Lo primero que le dijo el Loco Bielsa a Kiko Casilla (Alcover, Tarragona; 35 años) al llegar en enero de 2019 al Leeds es que el meta estaba “loco por aceptar el reto”. Una concesión al humor con ese aspecto de profesor ensimismado que gasta el técnico argentino. El portero venía del Real Madrid, donde ya se había quedado sin sitio incluso en el banquillo, y firmaba por un histórico que entonces estaba en la Segunda inglesa. Empezaba entonces un paso por las islas que no iba a ser nada accesorio en su carrera. Entre otras cosas, a los tres meses recibió la orden de su entrenador de dejarse un gol contra el Aston Villa —su equipo había marcado con un rival en el suelo— en una de las acciones de fair play más potentes de los últimos tiempos; y al año siguiente fue sancionado con ocho partidos, 70.000 euros y una sesión educativa por un insulto racista a un oponente que fue descifrado meses después por lectores de labios pese a que el futbolista siempre insistió en su inocencia. Aquel episodio, unido a la pandemia, le dejó cinco meses sin jugar.
Agitación no le faltó en Elland Road, pero el ascenso a la Premier en 2020 le hizo perder la titularidad y este verano se buscó una nueva vida como cedido en el Elche, rival del Real Madrid (14.00, Movistar), su club también de formación a principios de siglo. Su comienzo en la capital del Bajo Vinalopó no resultó muy prometedor. En la segunda jornada, un error grosero suyo supuso la derrota (1-0) ante el Atlético: despejó al aire una pelota y Correa empujó a la red. Y hace dos semanas, su actuación en el mal resultado en Vallecas (2-1) engordó el debate en la ciudad sobre el dueño de la portería, con Edgar Badía a la espera. De momento, la apuesta de Fran Escribá por el catalán no deja dudas. Ha disputado todos los minutos. Tampoco dispone el equipo del sistema defensivo más fiable, porque Casilla es el segundo guardameta que más tiros totales ha recibido (144, solo por detrás del espanyolista Diego López con 160), pero aún así figura con el sexto mejor porcentaje de paradas (73,5%).
Ante los blancos se librará de la amenaza de Benzema (baja por descanso), aunque enfrente tendrá medio once de viejos compañeros de su etapa en el Bernabéu, de donde fue despedido en enero de 2019 con honores por un vestuario, liderado en ese momento por el capataz Ramos, que le entregó una camiseta con el lema “Siempre de los nuestros”. Había llegado en el verano de 2015 procedente del Espanyol a cambio de seis millones como parte del plan de la entidad de intentar pacificar la portería merengue tras los tumultuosos meses que se vivieron en la última época de Iker Casillas.
Su adiós del Madrid
Debía haber sido el suplente de David de Gea, pero el episodio del fax lo impidió y finalmente lo fue de Keylor Navas, a cuya sombra se apuntó tres Champions y disputó 43 encuentros por las lesiones del tico y las rotaciones del primer Zidane. Hasta que en la 2018-19 se vio atrapado en medio de otra crisis en la portería blanca, entre Navas y Courtois, y el catalán, relegado a tercer guardameta, optó por marcharse con el Loco Bielsa. “En el Madrid ya pintaba poco. Vivía muy bien, pero siempre quieres jugar”, admitió después.
Se fue gratis y en el Leeds se puso en órbita nada más aterrizar bajo el peculiar manto del entrenador argentino. “A veces le matarías, pero luego ves cómo prepara cada partido, y eso el jugador lo nota”, comentaba Casilla recientemente. Allí se hartó de tocar la pelota con los pies para sacar el balón jugado, más incluso que cualquier rival, cuando en el Espanyol, al llegar hace una década al primer equipo, su profesor Thomas N’Kono le debió corregir el golpeo por lo malo que era. Ahora, en el Elche, sin tanta poesía como al norte de Inglaterra, se ha convertido en el quinto del campeonato que más lanzamientos en largo hace. Si todo va bien, dijo al llegar al conjunto ilicitano, podría quedarse más allá de esta temporada, pero para eso harán falta muchas paradas suyas.
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