La OTAN protege el aeropuerto de Kabul en plena estampida de las embajadas occidentales


La OTAN ha decidido mantener su presencia en Kabul a pesar de la llegada de los talibanes a la capital de Afganistán. “Estamos ayudando a mantener las operaciones en el aeropuerto de Kabul para que Afganistán siga conectado con el mundo”, ha señalado este domingo una fuente oficial de la Alianza. La misma fuente añade que mantendrán su “presencia diplomática en Kabul”.

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Los aliados mantuvieron una reunión de urgencia el pasado viernes para analizar la situación y el secretario general del organismo, Jens Stoltenberg, indicó que la OTAN “mantiene su apoyo al Gobierno afgano y a las fuerzas de seguridad tanto como sea posible”. La UE también se pronunció el jueves, con un comunicado del Alto Representante de Política Exterior, Josep Borrell, en el que se condenaba la violación de derechos humanos en las zonas controladas por los talibanes y se pedía al grupo insurgente que “retome inmediatamente” el diálogo para llegar a un alto el fuego permanente.

Pero la ofensiva talibán ha avanzado a una velocidad de vértigo y este domingo ha llegado a la capital y el presidente, Ashraf Ghani, ha abandonado de manera precipitada el país. Bruselas guarda, de momento, silencio ante una victoria talibán que solo hace unos días consideraba improbable. El pasado martes, una fuente comunitaria señalaba que “los talibanes están tomando posiciones para hacerse fuertes de cara a una negociación sobre el futuro del país”. Cinco días después, el Gobierno prooccidental de Ghani es cosa del pasado y los talibanes aseguran que quieren todo el poder y no hay nada que negociar. La UE afronta ahora la posibilidad de una crisis migratoria si los afganos que huyan de los talibanes buscan refugio en suelo europeo.

El último retén de la OTAN en suelo afgano parece poner punto final a una presencia la Alianza que se inició en 2003 y que se ha mantenido en diferentes formatos hasta que EE UU anunció su retirada tras 20 años de ocupación del país. A principios de este año, la misión mantenía sobre el terreno unas tropas con 9.592 efectivos, de los que 2.500 eran estadounidenses y 4.000 de los aliados de la UE que participaban en la misión.

Desde 2007, la OTAN ha gestionado un fondo de la comunidad internacional que ha movilizado casi 3.500 millones de dólares (2.900 millones de euros al cambio actual) para formar al ejército afgano (incluida la alfabetización de muchos de sus miembros) y dotarlo de equipamiento y armamento. Tras iniciar la retirada occidental, la OTAN aceleró la donación de material y el 2 de agosto anunciaba la entrega de equipamiento por valor de 72 millones de dólares (61 millones de euros), un suministro que en cuestión de días parece destinado a acabar en manos de los talibanes.

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La fuente oficial de la OTAN insiste en que apoya “los esfuerzos afganos para encontrar una solución política al conflicto, que ahora es más urgente que nunca”. Las instituciones de la UE, de momento, guardan silencio ante el inesperado descalabro. A media tarde del domingo ni el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, ni la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, se habían pronunciado todavía sobre la derrota del régimen prooccidental en Afganistán.

El fulgurante avance de las fuerzas islamistas ha sorprendido a los países de la UE, que hasta esta semana confiaban en una transición negociada entre los talibanes y Ashraf Ghani. La llegada de los talibanes a Kabul este domingo ha desencadenado una estampida de las delegaciones diplomáticas presentes en Afganistán, entre ellas, las de los países de la UE. Alemania, Italia, España, Países Bajos o Suecia, entre otros socios comunitarios, han anunciado el traslado de su personal diplomático a instalaciones de aeropuerto de la capital afgana, un lugar considerado seguro por ahora, o su evacuación inmediata hacia los países de origen.

Solo China y Rusia parecían dar por descontado que la caída del Gobierno de Ghani era cuestión de días, no de semanas. Moscú se ha apresurado este domingo a expresar su intención de trabajar con las nuevas autoridades, aunque todavía no ha reconocido oficialmente al nuevo régimen talibán. Pekín fue aún más precavido. El pasado 28 de julio, el ministro chino de Exteriores, Wang Yi, se reunía en la ciudad china de Tanjin con una delegación de talibanes presidida por uno de sus fundadores, el mulá Abdul Ghani Baradar.


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