La ONU advierte de que la humanidad se siente angustiada


En 2021, a pesar de alcanzarse el PIB más alto de la historia y de la creciente disponibilidad de vacunas contra la covid-19, la esperanza de vida se redujo 1,5 años a nivel global. Hoy, una sexta parte de la humanidad, 1.200 millones de personas, vive en territorios afectados por conflictos. El número de refugiados y desplazados por guerras y violencias alcanzó en 2020 una cifra récord (otro año más) de 82,4 millones. Una mujer o niña es asesinada cada 11 minutos en el mundo por su pareja o algún pariente. Cada día, 2.400 millones de almas se levantan sin saber si comerán antes de acabar la jornada, 800 millones pasan hambre. El calentamiento global amenaza la vida de 40 millones, que podrían fallecer por las altas temperaturas, la mayoría en países en vías de desarrollo.

La humanidad tenía motivos suficientes para sentirse angustiada incluso antes de que la covid-19 irrumpiese en nuestras vidas. También para lo contrario. Pero el progreso experimentado en el siglo XXI no fue suficiente para mitigar la sensación de incertidumbre e injusticia desencadenada por la creciente desigualdad y el cambio climático. Estos son los factores que destaca el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para explicar que seis de cada siete ciudadanos del planeta experimentaron sentimientos de inseguridad, según un estudio publicado este martes. Y la pandemia, estiman, ha empeorado esa sensación.

“Los ciudadanos ya no confían en el futuro aunque, según los indicadores de desarrollo tradicionales, somos la generación más rica en la historia de la humanidad, disponemos de tecnologías extraordinarias y nuestros niveles de educación son más altos que nunca”, explica por videollamada desde Nueva York el administrador del PNUD, Achim Steiner. Los datos que arroja el informe Nuevas amenazas a la seguridad en la era del Antropoceno, cuestionan la idea de que el desarrollo reduce la inseguridad. “El sentimiento es subjetivo, pero el dato de cuánta gente lo experimenta es empírico”, defiende el experto. Una vida acomodada ya no es garantía de tranquilidad. “Países con algunos de los niveles más elevados de buena salud, riqueza y enseñanza muestran mayor grado de ansiedad incluso que hace diez años”, apunta el documento. La desigualdad, la injusticia, los conflictos y el cambio climático eran los grandes generadores de incertidumbre, según el organismo de la ONU. A esa lista se ha sumado la pandemia.

En este sentido, el PNUD subraya que la elevada sensación de inseguridad humana apunta a las limitaciones de evaluar políticas y medir el progreso observando únicamente indicadores económicos. “La seguridad humana consiste en vivir libre de necesidades, del miedo y de la indignidad. Se trata de proteger lo que más nos importa a los humanos en nuestras vidas”, recuerdan los autores del documento sobre la definición de la ONU, de 2012.

El Programa de la ONU para el Desarrollo subraya de nuevo en este informe que estamos en la era del Antropoceno, lo que significa que el ser humano es responsable de lo que sucede en el planeta, para mal –el cambio climático, las guerras, la desigualdad– o para bien. “Todo depende de las decisiones que se tomen”, anota. “Enfrentar los desafíos y riesgos globales compitiendo unos con otros no tiene posibilidades de éxito. La solidaridad tiene que estar en el centro, porque somos interdependientes. El reto es poder traducir los riesgos en algo que fortalezca nuestra capacidad para abordarlos juntos”.

No lograremos enfrentar amenazas globales enfrentándonos unos contra otros y sin contar con los demás

Achim Steiner, administrador del PNUD

En opinión del mandatario, la pandemia ha sido “la ilustración más dramática” de que solo colaborando se puede recuperar la seguridad. Una que no proporcionan “los muros que nos separan de supuestos enemigos”, matiza, sino la que da tener un plato de comida en la mesa, un techo, una familia, la paz, la salud… La comunidad internacional, sugiere el PNUD, se tiene que focalizar en resolver estos problemas y garantizar tales derechos. En definitiva, en perseguir y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU para un mundo más justo, pacífico y un planeta todavía habitable para 2030.

“La humanidad en el siglo XXI debe entender que este concepto de seguridad humana está cada vez menos definido por un sentido territorial. No lograremos enfrentar amenazas globales enfrentándonos unos contra otros y sin contar con los demás”, analiza Steiner en una videollamada desde Nueva York. “El número de personas que huyen de sus hogares, ya sea como desplazados internos o refugiados, ha llegado a niveles récord. Hay indicios de que estamos quizás en un nivel de conflicto sin precedentes”.

“Quizás no sea una coincidencia que, en medio de una pandemia, a principios de 2022, no estemos viendo un mundo que se une, sino más y más ejemplos de tensiones y conflicto dentro de los países. Suenan tambores de guerra, una situación contraria de la que intuitivamente deberíamos estar”, alerta el administrador de la agencia para el desarrollo de la ONU. Tampoco es casual que el 10% de la humanidad presente afectaciones de su salud mental, según Steiner. “Es un síntoma y un impulsor de la inseguridad”, argumenta.

“No es inevitable”

Estar en la era del Antropoceno supone que el ser humano tiene en su poder la capacidad de destruir, pero también de transformar la vida en el planeta. De momento, los datos muestras un rumbo hacia un destino sombrío. Pero en las manos de la humanidad está el timón y la hoja de ruta que guía hacia un horizonte deseado, que son los ODS. Ese es el mensaje que quiere lanzar la ONU. “Con este informe sobre la seguridad humana, en un momento oscuro para la humanidad en medio de una pandemia, buscamos que se entienda que esto no es inevitable. Las tendencias son muy drásticas en cuanto a la desigualdad, la salud, el clima y la pérdida de biodiversidad… Pero estamos ante una oportunidad extraordinaria. Tal vez no sea un accidente que el primer mensaje que emergió en la pandemia es que tenemos que reconstruir mejor, salir de esta crisis con una recuperación que no nos lleve de regreso a donde estábamos en 2019″, explica Steiner. Para ello, dice, hay que huir del pesimismo que paraliza y es derrotista, y desapegarse del status quo y el business as usual.

Países con algunos de los niveles más elevados de buena salud, riqueza y enseñanza muestran mayor grado de ansiedad incluso que hace diez años

“Hablando con franqueza, el riesgo de que simplemente volvamos a donde estábamos antes es alto. No hay que dar por sentado que avanzaremos; desafortunadamente, los intereses económicos o la polarización no permiten que se tomen el tipo de decisiones audaces y visionarias que han definido los momentos de salir de una crisis en la historia, como tras la II Guerra Mundial o la Guerra Fría. Sin embargo, también hemos visto cómo hemos perdido esas oportunidades con el tiempo. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible son en este momento la mayor oportunidad que tiene la humanidad para centrarse en los intereses compartidos”, concluye Steiner.

―¿En quién pueden confiar los ciudadanos? ¿Qué institución pueden sentir que los está protegiendo o lo va a hacer?

―Es muy probable que depositen su confianza en su entorno inmediato, en su comunidad, en gente con la que trabajan. Las instituciones en general ya habían perdido mucho crédito en los últimos años. Debido a una creciente sensación de desigualdad, de injusticia. En un mundo en el que hay tanta riqueza disponible, ¿por qué todavía tenemos cientos de millones de personas viviendo en la pobreza extrema? ¿Por qué existe un contraste tan extraordinario entre los que se quedan atrás y los que han triunfado en esta economía del siglo XXI? La erosión de la confianza también es algo que está impulsando rápidamente una mayor inseguridad humana. Un contrato social se sustenta, en nuestras sociedades, en la elección de representantes que gobiernan en nuestro nombre; si los gobiernos no son capaces de cumplir, perderemos la confianza en ellos. Y las personas buscan formas alternativas de participar y, lamentablemente, a veces puede ser caldo de cultivo de extremismos. La radicalización política, la alienación y el extremismo están definiendo cada vez más el panorama político de países de todo el mundo.

Para los escépticos sobre el llamamiento a la solidaridad que el PNUD hace en su estudio, el administrador tiene unas palabras: “Es la única manera de avanzar. Sí, esto no es fácil y muchas veces hemos fallado, pero la historia humana también está llena de ejemplos de lo contrario”. Uno de ellos es el nacimiento de la propia ONU “en un momento en que el mundo se había desgarrado”. Su grandeza no radica en que las naciones se unieran, explica Steiner, sino en que el organismo representaba la idea de que los países necesitaban mejores maneras de resolver sus diferencias. “Y esa idea sigue siendo tanto o más relevante hoy en el siglo XXI que en 1947″.

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