La otra cara de las estrellas del fútbol: así ayudan a su comunidad cuando nadie los ve

Al igual que el resto de la competiciones deportivas, La Liga ha visto afectado su desarrollo y por primera vez desde el inicio de la Guerra Civil se suspende por criterios extrafutbolísticos. La competición nacional estrella es un motor económico y social indudable y una fuente inagotable de noticias alegres, intrascendentes, emocionantes o dramáticas que polarizan la atención de los aficionados semana a semana. Hoy recordamos las más impactantes, unas por su alcance deportivo y otras, desgraciadamente, por sus terribles consecuencias.

Los jugadores del Barcelona posan frente a una pancarta gigante en memoria del exfutbolista español Enrique Castro
Los jugadores del Barcelona posan frente a una pancarta gigante en memoria del exfutbolista español Enrique Castro “Quini” antes de un partido contra el Atlético de Madrid en el Camp Nou de Barcelona en marzo de 2018. Getty Images

El secuestro de Quini

El shock: El 1 de marzo de 1981, una nota encontrada por la policía anunciaba el secuestro del jugador del Barcelona Enrique Castro Quini.

Lo que pasó: Todavía no había pasado ni un semana del 23-F y mientras el país intentaba volver a la normalidad, otra noticia sacudía a la sociedad española: Enrique Castro Quini, uno de los futbolistas más conocidos y queridos del fútbol, español había sido secuestrado.

Apenas un par de horas después de marcar dos goles al Hércules en el Camp Nou, Quini fue retenido por tres extraños a punta de pistola e introducido en una furgoneta. Su mujer, que le esperaba al día siguiente en el aeropuerto, denunció su desaparición extrañada por su ausencia. Días después una llamada exigía el depósito de cien millones de pesetas en una cuenta en Suiza por su liberación. Alexanco, compañero del Barcelona, se encargó de la negociación.

El estado de ánimo de los jugadores del Barcelona provocó que perdiese los dos siguientes partidos. El club se había planteado aplazarlos, pero una carta de la mujer del jugador los disuadió.

Tras pagar el rescate, la policía siguió el rastro el dinero y el 25 de marzo Quini fue liberado. Había estado retenido en el sótano de un taller de coches de Zaragoza por tres parados, secuestradores no profesionales con los que el jugador veía partidos durante el encierro y que le compraban bocadillos en un bar cercano. A su llegada a la Dirección General de la Policía de Barcelona, dos mil personas le cantaron el Asturias Patria Querida. Las imágenes del jugador muy delgado, demacrado y barbudo consternaron a los españoles. El asturiano era un jugador especialmente afable fuera del terreno de juego y muy popular. Un año antes se había convertido en uno de los jugadores más caros de la historia del fútbol español después de que el Barcelona hubiese pagado más de ochenta millones de pesetas por él.

Quini falleció en febrero de 2018 debido a un infarto.

Rivaldo, fotografiado durante un entrenamiento en 1997.
Rivaldo, fotografiado durante un entrenamiento en 1997. Getty Images

El “Rivaldazo”

El shock: En el último día de mercado, el Barcelona arrebató al Deportivo de La Coruña su mejor jugador.

Lo que pasó: El 14 de agosto de 1997 el Depor levantaba su Torneo Teresa Herrera y deslumbraba con un centro del campo espectacular formado por Flávio Conceição, Djalminha y Rivaldo, tres brasileños en estado de gracia que despertaron las ansias depredadoras del resto de los clubs. A mil kilómetros de allí, un Barcelona gris creaba dudas tras cada partido de pretemporada mientras seguía llorando por el adiós de su gran estrella, Ronaldo, que había abandonado el club rumbo al Inter de Milán.

Precisamente la millonada pagada por los italianos permitió que el último día de mercado el Barcelona abonase la cláusula de rescisión del brasileño: 4.000 millones de pesetas, el mayor desembolso de un equipo español hasta la fecha. Y había sido en el peor momento: a pesar de tener sus arcas llenas, el Depor no tuvo tiempo de realizar un fichaje a la altura del que se había ido, entre otras razones porque había pocos jugadores de su talla.

El Deportivo vio dañado su centro del campo y su orgullo: el club gallego podía codearse con los equipos históricamente grandes, pero no podía combatir sus millones. El ídolo de Riazor se fue por la puerta de atrás, a última hora y sin avisar, tras consultarlo con su amigo Mauro Silva y con su mujer. Lendoiro, herido, amenazó con fichar a Ronaldo, mientras el presidente del Barcelona Joan Gaspart le respondía chulesco: “No tienen ni para una bota”. El más querido se convirtió en el más odiado y el Rivaldazo sigue en la mente de todos los aficionados cada vez que en el día de cierre de mercado dan las doce de la noche.

Diego Armando Maradona, uno de los futbolistas más famosos del mundo durante los ochenta, si no el más famoso, fotografiado durante un partido en marzo de 1981.
Diego Armando Maradona, uno de los futbolistas más famosos del mundo durante los ochenta, si no el más famoso, fotografiado durante un partido en marzo de 1981. Getty Images

La entrada criminal que casi jubila a Maradona

El shock: Andoni Goikoetxea se lanza contra el tobillo de Diego Armando Maradona y durante unos segundos el mundo del fútbol contiene la respiración.

Lo que pasó: No era la primera vez que Andoni Goikoetxea (Vizcaya, 1956) se pasaba de frenada. Un año antes, el contundente defensa vasco ya había dejado a Schuster fuera de juego para casi toda la temporada y esta vez su víctima era el jugador más famoso del mundo y uno de los más grandes de la historia: Diego Armando Maradona (Argentina, 1960). El 24 de septiembre de 1983 y con el Barcelona-Athletic de Bilbao casi sentenciado –acabaría 4-0–, se lanzó contra el tobillo izquierdo del argentino sin opción de jugar el balón. Incapaz de frenar al delantero más desequilibrante de la competición, optó por invocar el mantra de los defensas más leñeros: “Pasa la pelota, pero no pasa el jugador”.

Los gestos de dolor de Maradona conmocionaron a todos los aficionados, pero finalmente la lesión fue de menor alcance del temido. Tras salir del campo en camilla, fue operado de inmediato y reapareció tres meses y medio después. El vasco, que a pesar de la brutal entrada ni siquiera vio la tarjeta en el campo, recibió una sanción de 18 partidos que, tras la presión de su club, quedó reducida a siete.

Luis Figo en un partido del Real Madrid contra el Galatasaray disputado en 2000.
Luis Figo en un partido del Real Madrid contra el Galatasaray disputado en 2000. Getty Images

La traición de Figo

El shock: Figo, capitán del Barcelona recalaba en el eterno rival tras la victoria de Florentino Pérez en las elecciones a la presidencia del Real Madrid.

Lo que pasó: “Nadie había pagado 60 millones de euros en el año 2000. Le convencí pero no era fácil, era el capitán del Barcelona. Como decía Valdano: ‘Era como arrancarle el corazón a nuestros paisanos”. Así describía en 2010 Florentino Pérez (Madrid, 1947) el fichaje de Figo (Portugal, 1972) en Fox Sport. Era la primera vez que Florentino daba un golpe de efecto –después llegarían Zidane, Beckham y Ronaldo–, pero ninguno tuvo un efecto psicológico tan profundo. Florentino se presentó a las elecciones del Real Madrid ofreciendo lo aparentemente imposible: fichar a un jugador que no solo ofrecía desequilibrio en la banda derecha, también desestabilizaría profundamente a su gran rival. Figo era el capitán del equipo y a la vez un tipo profundamente imbricado en el barcelonismo, un líder del vestuario que pocos meses atrás gritaba exultante: “¡Blancos, llorones, felicitad a los campeones!” tras ganar el título de Liga.

El recordado momento en que algunos aficionados del Barcelona tira a Figo botellines de agua y… un cochinillo.

Cuando Figo aceptó la propuesta de Florentino, probablemente pensó que el constructor no tendría ninguna opción de ganar a Lorenzo Sanz y aquel papel firmado por su representante sólo serviría para mandar una señal a su equipo y conseguir una mejora de contrato. Pero Florentino ganó y el luso no pudo echarse atrás. La presentación de Luis Filipe Madeira Caeiro como jugador del Real Madrid fue un duro trago para los aficionados culés que lo mandaron al ostracismo de la historia del club. A su vuelta al Camp Nou fue recibido con una pitada de 110 decibelios y el lanzamiento de una cabeza de cerdo, una imagen que sigue siendo icónica casi veinte años después.

El Celta de Vigo celebra la victoria en un partido contra el Aston Villa en Birmingham en 1998.
El Celta de Vigo celebra la victoria en un partido contra el Aston Villa en Birmingham en 1998. Getty Images

Sevilla y Celta, a segunda división

El shock: Dos de los grandes equipos de la competición descendían de categoría por criterios económicos.

Lo que pasó: Al contrario de lo que suele ser habitual en todos los veranos, en el del 1995 lo que polarizó la atención de los medios deportivos no fueron los fichajes, sino el descenso de categoría de dos clubs históricos, Sevilla y Celta, que no perdían su plaza en la Primera División por su puesto en la clasificación, sino por cuestiones económicas. La falta de un aval que venía detallado en la Ley del Deporte, de 85 millones de pesetas por parte del Sevilla y 45 del Celta, llevó a los dos históricos a la Segunda División B y devolvieron a la máxima categoría a los descendidos Valladolid y Albacete.

Desolada e incrédula –ese año el Sevilla estaba clasificado para la Uefa– la afición sevillista salió a las calles y el 2 de agosto más de 30.000 aficionados recorrieron la ciudad para pedir que la permanencia en la máxima categoría.

En Vigo se repitió la misma escena y la presión de la masa social obligó a La Liga a dar marcha atrás. Pero entonces fueron los aficionados vallisoletanos y albaceteños los que pusieron el grito en el cielo, lo que provocó que tanto esa edición como en la siguiente participasen en Primera veintidós equipos.

Otros clubs no tuvieron tanta suerte: el Oviedo, que llegó a jugar en Europa, se vio descendido a Tercera División por denuncias de sus jugadores. Para otros como el Salamanca, el descenso administrativo significó su disolución.

Portada del periódico especializado 'El Mundo Deportivo' en el que se informa de la tragedia en la que falleció el joven Guillermo Alfonso Lázaro en Sarrià.
Portada del periódico especializado ‘El Mundo Deportivo’ en el que se informa de la tragedia en la que falleció el joven Guillermo Alfonso Lázaro en Sarrià.

La tragedia de Sarrià

El shock: Tras un lanzamiento descontrolado de bengalas, un niño de trece años falleció en el campo del Español.

Lo que pasó: El 15 de marzo de 1992 el pequeño Guillermo Alfonso Lázaro asistía por primera vez al campo de Sarrià para ver a su equipo favorito. Guillermo, de trece años, su hermano, de diez, y sus padres no solían quedarse en Barcelona los fines de semana, pero aquel domingo se celebraban las elecciones autonómicas en Cataluña y tras ir a votar decidieron hacer algo en familia. Fueron a Sarrià y se situaron en el anfiteatro de pie, una zona del campo alejada de las algaradas donde esperaban ver el partido tranquilamente. Pero el peligro llegó de la manera más inesperada. Aquel Español-Cádiz iba a pasar a la historia por un motivo que nada tendría que ver con el fútbol.

Un par de minutos antes de que el partido comenzase Joaquín, el padre de Guillermo, sacaba fotos al estadio cuando los gritos de su mujer y una intensa humareda le hicieron fijar la atención en su hijo mayor, que tenía una bengala humeante clavada en el pecho. No dudó, agarró la bengala y trató de arrancarla. Dos minutos después los camilleros de Sarrià los habían evacuado. Quince minutos después Guillermo fallecía en el Clínico de Barcelona.

Franco Vila, el responsable del lanzamiento, también había acudido al estadio con sus dos hijos. Ocultas en su ropa llevaba cinco bengalas, prohibidas después de que en 1985 una de ellas ocasionase el fallecimiento del aficionado del Cádiz Luis Montero Domínguez durante un Cádiz-Castellón.

Vila fue condenado a seis meses de prisión por un delito de imprudencia temeraria y el Español recibió una multa de 42 millones de pesetas como responsable civil subsidiario. Aunque resulte increíble, el partido se jugó igualmente y terminó con victoria del Español. Pizo Gómez, autor del tercer tanto local declaró: “Ha sido el gol más triste de toda mi vida”.

Miroslav Djukic, del Deportivo, durante un partido disputado en 1995.
Miroslav Djukic, del Deportivo, durante un partido disputado en 1995. Getty Images

El penalti de Djukic

El shock: El Deportivo perdió el título de campeón de Liga en el último minuto del último partido de la temporada.

Lo que pasó: La liga 93-94 estuvo a punto de terminar con una década de hegemonía de Real Madrid y Barcelona y coronar a un recién llegado a la élite del fútbol español. Un equipo pequeño que había enamorado a los aficionados por su juego y su desparpajo. Pero el intenso minuto final de esa temporada pareció diseñado por el mejor guionista.

En el último partido de la temporada, el Deportivo llegaba con un punto por delante del Barcelona y sólo dependía de sí mismo para hacerse por primera vez con el campeonato. Enfrente, un Valencia que no se jugaba nada, pero que, según las malas lenguas, había recibido una gran suma de dinero –los famosos maletines– por dejarse la piel en el campo.

El recordado (y no para bien) penalti de Djukic.

En el último minuto y con 0-0 en el marcador, el árbitro pitó un penalti clamoroso de Serer a Nando. La afición deportivista celebraba la victoria mientras el serbio Miroslav Đukić (Serbia, 1966) se encaminaba al área defendida por el González, el portero suplente del Valencia. El sólido defensa serbio no titubeó, se sentía en estado de gracia y asumió la responsabilidad. Lanzó y… paró González. El tiro había sido blando y previsible y el portero del Valencia había reaccionado como si se jugase la final de la Champions, al igual que todo el equipo. El Super Depor llevaba ocupando el liderato desde la jornada catorce, el que había empezado siendo la anécdota del campeonato, acabó siendo un líder solvente que sólo flaqueó en el tramo final. Tras el pitido, Djukic se derrumbó, todos los deportivistas lo hicieron. Casi todo el país, excepto los aficionados culés, sintieron una profunda decepción. Después de tantos años era refrescante que un recién llegado a la élite lograse el título. Pero el Barcelona había hecho su parte, había derrotado al Sevilla 5-2 y se había llevado otra liga inesperada en el último minuto. El Depor ganó la liga cinco años después, pero Đukić no volvió a lanzar ningún penalti.

El asesinato de Aitor Zabaleta

El shock: El hincha de la Real Sociedad falleció tras ser apuñalado por un ultra del Atlético de Madrid.

Lo que pasó: El 8 de diciembre de 1998, Aitor Zabaleta y su novia viajaron con su peña de la Real Sociedad a Madrid para presenciar el partido de su club contra el Atlético de Madrid. Antes del encuentro se dirigieron a un bar en las cercanías del Calderón que les recomendó un policía, El Alegre. A pesar de que Zabaleta no llevaba ningún símbolo del equipo donostiarra –su novia llevaba una bufanda–, un grupo de hinchas del Atlético se abalanzó sobre ellos. La pelea fue aumentando su intensidad y los hinchas de la Real abandonaron el lugar, pero Zabaleta se quedó rezagado. Algo que aprovechó Ricardo Guerra, de 24 años, que le asestó una puñalada en el corazón.

Su novia describió sus últimos minutos durante el juicio: “Creíamos que había sido en el brazo, sin importancia, pero poco después se sentó en una furgoneta de la Policía Municipal y su cara comenzó a ponerse blanca. Se echó sobre mí y me dijo: ‘Vero, me estoy muriendo’. Luego, llegó una ambulancia y no volví a verle”.

Zabaleta murió horas después en la Fundación Jiménez Díaz y Guerra fue detenido horas más tarde. En abril de 2000 fue condenado a 17 años de prisión por asesinato. “La puñalada fue propinada de forma súbita, sorpresiva e inesperada, lo que impidió toda posibilidad de defensa de la víctima” especificaron para sumarle el agravante de alevosía.

En 2018 Ricardo Guerra, volvió a ser detenido, esta vez en Bélgica y por realizar el saludo nazi.

El jugador del Sevilla, Antonio Puerta, fotografiado en 2005, tres años antes de su muerte.
El jugador del Sevilla, Antonio Puerta, fotografiado en 2005, tres años antes de su muerte. Getty Images

La muerte de Antonio Puerta

El shock: El jugador del Sevilla Antonio Puerta se desvanecía en el campo ante millones de espectadores.

Lo que pasó: En la primera jornada de la liga 2007-2008, el debut liguero del Sevilla se seguía con expectación: el año anterior había ganado tres títulos y era uno de los equipos a batir de la competición. Pero lo que acaparó los titulares aquella noche no fue ninguna filigrana de sus estrellas.

A la media hora de juego y cuando el Getafe ya se había adelantado, Antonio Puerta, lateral izquierdo del Sevilla, se desplomaba en el suelo, volvía a levantarse y volvía a caer. El jugador salió por su propio pie del campo, pero en el vestuario volvió a desvanecerse cinco veces más. El entrenador Juande Ramos le sustituyó y el partido acabó 4-1. La afición se fue a casa feliz por el resultado, pero preocupada por un jugador de la cantera que, además de en el primer equipo, se había hecho un hueco en la selección.

Tras unas horas de incertidumbre, trascendió que estaba en la UCI con respiración asistida. Tres días después, fallecía en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. El Sevilla, que en aquel momento estaba en Grecia para disputar un amistoso, volvió inmediatamente. El club estaba devastado y la afición también. Hasta los béticos firmaron la paz con sus eternos rivales y los acompañaron en su dolor. El defensa hispalense estaba a punto de ser padre. Su novia estaba embarazada de seis meses.

En 2009 el españolista Dani Jarque falleció en idénticas circunstancias en Italia, en el hotel de concentración (no estaba realizando ningún esfuerzo). Otros jugadores como De la Red y Casillas tuvieron más suerte y, aunque no pudieron continuar con sus carreras deportivas, sí salieron de episodios dramáticos similares con vida.

La batalla campal del Manzanares

El shock: Tras una pelea multitudinaria a orillas del Manzanares, un hincha gallego falleció tras ser apaleado.

Lo que pasó: Hasta El 30 de noviembre de 2014 las imágenes de hinchas reuniéndose para zurrarse formaban parte de las noticias disparatadas que cerraban los informativos. Eran, generalmente, rusos fornidos y ebrios de vodka. Pero aquella mañana de domingo esos hinchas eran gallegos y madrileños y no se atizaban en medio de la tundra sino a orillas del Manzanares, en Madrid. Unos, los Riazor Blues, de extrema izquierda, otros, el Frente Atlético, vinculados a la extrema derecha, habían quedado vía WhatsApp antes del encuentro que sus equipos jugarían a las doce del mediodía y llegaron a la cita armados de porras, bates, bengalas, cuchillos y puños americanos. La brutalidad de la pelea quedó reflejada en las grabaciones vía móvil de decenas de transeúntes sobrecogidos. Dos ultras del Depor fueron apaleados y lanzados al río. Uno salió con vida; el otro, no.

Francisco Javier Romero Taboada, “Jimmy”, coruñés de 41 años, padre de un niño y miembro de la facción más violenta de los Blues, falleció en el hospital poco después de ser rescatado a causa de un traumatismo craneoencefálico.

A partir del fallecimiento de Jimmy se tomaron medidas para el control de ultras en los estadios y sanciones económicas millonarias para los violentos, pero también para los que los instigan, los protegen o los acogen en sus clubs.

Los Riazor Blues muestran una pancarta en la que se lee
Los Riazor Blues muestran una pancarta en la que se lee Cordon Press

El infierno tinerfeño del Real Madrid

El shock: El Real Madrid volvía a perder la Liga en el último partido, ante el mismo rival y en el mismo escenario.

Lo que pasó: Cuando los seguidores del Real Madrid vieron el calendario de la Liga 92-93 arquearon las cejas. La casualidad había querido que en la última jornada volvieran a enfrentarse ante el mismo rival y en el mismo campo en el que un año antes habían visto volar su título de Liga. El 7 de junio del 1992 el Madrid había llegado como líder cargado de esperanzas al Heliodoro Rodríguez. No parecía un partido complicado porque el rival no se jugaba nada. El Madrid dependía de sí mismo y a la media hora ya llevaban una ventaja de dos goles. Los merengues se encaminaban a Cibeles, pero entonces el Tenerife acortó distancias. El empate fue obra del Madrid en propia meta y, para rematar el rosario de desastres, una cesión incomprensible del histórico Sanchís cuando el equipo ya era un flan permitió a Pier regalarle la liga a un Barcelona que sí había hecho su trabajo frente al Athletic de Bilbao.

Por eso un año después aquella coincidencia pareció una broma pesada. Los madridistas no habían olvidado las lágrimas de impotencia de Míchel y ahí estaban de nuevo Barça y Madrid llegando igualados a la última jornada. Otra vez el Madrid dependía de sí mismo: sólo tenían que vencer a su Némesis de la temporada anterior y otra vez el equipo de Valdano, ex jugador del Real Madrid y futuro entrenador y director deportivo de los blancos, les proporcionó el más amargo de los castigos. El Madrid jugó atenazado por el miedo y a los diez minutos Dertycia puso el primer clavo en el ataúd blanco. El 2-0 llegó antes del descanso y a partir de ahí el Madrid lo intentó todo, pero hasta ellos mismos creían ya en la maldición de Tenerife. Mientras tanto, el Barcelona cumplía con su trámite y una vez más recibía un regalo inesperado. Las imágenes de un Míchel hundido siendo consolado por Quique Estebaranz fueron portada de los medios deportivos del día siguiente, un día en el que todos los madridistas esperaban estar celebrando la revancha.

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