La necesidad de aumentar la cobertura mundial de la medicina nuclear contra el cáncer


Los avances en la lucha contra el cáncer han rendido enormes beneficios y salvado millones de vidas. Entre 2000 y 2015, la probabilidad de los pacientes de morir por la enfermedad se redujo un 20% en los países de altos ingresos.

Pero este progreso ha eludido a gran parte del resto del mundo, profundizando prolongadas desigualdades globales. Y el problema va de mal en peor. Siete de cada 10 personas que fallecerán de cáncer en las próximas dos décadas serán de países de ingresos bajos y medios, muchos de los cuales carecen incluso de las herramientas básicas para dar respuesta a la crisis. Para 2040, el cáncer habrá matado a 11 millones de personas al año en estos países.

En América Latina y el Caribe, en 2020 hubo cerca de 1,5 millones de casos. Para 2040, se espera que aumenten en casi un millón, con un alza de los fallecimientos anuales de 713.000 a 1.25 millones. Asimismo, África, que ya tiene una tasa mortalidad por cáncer un 30% por sobre el promedio global, sufrirá un aumento de los casos en las próximas décadas.

Siete de cada 10 personas que fallecerán de cáncer en las próximas dos décadas serán de países de ingresos bajos y medios

Cambiar esa trayectoria debe convertirse en una prioridad global mayor. Está en camino un profundo cambio epidemiológico, y a todos nos conviene mantenernos por delante de él. A medida que las mejoras en la calidad de vida llevan a vidas más prolongadas, las muertes por cáncer superan en número a las causadas por enfermedades transmisibles. En África, mata más gente que la tuberculosis y, al menos, a tantos como la malaria. Desde fines de 2019, seis veces más africanos –y diez veces más asiáticos– han fallecido por cáncer en comparación con quienes han sido víctimas fatales de la covid-19.

Los presupuestos de salud todavía tienen que reflejar este cambio. En varios países de ingresos bajos y medios, los fondos para combatir enfermedades no transmisibles son una pequeña fracción del total. Con 23 países africanos donde no hay siquiera una máquina de radioterapia, más del 70% de la población del continente no cuenta con acceso a este tratamiento, a pesar de que más de la mitad de los pacientes lo necesita. En África, el gasto anual per cápita en radioterapia es 0,53 dólares (0,48 euros); en América del Norte, donde las necesidades radioterapéuticas están plenamente satisfechas, la cifra es 35 veces mayor, y una comparación similar puede hacerse con Europa.

En África, mata más gente que la tuberculosis y, al menos, a tantos como la malaria. Desde fines de 2019, seis veces más africanos han fallecido por cáncer en comparación con quienes han sido víctimas fatales de la covid-19

La mortalidad global por cáncer refleja esta desigualdad. En los países de altos ingresos, siete de cada 10 niños sobreviven a la enfermedad, mientras que la cifra para África es menos de tres de cada 10. En América Latina y el Caribe, donde se encuentran más del 10% de los casos de cáncer infantil, más niños y adolescentes mueren por esta enfermedad que por cualquier otra causa.

Estas desigualdades no tienen por qué persistir. La inversión en la lucha contra el cáncer puede rendir retornos significativos. La ampliación y mejora del tratamiento, la imagenología y la calidad de los cuidados podría aumentar por diez las tasas de supervivencia de cinco años en los países de bajos ingresos, y más que duplicarlas en los países de ingresos bajos a medios. Aumentar el acceso a la medicina nuclear (radiología especializada) y a servicios de imagenología médica podría evitar cerca de 2,5 millones de muertes por cáncer a nivel mundial para 2030, rindiendo ganancias en productividad globales equivalentes a cerca de 1.200 millones de euros, un retorno neto de 166 euros por cada euro invertido.

Aumentar el acceso a la medicina nuclear podría evitar cerca de 2,5 millones de muertes por cáncer a nivel mundial para 2030

Algunos lectores podrán preguntarse por qué el jefe de la principal entidad de control de la proliferación nuclear del mundo escribe sobre la brecha en la lucha global contra el cáncer. De hecho, el Organismo Internacional de Energía Atómica tiene un mandato multifacético y fue creado para llevar aplicaciones pacíficas de la ciencia nuclear a quienes las necesitan. Puesto que la medicina nuclear desempeña un papel principal en la lucha contra el cáncer, una de nuestras principales tareas es ayudar a los estados miembros a disponer de esta tecnología. Desde Níger a Uzbekistán, hemos estado ayudando a que los países amplíen su capacidad de hacer frente al cáncer por más de seis décadas.

Si bien cada país debe determinar sus propias prioridades, la comunidad internacional puede y debe desempeñar una valiosa función de apoyo. El mes pasado, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, y yo nos comprometimos a aumentar la escala de la prolongada colaboración de nuestras organizaciones para ayudar a que los países enfrenten el cáncer.

En el OIEA, hemos pensado mucho en cómo hacerlo, mapeando los recursos y las necesidades en torno al cáncer en los países en desarrollo y calculando los retornos positivos sobre la inversión en una variedad de escenarios locales. Todo eso nos motivó a lanzar Rayos de Esperanza, una iniciativa que aúna gobiernos donantes, expertos técnicos y médicos, organizaciones internacionales, instituciones financieras públicas y el sector privado. Juntos, todos ellos pueden ayudar a países con poca o ninguna capacidad a construir la infraestructura necesaria, adquirir nuevos equipos, apoyar la innovación y ofrecer la formación necesaria. Más aún, los países que estén más avanzados en estas áreas se pueden convertir en referencias regionales, ayudando a ampliar el cuidado y la formación en este ámbito.

En tiempos en que la cantidad de casos de cáncer va en aumento, quedarse quieto significa retroceder. La pandemia de la covid-19 interrumpió los cuidados contra el cáncer en el planeta. En África y América Latina, la cantidad de procedimientos de medicina nuclear cayó inicialmente en un 69% y un 79%, respectivamente.

Es tiempo de que las autoridades reevalúen sus prioridades. Con ello ayudarán a abordar una profunda injusticia y a ponernos en camino de asegurar que los avances logrados en la lucha contra las enfermedades transmisibles no se vean opacados por el aumento de las no transmisibles, en particular el cáncer.

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