Que Los Simpson se anticipen a temas de actualidad ya no nos sorprende: la serie animada estadounidense nunca adivinió el futuro de verdad, claro, pero después de más de 650 episodios es habitual que surjan casualidades, como los smartwatches, los camiones sin conductor, el ébola y, en un episodio emitido en el año 2000 y ambientado en 2030, la presidencia de Donald Trump.
La frase “Los Simpson ya lo predijeron” se ha convertido en un meme con su propia entrada en la web dedicada a memes Know Your Meme. Ahora, y con la epidemia del coronavirus, a la serie de la Fox se han sumado nuevos adivinos (o nuevas casualidades, mejor dicho): Astérix y el escritor estadounidense Dean Koontz. Sus aparentes predicciones se han compartido los pasados días sobre todo por WhatsApp, aunque también han encontrado su hueco en Twitter y Facebook.
En este caso, nadie ha encontrado grandes coincidencias en Los Simpson. Aunque se compartió una imagen en la que parecía que la serie hablaba del covid-19, en realidad se trataba de un momento editado. El episodio no hablaba del coronavirus, sino de una ficticia “gripe de Osaka”.
Sí se ha visto en los últimos días una supuesta predicción en un cómic de Astérix y Obélix. En su Astérix en Italia (publicado en 2017 y no en 1981 como decía algún mensaje), un áuriga llamado Coronavirus participa en una carrera de cuádrigas por toda la Península Itálica. Pero en el cómic no hay ninguna epidemia ni ninguna enfermedad.
También hay que recordar que el Covid-19 solo es otro coronavirus, no el primero ni el único (el SARS también venían causado por esta clase de virus). Además, el copiloto de Coronavirus se llama Bacillus, así que se puede ver que solo se buscaban nombres graciosos, como es costumbre en los cómics de estos personajes.
Otra coincidencia sorprendente solo en apariencia tiene que ver con una novela de Dean Koontz. En 1981, este escritor estadounidense publicó Los ojos de la oscuridad. Según un mensaje compartido por WhatsApp desde hace unas semanas, “en ella describe cómo en el año 2020 surgirá en la ciudad de #Wuhan un nuevo virus que afectará a todo el planeta”.
Pero esta casualidad es “falsa en su mayor parte”, según Snopes, web especializada en desmentir bulos. El autor ni siquiera anticipó una nueva epidemia. Como explica la web, el Wuhan-400 del libro es un arma biológica y no una enfermedad. Además, en la novela mueren todos los infectados, y no alrededor del 2 %, como ocurre con el coronavirus.
El fragmento de Koontz en el que se menciona esta arma biológica se acompaña a menudo en el mensaje de WhatsApp de otro párrafo de otro libro en el que se habla de una enfermedad parecida a la neumonía que se extenderá por el mundo en 2020. En este caso, como cuenta Politifact, se trata de un fragmento de End of Days (“El final de los tiempos”), de Sylvia Browne, que ni siquiera se refiere a la novela de Koontz. Este ensayo se publicó en 2008, pocos años después de la epidemia de SARS, y recoge predicciones de diferentes culturas y religiones. La autora añade algunas propias, basándose en la tecnología actual y en cómo ve el mundo. Pero hay unas cuantas de este estilo que no se han cumplido, como que en 2012 ya habría cura para el Parkinson y que en 2020 “la ceguera sería una cosa del pasado”.
Del humor a las teorías de la conspiración
Estas coincidencias se comparten sobre todo en tono de humor y no porque nadie crea de verdad que los guionistas de Astérix se dedican a dejar mensajes ocultos acerca de nuestro destino. Tampoco lo hizo Francisco Ibáñez cuando en 1992 publicó El 35 aniversario, historieta de Mortadelo y Filemón en cuya última viñeta se veía un avión estrellado contra las Torres Gemelas.
Incluso el hecho de que nos guste encontrar estas casualidades es objeto de chistes (o metachistes), como en esta ilustración modificada de Superlópez que compartía Rubén Fernández, dibujante de El Jueves. En el dibujo se han sustituido las palabras “droga y “chocolate” por “coronavirus” (lamento tener que explicarlo).
A pesar de todo, estas coincidencias sí nos muestran algunos de los mecanismos que nos ayudan a interpretar la información que recibimos y cómo a veces somos víctimas de nuestros sesgos. Primero, podemos ver en funcionamiento el sesgo de confirmación. Es decir, la tendencia a buscar y encontrar pruebas que apoyan las creencias que ya tenemos, e ignorar o reinterpretar las pruebas que no se ajustan a estas creencias.
Por ejemplo, cuando queremos creer que Astérix predijo el coronavirus, aunque solo sea por la broma. En este caso nos fijamos en que hay un personaje enmascarado que se llama igual, pero no en que no hay ninguna epidemia en el cómic o en que la máscara le sirve al personaje para ocultar su cara, no para evitar contagios.
Otro sesgo que nos influye en estos casos es el de la observación selectiva. Nos fijamos en la información que nos interesa según nuestras expectativas. Cuando un tema pasa a formar parte de nuestra conversación habitual, como es el caso del coronavirus, es normal que prestemos más atención a asuntos relacionados, desde toses inocentes en el autobús a esa novela en la que se mencionaba la ciudad de Wuhan. Ocurre algo similar cuando, por ejemplo, nos rompemos un brazo y de repente vemos por la calle a un montón de gente con su brazo también enyesado. No es que haya una epidemia de brazos rotos, es que simplemente no nos habíamos fijado antes.
Como explica el divulgador Michael Shermer en su libro The Believing Brain (“El cerebro que cree”), hemos evolucionado para identificar patrones con ayuda de estos sesgos y de otros atajos mentales. Es decir, estamos preparados para interpretar en conjunto hechos que puede parecer que no están relacionados. Si oímos ruido en la maleza, podría ser un depredador. Estos mecanismos nos permiten formular hipótesis y diseñar experimentos que las confirmen o desmientan. También nos llevan a darnos cuenta de casualidades en episodios de Los Simpson y en viñetas de cómics, que quedan en una anécdota divertida que compartimos por WhatsApp.
Pero estos mismos atajos mentales nos pueden llevar a creer en teorías de la conspiración cuando buscamos los datos que apoyan una idea que ya teníamos y dejamos de lado todos los que la contradicen. Y es entonces cuando ya no hablamos de lo que pasaba en un cómic de Astérix, sino que pasamos a compartir bulos y noticias falsas. Es decir, a veces seguimos creyendo que el ruido en la maleza es un depredador, aunque solo se trate del viento.
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