Parla, uno de los municipios más endeudados de España, ha pagado por fin su plaza de toros, 17 años después de su estreno. Ahora el problema para este municipio madrileño no será encontrar el dinero, sino los aficionados.
“Como no hay toros, no se usa”, lamenta el empresario que construyó la plaza, Jesús Torrejón. “Solo se ha venido usando para las fiestas patronales del verano”. El edificio fue inaugurado en 2003, pero el constructor no cobró su deuda de seis millones de euros hasta hace 10 meses, después de años de litigio.
España ha cambiado mucho desde 2003. Por entonces se vivían años de bonanza y muchos alcaldes de la zona centro del país sentían que era necesario construir una plaza de toros en sus municipios. Había que levantar escuelas, centros de salud, polideportivos y una plaza de toros. Si los vecinos del pueblo de al lado tenían una, ellos no podían ser menos. Torrejón describe aquella obsesión como un culo veo, culo quiero. “Era como cuando yo era pequeño y todos llevábamos el mismo pantalón”, dice al teléfono. Solo en la Comunidad de Madrid se construyeron 11 plazas municipales entre 1997 y 2007. “En mi humilde opinión, todas han quedado infrautilizadas”, dice este empresario.
Otra cosa que ha cambiado en España es que la “fiesta nacional” ha sufrido un declive vertiginoso. En 2007, se celebraron festejos taurinos mayores en 902 poblaciones españolas, un 59% más que en 2019, cuando solo 377 municipios tuvieron eventos de este tipo. Alarmada por este declive, la publicación Mundotoro.com estimó la semana pasada en un editorial que en 2023 solo habrá festejos en 261 poblaciones.
“Un pueblo que deje de dar toros dos años o tres, jamás volverá a dar ni uno”, advierte Mundotoro.com. “Y no es una opinión, es una deducción casi infantil de las estadísticas del toreo a pie en España”. Teniendo en cuenta la experiencia previa a la pandemia, la publicación considera que cuando un municipio deja de celebrar este tipo de festejos dos años seguidos, como ha sucedido durante la crisis sanitaria, es raro que vuelva a retomarlos.
La plaza de Getafe fue inaugurada en 2004 y costó tres millones de euros. En 2013, celebró su última corrida y, en 2018, cerró por problemas estructurales. No ha vuelto a ser usada
El declive de la fiesta ha supuesto que las plazas de la época del ladrillazo apenas hayan tenido uso. La plaza de Getafe fue inaugurada en 2004 y costó tres millones de euros. En 2013, celebró su última corrida y, en 2018, cerró por problemas estructurales. No ha vuelto a ser usada.
El alcalde que gobernó Getafe entre 1983 y 2011, Pedro Castro (PSOE), cuenta que la instalación de 5.000 espectadores se levantó porque era una reclamación histórica de un grupo de aficionados locales. Cada año, cuando daba el pregón, se manifestaban con pancartas. Se sentían traicionados porque en 1993 el regidor prohibió los encierros taurinos después de varios años con accidentes graves y a cambio se comprometió a construir una plaza fija que sustituyera a la portátil. “Quedó por escrito y ellos nunca lo olvidaron, pero yo les dije que la construcción estaba condicionada a que tuviéramos dinero y a que antes todos los barrios tuviesen un centro de salud”, relata Castro.
Antes de inaugurarla ya se sabía que no iba a funcionar. ¿Para qué quieres una plaza en Getafe si estamos tan cerca de Las Ventas?
En realidad, muchos vecinos que reclamaban la plaza de toros ni siquiera tenían interés en ir a las corridas, según el anterior alcalde. Eran inmigrantes de origen andaluz, extremeño y castellanomanchego que querían un monumento para reivindicar sus lugares de origen, donde los toros tenían mucho arraigo. “De alguna forma buscaban hacer realidad su identidad en una ciudad dormitorio”, explica.
Para 2004, cuando la obra fue una realidad, algunos aficionados a los toros de Getafe ya dudaban de que aquel proyecto tuviera algún sentido. “Antes de inaugurarla ya se sabía que no iba a funcionar”, dice Raúl Gascón, el dueño de un bar taurino de Getafe, El Tablao. “¿Para qué quieres una plaza en Getafe si estamos tan cerca de Las Ventas?”
Gascón, de 58 años, tiene un toro disecado en su restaurante y 16 cabezas colgando de las paredes. A pesar de la temática de su negocio, apenas tiene clientes aficionados a los toros. “En Getafe hay poca tradición taurina”, admite. “La gente viene aquí por la comida”. Su plato estrella es el rabo de toro.
Los tiempos están cambiando tan rápido que a las nuevas generaciones les repugna la decoración de la taberna. “Dicen que tenemos cadáveres expuestos”, cuenta Gascón con sorna. El antiguo alcalde afirma que el movimiento animalista ha ganado mucha fuerza en Getafe. “Estamos en el siglo XXI y la muerte de un animal no gusta. El mundo del toro está condenado al fracaso”, predice. “Todas las plazas de toros que se construyeron en esa época han caído, todas. No hay festivales taurinos propios fuera de las fiestas patronales”.
El PP de Fuenlabrada seguía prometiendo la construcción de una plaza de toros en la campaña municipal de 2019
Las plazas que fueron estrenadas en Madrid durante la fiebre constructora son: Leganés (1997), Alcalá de Henares (1999), Hoyo de Manzanares (2000), Villa del Prado y Valdemorillo (2002), Parla (2003), Getafe (2004), Moralzarzal (2005), Cenicientos, Navalcarnero y Valdilecha (2006). Fuenlabrada aprobó un proyecto en 2007, pero nunca fue ejecutado. El PP de ese municipio seguía prometiendo su construcción en la campaña municipal de 2019.
Estatus
En los años de manía inmobiliaria, muchos empresarios constructores hicieron inversiones en el mundo del toro, porque daba estatus, cuenta uno de los activistas antitaurinos que mejor conoce el negocio del toro, José Enrique Zaldívar. “Algunas de estas plazas de toros fueron levantadas por caciques locales que luego se quedaban con la gestión de las instalaciones durante décadas”, dice Zaldívar, que es presidente de una asociación de veterinarios contra el maltrato, Avatma.
Ese tipo de concesiones son habituales y han atado de manos a muchos municipios. Los ayuntamientos abonan un canon anual al constructor, que se compromete a gestionar la plaza. En la práctica estas empresas se han limitado a hacer lo mínimo requerido: los festejos patronales. Ni siquiera así han podido sostenerse y algunas han entrado en suspensión de pagos, como pasó en 2017 con Taurina Alcalaína S.L., la gestora de la plaza de Alcalá de Henares.
La concesionaria de la plaza de Navalcarnero solo celebraba eventos taurinos en las fiestas patronales a cambio de 200.000 euros anuales, según el contrato que firmó el anterior alcalde, Baltasar Santos (PP)
Después de años de frustración por tener una plaza abandonada y ruinosa, Navalcarnero consiguió en 2019 que los tribunales rescindieran su concesión a Construcciones Edisan S.A. La empresa solo celebraba eventos taurinos en las fiestas patronales a cambio de 200.000 euros anuales, según el contrato que firmó el anterior alcalde, Baltasar Santos (PP). La obra por el coso cubierto de 7.500 espectadores había costado 18,9 millones de euros y contribuyó a dejar un enorme agujero en las cuentas municipales. El sucesor, José Luis Adell (PSOE), prometió recuperar la plaza para Navalcarnero. “Era un negocio deficitario y supuso un saqueo”, dice un portavoz municipal. Santos fue condenado el año pasado por el Tribunal de Cuentas al considerarlo responsable de un menoscabo de fondos públicos.
Como los toros solo daban para tres días de actividad al año (durante las fiestas patronales) muchos ayuntamientos han intentado una alternativa celebrando otro tipo de eventos, pero no siempre con éxito. Unas veces se encontraron con problemas de acústica o calefacción que reducía sus posibilidades para celebrar conciertos; otras con que las instalaciones no cumplían con los requisitos de seguridad de las leyes de espectáculos.
El problema de la plaza de Moralzarzal es que das una palmada en el centro del ruedo y hay cuatro segundos de resonancia hasta que llega a la grada, según su alcalde, Juan Carlos Rodríguez Osuna (Vecinos por VMP!): “Se nos hace muy complicado celebrar un concierto aquí”. Han contratado a un ingeniero del WiZink Center, el recinto de espectáculos de la capital, que les ha dicho que haría falta una inversión muy alta para adecuar el edificio.
Con todo el respeto para el ámbito taurino, era una locura que se hiciera un edificio así para un pueblo como Moralzarzal
Juan Carlos Rodríguez Osuna, alcalde de Moralzarzal
La plaza con techo retráctil era un sueño del anterior alcalde, José María Moreno (PP), que vio cómo se hizo realidad en 2005. “Es mi proyecto, la obra es totalmente mía. La he llevado yo, he hecho los dibujos de los arcos, el diseño, el sistema de cierre…”, confesó entonces encantado. Moralzarzal tenía 10.500 habitantes y la plaza una capacidad para 6.000 espectadores. Costó seis millones de euros. “Con todo el respeto para el ámbito taurino, era una locura que se hiciera un edificio así para un pueblo como Moralzarzal”, dice el actual alcalde, Rodríguez Osuna, líder de una agrupación local.
El Ayuntamiento intenta aprovechar el edificio siempre que puede. Aparte de haber albergado amistosos de equipos de la ACB de baloncesto, ha sido punto de votación en las últimas elecciones regionales y centro de pruebas PCR de coronavirus. Siguen celebrando festejos taurinos, en este caso novilladas, pero no salen rentables. “Solo van mil y pico personas y no hay un retorno económico”, dice el alcalde. “El mundo taurino subsiste por el apoyo de las administraciones”.
900.000 euros para mantener viva la lidia
Para mantener viva la fiesta en los pueblos, la Comunidad de Madrid firmó en abril un convenio con la Fundación Toro de Lidia. Por él se destinan 900.000 euros para subvencionar este año 18 corridas y novilladas en municipios de menos de 8.000 habitantes.
El antitaurino Zaldívar subraya que durante años el sector ha seguido vendiendo la falsa idea de que genera mucho dinero, pero cada vez se ve más claro que solo se sostiene con respiración asistida. Tomando como base los datos de medios taurinos, en España hay 1.744 plazas. Si solo 377 tuvieron actividad en 2019, eso supone que casi el 80% están abandonadas. “Este es un negocio que se muere poquito a poco”.
Hoy, al viajar por la sierra madrileña o incluso desde un avión es fácil identificar dónde está Moralzarzal. Su plaza de toros sobresale como un gran platillo volante en mitad de la montaña, un legado más de aquellos años de euforia desmedida.
Suscríbete aquí a nuestra nueva newsletter sobre Madrid.
Source link