Si la moda ha explorado casi todos los caminos posibles, si ha revolucionado realidades —la política, la social, la deportiva, la audiovisual—, si ha bordeado el arte conceptual, si ha inspirado películas, pinturas y discos… ¿por qué no incluir a una parte de la población, a esa cuyas limitaciones físicas la convierten en un público olvidado? De este cuestionamiento parte el trabajo de cuatro mujeres al frente de tres proyectos de diseño y moda. Su objetivo es derrumbar prejuicios, plantear preguntas y vestir a personas de toda condición sin renunciar a la estética o la funcionalidad. Sus prendas y servicios buscan la universalidad. Estas son sus historias.
La inspiración que nació de un ictus
La periodista y estilista de moda Marina Vergés, de 58 años, recuerda las primeras pruebas que hicieron con su primo José Luis, también hermano de su socia, Carolina Asensio, que sufrió un ictus a los 48 años causante de una discapacidad del 80%. “Comprábamos un pantalón normal y lo tuneábamos: una cremallera con velcro, bolsillos grandes. Le gustó tanto que decía: ‘Guapo, guapo’”, narra. A José, que durante los últimos tres años de recuperación no había salido del chándal, esa prenda le supo a gloria. Se convirtió desde entonces en la inspiración de Vergés.
Fue la génesis del negocio para las dos amigas. Peinaron el mercado en busca de ropa para José y no hallaron nada que les gustase. Todo era antiguo, algo ortopédico, sin gracia. No comprendían por qué había que sacrificar estética por adaptación. Entendían que eran cosas fácilmente conjugables. Tras pasar por un programa de emprendimiento en el Tecnocampus de Mataró (Barcelona), lanzaron hace tres años Free Form Style, una marca de ropa urbana que ajusta sus diseños a personas con alguna limitación física.
“La idea es preparar un patronaje especial para prendas básicas que lleva todo el mundo en la calle”, prosigue Vergés. Por ejemplo: unos vaqueros con bragueta de velcro larga para abrirla y cerrarla con facilidad, o uno con cremalleras laterales que se abre de arriba a abajo. “Tratamos de pensar en distintos colectivos y distintas condiciones: personas que tienen una pierna prostética, un solo brazo o van en silla de ruedas”, aclara la diseñadora.
Entre sus clientes, un chico joven que tuvo un accidente que le dejó en silla de ruedas y debe tumbarse para ponerse el pantalón. Le hicieron una prenda a medida que le encantó. O una nadadora paralímpica con un solo brazo a la que confeccionaron una americana adaptada. O personas con artrosis que no pueden abrocharse los botones, o personas que han sufrido una hemiplejia y no tienen movilidad superior. Matizan que no dejan de lado al gran público: sus modelos no son excluyentes y cualquiera, con o sin discapacidad, los puede vestir.
Mientras probaban los prototipos se dieron cuenta de que había un hueco en el mercado. Con una mezcla de sorpresa y festividad, muchos clientes les decían que ya era hora de que alguien pensara en ellos. “‘Menos mal que hay una moda que se adapta a nosotros y no nosotros a ella’. ‘Por fin me puedo vestir sin ayuda y ser independiente’. Son cosas que nos transmitían”, detalla Vergés.
Tras un obligado parón en pandemia, Vergés y su socia ya preparan las colecciones de otoño. Aunque recientemente grandes marcas como Tommy Hilfiger o Mango han lanzado ediciones inclusivas, alertan de que en España y Europa queda camino por recorrer. “En América hay mucha más oferta por algo tan curioso como el tema de los veteranos de guerra”, sostienen. “Aquí tenemos que seguir trabajando. Hay mil cosas que se pueden hacer”.
Si la historia de Free Form Style te ha hecho pensar y quieres participar en esta causa
ACTÚA
Un parche pirata para el pecho como símbolo de empoderamiento
Noelia Morales, de 49 años, afrontó una mastectomía en 2016. Al poco tiempo de recuperarse de la operación ya notaba la presión social y médica de la reconstrucción del pecho, diversos mensajes más o menos sutiles flotando a su alrededor: “Percibía un lenguaje que hablaba de la pérdida de la feminidad, de disimular el cuerpo, de ser menos mujer”, relata.
Morales optó por no pasar por el quirófano. “Tratamos con mucha ligereza la reconstrucción. Son varias sesiones quirúrgicas, es complicado. Y el pecho no vuelve a ser el mismo”, argumenta. Entonces indagó y se preguntó qué lencería había para las mujeres que habían tomado su misma decisión. “Me daba pena ese pecho sano, siempre cubierto y tapado. No había más celebración, más desnudez”, reflexiona. Un día, en un impulso, cortó un sujetador y destapó su otro pecho. Se miró sin tapujos. “Y me descubrí flirteando, recuperando mi intimidad”, añade.
De esta pequeña epifanía nació Anna Bonny, firma que confecciona monokinis, prendas que tapan el pecho desaparecido y dejan el otro al descubierto. “Es un complemento pero es también un símbolo que combate ciertos prejuicios alrededor de qué es ser mujer y cómo se vive con un solo pecho. Empodera”, argumenta Morales. Anna Bonny fue una pirata irlandesa del siglo XVII, “malota, pero educada, bisexual, que se servía de la belleza para la conquista”. En la metáfora que Morales ha construido, la pirata está de vuelta sin pecho en vez de sin ojo. “Me inspiré en una fotografía de Helmut Newton de una mujer con un parche en el ojo. Prefiero esa idea de aventura cuando se habla de entender una enfermedad más que hablar de lucha o de supervivencia, no me gusta ese lenguaje bélico”, sostiene.
El diseño de Morales ha sido celebrado. Premiado en el festival francés de moda de Lleres en la categoría de accesorios, su creadora se alegra de las cartas de alivio que ha recibido. Por ejemplo, de mujeres diagnosticadas de cáncer de mama a las que la existencia del monokini les ha ayudado a tomar decisiones y asumir la no reconstrucción. O mujeres que se han atrevido a dejar la prótesis de lado, salir con un pecho y experimentar un nuevo tipo de libertad. También mujeres que han roto esa sensación de incomodidad en momentos de desnudez. “Hay que normalizar”, afirma Morales. Sin embargo, esto no significa que se tenga que explicar todo: “Es una manera de decir que estás ok con tu cuerpo. De hecho, la prenda la compran muchos hombres”, concluye.
Las zapatillas universales diseñadas por personas ciegas
Diego Soliveres, tinerfeño de 40 años con una discapacidad visual del 75%, se sirve del tacto para diseñar el que considera el calzado más inclusivo del mundo. Es uno de los tres socios de Timpers, una firma de zapatillas diseñadas por ciegos, pero pensadas para todo el mundo. “Importan muchísimo más nuestras capacidades que nuestras discapacidades”, afirma Soliveres, que dejó de vender cupones para sumergirse en el sector textil. Sus zapatillas usan el contraste de texturas —una de sus favoritas se compone de corcho y fieltro verde para evocar un día de campo—, cordones redondos y colores vistosos. Su objetivo es normalizar la ropa para invidentes: “La gente habla de integrar a las personas con discapacidad, pero cuando hablas de integrar ya das por hecho que hay algo excluido o diferente”, cierra.
Su historia forma parte de Pienso, Luego Actúo, la plataforma social de Yoigo que da voz a personas que están cambiando el mundo a mejor y que ha colaborado en la divulgación de su tarea. Si quieres escucharla, pincha en el siguiente podcast.
La asesoría que enseña cómo hacer ropa para todos
Si algo quiere dejar claro Rut Torró, barcelonesa de 48 años, es qué significa inclusión. “Es simple: una prenda inclusiva es cuando todo el mundo se la puede poner, no solo una persona, sin necesidad de adaptarla”, explica. Admite que se las ha visto y deseado para hacer pedagogía con este concepto de diseño universal. Y precisamente de este empeño nace Movingmood, una asesoría para empresas textiles que quieran incorporar esta noción a sus procesos productivos.
¿Y cómo se materializa esta misión? “Si resolvemos el uso para las personas que más dificultades tienen todas las que están por debajo se beneficiarán”, sintetiza Turró. Uno de sus métodos consiste en analizar la accesibilidad de las colecciones y plasmarlo en un panel visual, un cánon que los diseñadores pueden seguir de ahí en adelante. Otra solución, esta para empresas de estampados y color, es el uso de cartas de colores para personas con daltonismo o hipersensibilidad. Los estudios creativos, universidades y escuelas de diseño son sus principales clientes, pero Movingmood también trabaja con el gremio catalán de la moda y colabora en programas de inclusión europeos. “Incidimos en el diseño de producto, pero también en cosas tan concretas como adaptar las máquinas de coser o integrar a personas con discapacidad en la propia industria”, detalla.
“Es simple: una prenda inclusiva es aquella que todo el mundo se puede poner”, afirma Rut Torró
En el futuro próximo, entiende Torró, se hablará de inclusión en las empresas del mismo moda que ahora se habla de sostenibilidad. “La discapacidad nos afecta a todos. Hay gente a la que le afecta el 100% del tiempo; a otra el 50% del tiempo, porque se te ha roto un brazo, por ejemplo; y a otros de manera circunstancial”, añade. Y termina con una anécdota que refleja lo que queda por hacer. “Me encuentro personas con discapacidad que, con un calor evidente, no se quitan el abrigo”, explica. “¿No te lo quitas porque tienes frío o porque te cuesta ponerlo o sacarlo? Y me sonríen y ya sé por qué es”.
‘PIENSO, LUEGO ACTÚO’ TAMBIÉN SE ESCUCHA
Descubre a través de las voces de sus protagonistas otras muchas historias de personas que pensaron y después actuaron. Pincha aquí para conocerlas.
CRÉDITOS
- Guion y redacción: Jaime Ripa
- Coordinación editorial: Francis Pachá
- Coordinación diseño: Adolfo Domenech
- Diseño y desarrollo: Juan S. Mayordomo y Rodolfo Mata
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