Con un tercio de Liga consumido, la clasificación está en un parpadeo. Ocho puntos separan al quinto, plaza de Europa League, del colista. Quizás sea debido a la pandemia y a que el factor cancha pesa menos, siete equipos suman más a domicilio que en casa, pero la Liga está muy loca. Ganas tres jornadas seguidas, como el Celta, y pasas de ser último a rozar puestos continentales. Tienes un bache y tienes que empezar a preocuparte por la salvación.
En otros tiempos, está situación sería vista en Bilbao como una oportunidad. Una ocasión de oro para pelear por Europa, incluso por la Champions. Sin embargo, es contemplada como una trampa. Cuando entras desde el móvil a observar la clasificación de alguna de las múltiples aplicaciones existentes, lo de abrir el periódico parece que está en desuso, deslizas la pantalla hacia la parte de abajo. Sobre todo porque el Athletic ha sido incapaz de enlazar dos triunfos.
La brecha entre unos y otros equipos se irá aumentando con el paso de las jornadas, es lógico, pero como avancen las semanas y el descenso siga ahí, va a ejercer un efecto imán y los nervios van a estar a flor de piel en Bilbao. La caseta se encuentra con buen ánimo, así lo transmitieron Garitano y Muniain y lo reflejaron en Valencia. Pero el miedo aparece cuando menos te lo esperas. Y no es cuestión de ser negativo, a veces simplemente es la realidad.
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