicado a los investigadores de Amnistía Internacional que no cuenta con medios humanos para indagar todas las denuncias.
“Miles de civiles murieron o resultaron heridos en la ofensiva lanzada por la coalición dirigida por Estados Unidos para librar a Raqa del Estado Islámico, cuyos francotiradores y minas habían convertido la ciudad en una trampa mortal”, señala en el informe Donatella Rovera, asesora de Amnistía Internacional en el equipo que ha revisado los hechos sobre el terreno. Más de 400 testigos y supervivientes han sido entrevistados en dos centenares de áreas bombardeadas por la coalición. Se han constado 641 muertes de civiles y se han recogido indicios suficientes sobre el resto de los casos hasta alcanzar la cifra de 1.600 víctimas mortales.
La investigación ha contado, además, con la colaboración de más de 3.000 “rastreadores” voluntarios en 124 países, quienes han analizado dos millones de imágenes de satélite para determinar cuándo fueron atacados los 11.000 edificios destruidos en Raqa. Los fotogramas examinados fueron comprobados por un equipo de verificación digital con sede en seis universidades de varios países. Miles de datos publicados en la web y en redes sociales también han sido recopilados y cruzados por los investigadores para sustentar sus conclusiones. El sitio web interactivo que contiene el informe combina fotografías, vídeos, imágenes de satélite, mapas y visualizaciones de datos para poner de relieve casos y recorridos de civiles atrapados por los bombardeos de la coalición. Amnistía Internacional y Airwars han trasladado los resultados de su investigación a los mandos de la coalición militar y los Gobiernos de Estados Unidos, Reino Unido y Francia.
Muertes “no intencionadas”, según la coalición
En un comunicado difundido este jueves, la coalición precisa que desde agosto de 2014 y el pasado mes de marzo ha lanzado 33.464 ataques contra el ISIS, tanto en Irak como en Siria, “para liberar a cerca de ocho millones de personas de la brutal opresión” del califato. Durante ese periodo ha contabilizado la muerte de forma no intencionada de al menos 1.291 civiles a causa de los bombardeos. “Siempre hemos utilizado sistemas de ataque a objetivos preestablecidos para minimizar el impacto de nuestras operaciones sobre la población civil y las infraestructuras, y se han efectuado revisiones de los objetivos anteriores y posteriores a los ataques”, precisa el comunicado. “Nuestros informes periódicos de operaciones son públicos y hay nuevas alegaciones que están siendo investigadas”.
Amnistía Internacional asegura que un mando militar estadounidense se jactó de haber disparado 30.000 proyectiles de artillería durante la campaña de Raqa, el equivalente a un ataque cada seis minutos durante cuatro meses seguidos. La intensidad de esos bombardeos superó a los de cualquier otro conflicto desde la guerra de Vietnam. Las baterías de artillería sin sistemas de guía son notoriamente poco precisas, con un margen de error de más de 100 metros, y su uso en zonas pobladas constituye un ataque indiscriminado, destaca el informe.
Como ha podido comprobar recientemente una enviada de EL PAÍS en Raqa, la ciudad sigue destrozada casi dos años después de la derrota del ISIS. Hasta que un nuevo puente quede operativo, sus habitantes deben cruzar el Éufrates en inestables barcazas. Al menos 35.000 casas han sido destruidas y otras 25.000 quedaron parcialmente dañadas, tanto por los cazas de la aviación del régimen sirio que machacaron hasta 2014 la ciudad como por los posteriores bombardeos de la coalición internacional. Las calles permanecen a oscuras por la noche a falta de un tendido eléctrico. Apenas quedan médicos en la ciudad.
Uno de los primeros barrios arrasados fue Daraiya, al oeste de Raqa. Los investigadores de Amnistía Internacional entrevistaron allí a supervivientes como Fátima, una niña que tenía nueve años durante los ataques. La pequeña declaró que había perdido a tres de sus hermanos y a su madre en un bombardeo de la coalición el 10 de junio de 2017. A Fátima le fue amputada la pierna derecha y sufrió graves heridas en la izquierda. Ahora se desplaza en una silla de ruedas donada por una ONG.
Otro de los incidentes más sangrientos causados por las bombas de la coalición se produjo, según el informe de AI, en un edificio de viviendas de cinco pisos de altura, situado en el céntrico barrio de Harat al Badu, el 25 de septiembre de 2017. Murieron al menos 32 civiles, 20 de ellos menores. “Había aviones bombardeando y cohetes cayendo las 24 horas del día, y también francotiradores del Estado Islámico por todas partes. No se podía siquiera respirar”, relató Ayat, una superviviente del ataque. “Vi a uno de mis hijos morir quemado entre los escombros. He perdido a todos mis seres queridos: mis cuatro hijos, mi esposo, mi madre, mi hermana, mi familia entera. Se suponía que venían a salvarnos”.


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