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La nueva ola demócrata acorrala a la vieja guardia del partido



El revolcón que Harris dio a Biden en el debate del jueves, sobre todo a cuenta de la herida racial, se convirtió en la principal noticia de la noche, pero probablemente el momento más definitorio lo proporcionó un joven congresista de California. Eric Swalwell, aspirante a la Casa Blanca de 38 años, espetó en un momento de la discusión: “Biden tenía razón cuando dijo que había que pasar el testigo a la nueva generación… Cuando lo dijo hace 32 años”.
Esta es una campaña de disyuntiva ideológica —si hay que agudizar el giro a la izquierda o amarrar el centro para recuperar la Casa Blanca—, pero también generacional. El líder en los sondeos, Joe Biden, tiene 76 años; el segundo, el senador izquierdista Bernie Sanders, tiene 77; y la tercera en discordia, la senadora Elizabeth Warren, también ubicada en el ala más progresista del partido, tiene 70. En el otro extremo se encuentra el joven alcalde de South Bend (Indiana), Pete Buttigieg, un hombre de 37 años desconocido hasta ahora por el gran público pero con un perfil rompedor: exmilitar veterano en Afganistán, religioso, homosexual, graduado en Harvard y de oratoria excelente. Se lleva cuatro décadas con Sanders. En una franja intermedia figuraría Kamala Harris, de 54 años.
Sanders, senador por Vermont, ya demostró en las primarias de 2016, que perdió tras una lucha hasta el último momento contra Hillary Clinton, que la edad no es inconveniente para electrizar al electorado más joven. Sin embargo, este jueves, situado junto a Biden y ambos flanqueados por Harris y Buttigieg, se le vio también superado en muchas ocasiones, y su estilo de discursivo —vehemente, con voz elevada y apuntando con el dedo a su interlocutor— funcionó peor al ponerlo en contraste con nueve voces más serenas, y no en un debate a dos.

Hay más de una veintena de precandidatos demócratas en liza, pero tan solo un puñado de ellos tienen posibilidades reales y muchos de ellos abandonarán la carrera por falta de fondos puede que incluso antes de las primeras elecciones primarias, las que se celebran en los Estados de Iowa y New Hampshire a primeros de 2020. En el grupo de cabeza, Harris y Buttigieg se van disputando el cuarto y quinto puesto, depende del momento de los sondeos.
Les sigue el texano Beto O’Rourke, de 46 años, que se convirtió en una estrella de las legislativas de noviembre, pese a perder la elección al Senado por Texas a manos del republicano Ted Cruz. Estos días, sin embargo, su brillo ha desaparecido en los debates, donde ha salido perdedor con un discurso algo hueco, en ocasiones, e incluso inseguro. En cambio, el exalcalde de San Antonio y exsecretario de Vivienda de la Administración de Obama, Julián Castro (44), que estaba pasando sin pena ni gloria en las encuestas, ganó enteros en el debate con su atrevido programa proinmigración. También el senador por Nueva Jersey Cory Booker (50), recuperó protagonismo con su oratoria.
Todos, en uno u otro momento, de manera más o menos directa, atacaron a Biden como símbolo del legado de Obama, que en este nuevo tiempo del Partido Demócrata y su giro a la izquierda ha quedado como conservador en materia económica y migratoria. Si Harris le recriminó su historial en asuntos raciales y deportaciones, Kirsten Gillibrand, senadora de Nueva York, le reprochó sus titubeos del pasado en materia de aborto. Si Swalwell le echó en cara la edad, Sanders criticó una apuesta moderada por la sanidad accesible. No hay una correlación entre juventud y giro a la izquierda.
Grosso modo, lo que divide a los demócratas es su enfoque sobre el sistema sanitario, los que como Sanders o Elizabeth Warren defienden un sistema público único y universal, frente a los que, como Buttigieg o Biden, creen que hay que garantizar el acceso para todos sin renunciar al modelo de seguros privados. Los hay que creen en la formación universitaria gratuita —de nuevo, como Sanders— y los que solo la contemplan así para familias sin recursos, que es el caso de Buttigieg. Los que quieren reformar la política migratoria de mano dura de Donald Trump frente a los que quieren descriminalizar las entradas irregulares: todos salvo Biden. Sanders se erigió en garantía de una economía más justa. Acabó admitiendo que la clase media pagaría más impuestos si él llegaba a la presidencia, pero a cambio, aseguró, “pagará menos en Sanidad”.
A diferencia de otros candidatos, optó por entrar al trapo contra Trump en el debate: “Es un mentiroso patológico, un racista, y ha mentido a los estadounidenses porque les dijo que estaría con los trabajadores y no ha sido así, ha bajado los impuestos a los más ricos y recortado la cobertura sanitaria”. Buttigieg destacó con un discurso elocuente, riguroso con los datos y humilde cuando uno de los moderadores le inquirió por la crisis que le acecha, la tensión policial en South Bend con la población afroamericana. “Es un desastre y los estamos pasando mal”, dijo.
Es probable que las encuestas castiguen ahora a Biden y le den un impulso a Harris, ayudada por una nueva ola de atención mediática. Pero faltan casi 500 días para las elecciones presidenciales y ganar un debate no es ganar las primarias, mucho menos la votación final contra Donald Trump.

La revuelta feminista

Se han presentado tantos aspirantes a la candidatura demócrata que los organizadores del debate tuvieron hacer una criba para poder participar en los debates y cuatro quedaron fuera. Se batieron 10 el miércoles y otros tantos el jueves. En total, hubo seis mujeres, el máximo en la historia. La victoria de Trump en noviembre de 2016 y el movimiento contra el acoso ‘Metoo’ casi un año después desembocaron en una movilización política femenina sin precedentes en Estados Unidos. Esta mayor participación cristalizó en las elecciones legislativas de noviembre, cuando uno de cada cuatro escaños en juego (entre Senado y Cámara de Representantes) fue ganado por una candidata.
Las bases del Partido Demócrata deben responder ahora si se atreven a presentar de nuevo a una mujer -Warren y Harris serían las mejor situadas- para recuperar la Casa Blanca u optan por un varón. Si un hombre gana las primarias, es más que probable que opte por una compañera de carrera, como candidata a la vicepresidencia. También pesará el factor de las minorías raciales. Es difícil imaginar que los demócratas lleven a la cita de 2020 a dos varones blancos.


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