Zinedine Zidane es el entrenador perfecto para el Real Madrid porque su conocimiento de la idiosincrasia del club le ha permitido enderezar uno de los defectos crónicos que más le han penalizado en los últimos tiempos: dejarse llevar en el día a día. Sus dos títulos logrados en las tres ligas completas que ha dirigido son la prueba de que el remedio funciona.
En un club donde la medida de todas las cosas es la Copa de Europa, el entrenador francés siempre ha ido a contracorriente preponderando el valor de la Liga en una entidad cegada por el lustre de sus conquistas continentales. Solidez, equilibrio, trabajo, sacrificio son términos que repite en sus rutinarias ruedas de prensa mediante un discurso tan previsible como eficaz.
La historia recordará a Zidane como el entrenador que ganó tres Copas de Europa consecutivas, pero nada ha hecho más feliz al francés que ver a su equipo fajarse jornada a jornada hasta ser el más regular. Se suele pasar por alto que Zizou siempre ha mencionado la Liga de 2017 como su momento más feliz del mismo modo que la debacle blanca en la Liga de 2018 fue el detonante de su incomprendido adiós días después de levantar su tercera Champions.
Sin nada que ganar y poniendo en riesgo su estatus como leyenda del club, Zidane regresó al Madrid para asumir el reto de reanimar un proyecto catatónico que pareció tocar a su fin en Kiev y que languideció sin remedio en la desastrosa campaña pasada. Sin embargo, la tan cacareada revolución que tenía que comandar Zizou nunca fue tal porque el francés sabía del potencial de una plantilla que necesitaba algunos retoques y sobre todo convicción para ser regular.
Este nuevo título sirve también para desmentir a quienes tildan a Zidane como un simple gestor de vestuario cuyos éxitos se explican a partir de su famosa flor. El entrenador francés, a quien no ayuda ese perfil bajo que gasta ante los medios, ha añadido nuevos registros a su libreta a medida que su evolución como técnico ha ido cristalizando. Pragmático como pocos, Zidane se ha adaptado a la perfección a las circunstancias, a sus rivales y a sus jugadores para construir un Madrid camaleónico y solidario.
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