La paranoia conspirativa entra en el Capitolio


Los llamados Qanon llevan casi dos años propagando una teoría conspirativa favorable a Donald Trump. Siempre lo han hecho a través de Internet y desde el anonimato. Hasta la semana pasada. Por primera vez aparecieron en público seguidores de este misterioso individuo que afirma sin fundamento conocer secretos del Gobierno estadounidense e información que puede explicar desde el hundimiento del Titanic hasta el asesinato de John F. Kennedy. Los dos lugares que escogieron para saltar del mundo cibernético al real tienen una cosa en común: eran mítines de Trump. A pesar de la clara predilección del grupo conspirativo por el presidente, la Casa Blanca negó que este los apoye.

En octubre de 2017 un nuevo usuario se registró en el chat anónimo 4chan. Se bautizó como Q. Afirmó tener una credencial de seguridad del más alto nivel en el Gobierno y desde entonces ha dado pistas o “migas de pan”, como las llama él o ellos, sobre los asuntos más diversos que atañen a Estados Unidos. Al moverse siempre por sitios web de conversaciones anónimas, los seguidores de Q se bautizaron Q-anon. Ellos son los que intentan resolver los mensajes encriptados que difunde esta supuesta autoridad. Sin ningún tipo de sustento, aseguran entender lo que Q quiere decir, como por ejemplo que Trump es un héroe y que tiene un plan secreto para arrestar a políticos y estrellas de Hollywood por corrupción y abuso infantil.

La teoría sobre la pedofilia ha hecho que al grupo se le relacione con el Pizzagate. Este episodio ocurrió en diciembre de 2016, cuando Edgar Maddison Welch, de 28 años, abrió fuego en una pizzeria de Washington, afortunadamente sin dejar heridos. El objetivo del joven era proteger a los supuestos niños que eran víctimas de una red de pedofilia ligada a Hillary Clinton que operaba en el local. Maddison había obtenido la información de una teoría conspiratoria falsa vociferada en las redes sociales. Desde entonces, los seguidores de QAnon discuten y denuncian a los supuestos pedófilos demócratas y estrellas de Hollywood. Hace solo dos meses, Matthew Phillip Wright bloqueó con un vehículo blindado el tráfico del puente cerca de la Presa Hoover, en Arizona. Wright ha usado frases de QAnon en cartas que escribió desde la cárcel a Trump y otros funcionarios electos.

“Somos Q” rezaba una pancarta en un mitin de Trump el 1 de agosto en Tampa, Florida. Otros asistentes lucían camisetas con la letra y se vieron más carteles que aludían al grupo conspirativo durante el evento. Tras el mitin de Tampa, la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, negó que el republicano apoye a este grupo: “El presidente condena y denuncia a cualquier grupo que incite a la violencia contra otro individuo y claramente no apoya a grupos que promuevan ese tipo de comportamiento”.

Al día siguiente del categórico rechazo de Sanders, una docena de personas aparecieron nuevamente mostrando la letra Q en Wilkes-Barre, Pensilvania. “El desfile de Q” o “Donde va uno vamos todos”, se leía en las pancartas de algunos asistentes, que lucían la gorra roja de Make America Great Again, el lema electoral del republicano. Trump participaba en otro mitin. Los seguidores de este grupo traducen mensajes del presidente como si a través de gestos o símbolos les quisiera decir algo. Por ejemplo, cuando en abril el equipo de fútbol americano de Alabama le presentó una camiseta a Trump con el número 17, los seguidores de Q vieron una referencia a ellos porque la letra es la número 17 en el abecedario. Lo que no quisieron relacionar fue que en 2015 le dieron una camiseta con el número 15 al expresidente Barack Obama.

A pesar de que Trump no se ha pronunciado sobre este grupo, sí ha apoyado otras teorías conspirativas. Él fue un gran defensor en 2011 de la teoría racista del birther, la que postulaba que Obama no había nacido en Estados Unidos sino en África. Finalmente el exmandatario se vio obligado ese año a mostrar su acta de nacimiento para atajar los rumores. Poco antes de las elecciones de 2016, Trump rectificó y dijo que “Obama nació en Estados Unidos. Punto”. Nada más sobre la desinformación que expandió basándose en “una muy buena fuente”. Esa recurrente frase, que se compone de 17 letras.


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