Emmanuel Macron afronta este jueves una nueva jornada nacional de huelgas y manifestaciones tras el forcejeo parlamentario que concluyó el lunes con la adopción de la impopular reforma de las pensiones. Los sindicatos y la oposición quieren demostrar que, tras una semana de tensión política y social, el movimiento está lejos de agotarse. Y que, al contrario, puede ampliarse y plantear un desafío aún mayor al presidente de la República.
Más de trescientas manifestaciones están convocadas por toda Francia, así como huelgas en sectores clave como la energía, los transportes o la educación. Es la novena jornada de huelgas y manifestaciones desde que el Gobierno presentó la ley en enero. Las ocho anteriores no lograron disuadir a Macron en su empeño por aumentar de los 62 a los 64 años la edad de jubilación en Francia.
Pero la jornada de este jueves tiene algo distinto. Es la primera después de unos días en los que las manifestaciones han abocado a Francia a una crisis política y social cuyo único antecedente reciente es la revuelta de los chalecos amarillos en 2018.
El 16 de marzo, tras constatar que en la Asamblea Nacional carecía de los votos suficientes para aprobar la ley, Macron recurrió al artículo 49.3 de la Constitución. Este artículo permite imponer una ley sin voto. A cambio, la oposición puede presentar una moción de censura y, al mismo tiempo, hacer caer al Gobierno y anular la ley. Las dos mociones de censura presentadas el lunes fracasaron, aunque una quedó a solo nueve votos de la mayoría. La ley quedó aprobada. Ahora está pendiente del dictamen del Tribunal Constitucional.
El final del proceso legislativo podría significar el principio del fin de movimiento social, por agotamiento o por resignación. Pero la manera expeditiva como la ley se ha aprobado (la oposición considera que se ha producido una “denegación de la democracia”) ha añadido, para muchos franceses, nuevos motivos de indignación contra el presidente. Podría ser el prolegómeno de un desafío todavía mayor en la calle.
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La entrevista televisiva de Macron el miércoles no sirvió para calmar los ánimos. El presidente no hizo ninguna concesión a las reivindicaciones. Dijo que hay que escuchar la “cólera legítima” que se expresa en las manifestaciones masivas pacíficas, pero añadió: “No toleraremos ningún desbordamiento”.
Las palabras del presidente eran un aviso a los protagonistas, desde la aplicación del artículo 49.3 la semana pasada, de altercados en París y otras ciudades. Los altercados son una novedad en un movimiento hasta ahora pacífico. La ONG Amnistía Internacional ha alertado sobre “el recurso excesivo a la fuerza [por parte de la policía francesa] y las detenciones abusivas”.
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