Un cartel electoral en Budapest este 31 de marzo.

La oposición húngara desafía en bloque el gran poder de Orbán

La carretera que une el aeropuerto de Budapest con el centro de la ciudad, cosida con vallas publicitarias, ofrece al recién llegado una panorámica del espíritu de la campaña para las elecciones de este domingo. Nueve de cada 10 paneles huelen a Fidesz —el partido del ultraconservador primer ministro, Viktor Orbán— aunque su logo y su nombre no aparece en todos. La mayoría muestran al candidato de la oposición, Péter Márki-Zay, junto al ex primer ministro socialdemócrata Ferenc Gyurcsány, ambos con aspecto siniestro, junto a mensajes como “¡Peligrosos! ¡Páralos!”. En alguno, firmado por el Gobierno, sale Orbán con un eslogan institucional: “Conservemos la paz y la seguridad de Hungría”. Muy de vez en cuando, los de la oposición con Orbán junto a Vladímir Putin, y el texto: “El Putin húngaro o Europa; vota el 3 de abril”.

En ese trayecto está toda la campaña: el uso muy desigual de medios, que reduce la visibilidad de la oposición mientras Fidesz acapara con su apisonadora mediática la agenda pública; mensajes negativos contra el contrario en lugar de propuestas y programas, y el impacto de la guerra en un momento geopolítico decisivo.

Unos 8,2 millones de húngaros están llamados a participar este domingo en las elecciones parlamentarias más reñidas en los últimos 12 años. Orbán, cruzado iliberal contra los valores europeos, busca consolidar un régimen nacionalista y ultraconservador que mira más al Este que a Occidente. Seis partidos de la oposición se presentan unidos por primera vez para tratar de franquear un sistema electoral que favorece al partido en el Gobierno. Según los sondeos, los dos bloques llegan igualados a las urnas, con una ligera ventaja de Fidesz-KDNP. La campaña, atravesada por la invasión rusa en Ucrania, ha ido subiendo en intensidad los últimos días, con la acusación de Orbán de que Kiev intenta interferir en los comicios.

Los ciudadanos que acudan a las urnas encontrarán tres papeletas. Una, para un referéndum sobre la ley homófoba aprobada el verano pasado. Las otras dos son para las listas nacionales y los distritos electorales únicos, que según analistas y la oposición, han sido redibujados para beneficiar a Fidesz. De los 199 escaños, 106 los ocuparán los ganadores por mayoría simple de los distritos. El resto saldrán de las listas nacionales. La ley electoral se ha reformado varias veces desde que Orbán, de 58 años, ganó en 2010. En las tres elecciones (2010, 2014 y 2018) ha obtenido supermayorías de más del 66%.

Ante este panorama, la oposición decidió en 2020 unir fuerzas en la coalición Unidos por Hungría. En octubre pasado, seis partidos —desde los antiguos ultraderechistas de Jobbik, redireccionados hacia el centroderecha, a los socialdemócratas de la Coalición Democrática (DK), pasando por liberales, socialistas y verdes— celebraron unas primarias de las que salió su candidato. Márki-Zay, un conservador independiente con tendencia a meter la pata en sus declaraciones, se convirtió en la única baza contra Orbán.

Un cartel electoral en Budapest este 31 de marzo.
Un cartel electoral en Budapest este 31 de marzo. ZSOLT CZEGLEDI (EFE)

“A la oposición le costó dos o tres meses organizarse, con muchos conflictos internos”, asegura el politólogo Zoltan Miklosi, de la Universidad Centroeuropea, obligada a trasladarse de Budapest a Viena. Decidir un programa, cerrar una lista y coordinar la campaña no resultó sencillo con seis organizaciones tan dispares y un candidato outsider. En enero, ya más compuestos, arrancaron con una unidad aparente y una gran movilización de sus bases, según Miklosi.

Su mensaje y objetivo es sencillo: sacar a Orbán del poder. Después, si ganasen, ya verían cómo desmantelar el Estado iliberal que ha construido —no lo tendrían nada fácil, porque muchas de las reformas necesarias, empezando por la Constitución, requieren una mayoría parlamentaria de dos tercios—; luchar contra la corrupción, y reorientar la política exterior que con Fidesz se ha dirigido al Este, especialmente Rusia, para volver a una relación de normalidad con la Unión Europea.

El ecosistema mediático construido por Fidesz, con una enorme concentración de medios privados y la radiotelevisión pública entregada a la propaganda, no ha facilitado la campaña a la oposición. La televisión pública otorgó a Márki-Zay los cinco minutos de rigor de los que dispone la oposición por ley en horario de mañana del miércoles 16 de marzo. El mismo día, difundieron íntegro nueve veces el discurso que Orbán había dado el día antes en el acto central de la campaña, según Mérték, una organización que monitoriza los medios. En la calle, Fidesz, el Gobierno y una fundación de su esfera de influencia se han gastado 8,4 millones de euros en 12.171 vallas publicitarias, mientras la oposición ha invertido 1,05 millones en 1.564 anuncios, de acuerdo con un estudio Transparencia Internacional y dos organizaciones más.

Péter Márki-Zay en un mitin en Budapest, este martes.
Péter Márki-Zay en un mitin en Budapest, este martes. Anna Szilagyi (AP)

La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa dijo en 2014 que las elecciones habían sido “libres, pero no justas” y en 2018, que no se habían celebrado en igualdad de condiciones. Este organismo ha enviado este año una misión de observación más amplia. Las acusaciones mutuas de fraude ya se están produciendo. La oposición denuncia que se han encontrado votos por correo a su favor quemados y destrozados en Transilvania (Rumania), y ambos aseguran que la otra parte ha hecho un uso ilegal de bases de datos para enviar mensajes electorales.

La irrupción de la guerra

La guerra se apoderó de la campaña el 24 de febrero. Orbán se movió con relativa rapidez para reconducir una situación en teoría desfavorable, por su estrecha relación con el Kremlin. Condenó la agresión rusa y votó a favor de las sanciones de la UE, pero advirtió de que no apoyaría el veto a las importaciones energéticas. Aceptó reforzar la presencia de tropas de la OTAN en el oeste del país, pero se negó a mandar armas a Ucrania o dejar que otros las enviasen a través de Hungría. Se autoerigió en garante de la paz y de la estabilidad, con precios de gas y gasolina baratos. Y repitió una y mil veces que la oposición arrastraría al país a la guerra y a la ruina.

Los últimos días de campaña, la tensión ha ido en aumento. La postura tibia de Orbán y su cercanía con Putin le han costado reproches de Polonia, su mayor aliado en la UE, y de sus otros dos socios del Grupo de Visegrado, República Checa y Eslovaquia. El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, señaló al primer ministro en intervenciones internacionales por su equidistancia. Esta semana, Direkt36 desveló además que el Ministerio del Exterior fue hackeado por Rusia en 2021 y a pesar de todo, el ministro Péter Szijjártó acudió después a Moscú a ser condecorado. Tras estos movimientos, el Gobierno acusó a Kiev de intentar intervenir en las elecciones. Primero fue Szijjártó, y después, directamente Orbán: “La izquierda [como se refieren siempre a la oposición, aunque incluya a la derecha] ha llegado a un acuerdo con los ucranios. Si ganan, empezarán a enviar armas, cortarán el gas y destruirán la economía”.

Los mensajes sobre la economía y el peligro de ruina caen en un país en el que, como en el resto de Europa, la inflación está disparada. El Gobierno ha tratado de luchar contra la pérdida de poder adquisitivo con una inyección preelectoral de casi 5.000 millones de euros para familias y pensionistas. Los húngaros decidirán este domingo quién resolverá los problemas económicos y si, como repite Márki-Zay, el país pertenece al Este o a Occidente.

Los sondeos mantienen la ventaja de Fidesz, con más o menos margen según quién los publique (41% frente a 39% el más reciente, de IDEA). “Las elecciones siempre han sido importantes. Pero lo que está en juego es mucho más, con la guerra y el posible colapso de la economía”, dijo el primer ministro en una entrevista este viernes. El candidato de la oposición, muy religioso, asegura que cree en los milagros e insiste en que él nunca ha ganado en los sondeos, pero siempre ha vencido en los comicios.

Un referéndum para legitimar la ley homófoba del Gobierno

Entre los paneles con crispados anuncios electorales, destacan unos de una blancura inmaculada. Muestran a una madre con su hija en brazos, las dos vestidas de blanco, y el mensaje: “¡Proteja a los niños!”. Son la publicidad del Gobierno para el referéndum que también se celebra este domingo sobre la ley que prohíbe hablar de la homosexualidad en las escuelas. Ante el procedimiento de infracción que le abrió la UE, Orbán busca legitimar su norma homófoba con el apoyo de la sociedad húngara. 

Luca Dudits, de Háttér Society, la mayor organización de defensa de los derechos LGTBI de Hungría, denuncia cómo están formuladas las cuatro preguntas, que en algunos casos plantean cuestiones que no están en la ley: “Una cosa sería preguntar si apoya que los niños reciban información conforme a su edad sobre sexualidad y género [que según un sondeo, el 90% respalda] y otra muy distinta, si apoya que los medios de comunicación difundan contenido que pueda tener un efecto negativo en el desarrollo sexual de los menores”.

La sociedad húngara, según varias encuestas publicadas desde el verano, no es homófoba, sostiene Dudits. El 70% apoya el matrimonio del mismo sexo y la adopción por parte de estas parejas. Por eso, el enfoque del Gobierno es “proteger a los niños frente a la depravación”, añade el activista. El problema es que, cuando el Gobierno fomenta estas leyes “aumentan los delitos de odio y la violencia contra las minorías sociales”. Según Háttér, las agresiones y el acoso a la comunidad LGTBI han aumentado desde el verano y en muchas ocasiones, los agresores repetían: “Esto lo pueden ver mis hijos”.

En su acto de cierre de campaña, Orbán dijo que el referéndum es tan importante como las elecciones. “Tenemos que parar la locura de género que claramente está causando más y más problemas en Occidente”, dijo. Y concluyó con su clásico: “Las madres son mujeres, los padres son hombres, nuestros hijos deben estar tranquilos, nuestras familias deben ser protegidas”.

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