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La natalidad se desploma en España por el confinamiento


Nueve meses después, los augurios de los expertos se cumplen. Los nacimientos en diciembre y enero caen un 22,6% respecto a los mismos meses del año anterior. La pandemia ha desplomado la natalidad en España. Aún no es el dato definitivo, pero constituye el primer indicador de los efectos del confinamiento de marzo y abril, cuando fueron concebidos los niños nacidos en diciembre y enero. Esos meses se inscribieron 45.054 bebés fruto de aquellos días en que el país se encerró en casa, según la información de 3.929 registros civiles informatizados, correspondientes al 93% de la población. Son 13.141 niños menos. El descenso hundirá la fecundidad en un país que arrastra años de bajadas. Se tienen cada vez menos hijos y se tienen más tarde. Y, ahora, con la incertidumbre en la que nos ha sumido el virus, se prevé que la situación se agrave. ¿Cuánto? ¿Hasta cuándo? Nadie se atreve a pronosticarlo, pero sí a aventurar que no será una crisis de unos meses.

El problema es que llueve sobre mojado. Los 360.617 nacimientos en 2019 suponían la cifra más baja de toda la serie histórica del Instituto Nacional de Estadística, que arranca en 1941, un récord que también alcanzó al primer semestre de 2020. Estas cifras se explican porque ahora mismo hay generaciones menos numerosas de mujeres en edad de ser madres y porque el momento de tener el primer hijo va retrasándose paulatinamente. Pero a esto hay que añadirle ahora las consecuencias sociales y también psicológicas de una pandemia.

Hospitales como Vall d’Hebron o Sant Pau, en Barcelona, atendieron en 2020 un 10% menos de nuevos embarazos y los partos han disminuido al mismo ritmo durante enero y febrero de 2021. En el Hospital La Paz, en Madrid, se registraron en 2020 hasta un 14% menos de consultas a partir de los tres primeros meses de embarazo. Hay centros que no perciben un cambio de tendencia porque la caída de la natalidad ya se venía registrando con anterioridad. Como sucede en el Hospital Miguel Servet, en Zaragoza, donde el jefe de Obstetricia, Sergio Castán, habla de un descenso “del 5% anual” que ya se observaba previamente, o el Hospital Virgen del Rocío, en Sevilla, cuyo director de la unidad maternofetal, Guillermo Antiñolo, cifra en un 40% la reducción de partos atendidos en 12 años: de 9.000 en 2008 a poco más de 5.000 en 2020.

Los datos confirman que hay un fenómeno nuevo sumado al de una caída progresiva de la natalidad. Solo en el pasado enero, el primer mes completo en el que pueden calibrarse las consecuencias del confinamiento, se inscribieron en el registro civil 6.889 bebés menos que el mismo mes de 2020. La diferencia es notable porque en enero de 2020 se registraron 511 niños menos que ese mes de 2019. Si la caída de 2019 a 2020 fue del 1,7%, la de ahora, del 23%. Ahí está la pandemia.

“Será el INE quien dé la cifra real, pero el dato concuerda con lo que esperábamos y lo que estamos viendo en otros países”, explica Diego Ramiro, director del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En diciembre, la reducción en Italia fue del 21,6%. En enero, los nacimientos descendieron en Francia en un 13%. “En algunos estados de Estados Unidos como Florida, California o Hawái, se han contabilizado caídas desde el 5% a casi el 20%”, añade.

Marzo y abril fueron los meses más negros de la pandemia, la primera vez que se ordenó a los ciudadanos que se encerraran en casa. En esos días, las calles se vaciaron y los muertos se contaban por centenares. Solo el 30 de marzo perdieron la vida 913 personas. Se paró prácticamente todo. En mes y medio se destruyeron casi un millón de empleos. Por entonces el horizonte de la vacuna ni se vislumbraba. La vida normal se esfumó y, entre dificultades económicas, dudas sobre el futuro o la salud, muchos decidieron retrasar la decisión de formar familia.

Ramiro cree que la bajada afectará fuertemente a los concebidos entonces y en mayo, los meses más duros del confinamiento. “Podemos esperar que tras decaer el estado de alarma se concibieran más niños. Pero cuando vuelve la segunda ola, probablemente haya otro retraso, y así con la tercera ola. No conviene extrapolar los datos de los dos meses de confinamiento al resto del año, pero se prevé que la caída será fuerte”.

La gripe de 1918

En términos de caída de la fecundidad, los efectos de la pandemia no son comparables a lo sucedido en la Guerra Civil, el momento de la historia reciente de mayor derrumbe en las cifras, dice Ramiro. Alberto Sanz, profesor de la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, explica que entonces el traslado de hombres al frente, la muerte y posterior miseria y purgas rompieron la tasa de fecundidad, pero aquella generación tuvo otra oportunidad para tener hijos dado que la edad para formar familia era muy temprana. E incluso tras la pandemia de la gripe española de 1918, la recuperación fue “rápida”: no era común usar anticonceptivos y las prácticas sexuales no estaban desligadas de la reproducción.

Pero, en esta ocasión, Ramiro no espera un repunte cuando pase el temporal: “Aparte de la crisis epidémica, tendremos una crisis económica y ya hemos visto los efectos de la de 2008, que ha provocado una caída de forma sostenida. Ahora entramos en un año de parón y tendremos los niveles más bajos de fecundidad que haya habido nunca en España”.

Estamos inmersos aún en los rescoldos de esa crisis económica. Alberto Sanz explica que “dejó el nivel más bajo de fecundidad, que pasó de 1,4 a 1,2 hijos por mujer [uno de los más bajos del mundo]”. El problema no es que se tengan pocos niños, sino la diferencia con la maternidad deseada: la mayoría de la población querría tener dos hijos. El panorama que deja la covid complica la situación. Para Albert Esteve, director del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona, la cuestión es que en un país en que “la edad media de las madres primerizas es de 32 años, si la pandemia retrasa la decisión otros dos años, la fertilidad será más complicada, y la opción de tener un segundo hijo todavía más”. Es probable que haya familias que no lleguen a tener ese segundo hijo y que crezcan las parejas sin descendencia.

Teresa Castro, demógrafa del CSIC, habla de un cúmulo de factores tras esta caída. Una suerte de tormenta perfecta que se resume en cuatro palabras: incertidumbre laboral y vital. “Una encuesta realizada en marzo y abril [de 2020] por investigadoras italianas revelaba que un alto porcentaje de quienes querían tener hijos en los próximos 12 meses habían retrasado o abandonado sus planes. En España, la mitad dijo que lo pospondría y un 29%, que desistía”, afirma. “El mayor factor es la incertidumbre laboral. Aunque no pierdas el trabajo, tienes miedo de perderlo y decides esperar, pues se prevé un aumento del desempleo y la temporalidad. Pero la generación joven adulta a la que pilló la crisis del 2008 ya retrasó transiciones vitales como emanciparse, formar familia. Aún no hemos remontado de esa crisis y ahora llega esta”, sostiene.

Albert Esteve coincide con este razonamiento. “Potenciar la conciliación familiar y los permisos de paternidad es útil, pero lo más importante para elevar la fecundidad es facilitar que los jóvenes se emancipen antes. No puede ser que la mitad de los jóvenes de 30 años no se hayan emancipado”, indica. Señala además que en la caída influirá también que los flujos migratorios se han frenado en seco, y que son las mujeres de origen extranjero las que mayores tasas de fecundidad presentan (1,59 hijos por mujer, frente al 1,17 de las españolas). Y que las estadísticas se verán afectadas por la postergación de los embarazos por reproducción asistida.

Reproducción asistida

Esos tratamientos se frenaron durante el confinamiento y la lista de espera en la sanidad pública puede haber aumentado un 50%, según la experiencia de Elisa Llurba, directora del servicio de Ginecología y Obstetricia en el Hospital Sant Pau, un centro donde del 10% al 15% de los embarazos son con reproducción asistida. La especialista sostiene que la precariedad está empujando a futuras madres a renunciar a tratamientos privados para inscribirse en las listas de espera de la pública. Un proceso que se alarga un tiempo con el que muchas no cuentan.

“La pandemia nos genera por un lado alerta y por otro, incertidumbre. Y tomamos decisiones de acuerdo al nivel de certidumbre”, señala Miguel Hierro, profesor de Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid. Huye de generalizaciones y apunta que probablemente una pareja con 38 años sienta que tiene menos margen de espera que una de 23 y es posible que le cueste más demorar la decisión. Pero explica que esta incertidumbre que lo invade todo desde hace ya un año se relaciona también con el bienestar que se quiere para los hijos: “Si entiendo que la pandemia puede afectar a la crianza y su desarrollo, puedo postergar tenerlos”.

Albert Esteve cree que 2022, cuando nazcan los concebidos este año, puede ser aún peor. Es posible que haya una cuarta oleada. Y se verá que la crisis ha limitado aún más la capacidad de emancipación de los jóvenes, explica. Todo depende de la evolución de la economía en los próximos años. Pero no se espera una recuperación en V de la fecundidad, señala Diego Ramiro. Los pronósticos no son buenos en el futuro próximo. Hay crisis de natalidad para rato.

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