La nueva ola de covid


La oleada masiva de hospitalizaciones y fallecimientos debidos a la covid-19 en Alemania plantea inquietantes dudas sobre quién está al mando. Las autoridades alemanas, que fueron incapaces de alcanzar los niveles adecuados de aprovisionamiento de vacunas en las fases tempranas de la pandemia, han vuelto a cometer el mismo error: no han adquirido las dosis de refuerzo necesarias ni han creado una red de centros de vacunación para administrarlas rápidamente. Hasta este fin de semana, solo el 11,4% de la población ha recibido el pinchazo de refuerzo. Es muy difícil conseguir una cita, los consultorios médicos son los únicos autorizados a inocularlos, y la red no se ha ampliado a las farmacias. Dado que la eficacia de las vacunas contra la covid decae al cabo de unos seis meses, Alemania entra en el invierno con una gran parte de la población actualmente desprotegida, debido a una combinación de fallos del sistema y de toma de decisiones. Lothar Wiele, presidente del Instituto Robert Koch, advertía esta semana de que el país se está quedando sin camas de cuidados intensivos. Es una emergencia de primer orden, aseguraba.

Pero ¿por qué vuelve a pasar lo mismo? La respuesta es que el sistema sanitario alemán, por muy bien financiado que esté, no está preparado para una pandemia, ni siquiera para las emergencias de salud pública en general. Aunque es un sistema financiado con fondos públicos, su gestión es privada. Los Estados se encargan de las administraciones sanitarias locales y de los hospitales. Los seguros de salud son competencia del Gobierno federal, pero los Estados supervisan las compañías aseguradoras. ¿Qué puede fallar?

La principal responsabilidad del Gobierno federal en la lucha contra la covid-19 es coordinar la respuesta a la pandemia. Los Estados federales tienen derechos de codecisión a través de sus representantes en el Bundesrat, la Cámara alta del Parlamento.

Alemania cuenta con un sistema de delegación similar para las catástrofes consecuencia de las inundaciones. No hay la más mínima esperanza de que el país haya sacado conclusiones de las riadas de este verano, que se llevaron la vida de 184 personas en el oeste del país. La gestión de la sanidad y de las crecidas tiene que ver esencialmente con la preservación de los poderes feudales locales.

Es inútil esperar que la coalición semáforo presidida por Olaf Scholz vaya a cambiar esta situación. No tiene mayoría en la Cámara alta, donde la CDU sigue siendo el partido dominante. La persistencia de la ineficacia en la gestión de las crisis está garantizada.

El sistema federal alemán es un sistema de derechos y responsabilidades entrelazados y de impuestos y programas de inversión compartidos entre el Gobierno de Berlín y los länder. Además, también circulan flujos de financiación desde los Estados más ricos a los más pobres. La teoría matemática de nudos no sirve ni para empezar a desentrañar el enredo. La estructura es muy diferente de la del sistema federal estadounidense o el suizo, en los que los derechos y las responsabilidades de cada nivel están más claramente asignados.

El sistema alemán se creó para evitar los abusos de poder, un campo en el que destaca. Pero no está hecho para adaptarse rápidamente. Unas elecciones por sí mismas no cambian nada. El entorno que proporciona resultó ideal para la industria manufacturera en los buenos tiempos. Pero esos no son los tiempos en los que vivimos. Nos enfrentamos al cambio climático, a las enfermedades y a las perturbaciones tecnológicas a una escala sin precedentes. Y nuestros principales socios comerciales son países dirigidos por dictadores.

La experiencia alemana es un cuento con moraleja para la Unión Europea, en la que la separación de poderes tampoco es tan nítida como antes. La ausencia de un reparto claro de responsabilidades es la causa de que la gente culpe injustamente a la UE de la falta de suministros de vacunas o de las crisis en nuestras fronteras. Las políticas de competencia y comercio funcionan mucho mejor porque hay una línea clara entre las responsabilidades de la Unión y las de los Estados miembros. La UE también desempeña algunas funciones de coordinación útiles en materia de política exterior, pero debemos recordar que en este terreno no es un agente que actúe independientemente de los Estados miembros, de la misma manera que el Gobierno alemán no es un actor en materia de sanidad. El fracaso geopolítico de Europa no es el fracaso de una sola institución, sino una consecuencia del hecho de que nadie esté al timón.

Mi consejo a los todos los eurófilos, y en especial a los de Bruselas, es que no persigan la ampliación de sus competencias en nuevos ámbitos, sino la profundización de las que tienen en los ya existentes. Deberían centrarse en completar la zona euro mediante la unión de los mercados de capitales, la unión bancaria, y un régimen fiscal conjunto. Lo último que se necesita es una fuerza de reacción especial.

Mi consejo a mis amigos de Berlín es que se esfuercen en lograr una separación más clara de los poderes estatales y federales para la gestión de epidemias, inundaciones y otras emergencias que no se detienen en las fronteras estatales.

En estos momentos, el Gobierno federal de Berlín no está equipado para luchar contra un virus, de la misma manera que la Unión Europea no lo está para luchar contra un dictador.


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