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La pérdida de la mayoría de Hezbolá apunta al declive de la influencia de Irán en Líbano

La pérdida de la mayoría de Hezbolá apunta al declive de la influencia de Irán en Líbano

Hezbolá, el poderoso partido-milicia proiraní, y sus aliados chiíes y cristianos han perdido la mayoría en el Parlamento de Líbano, según los resultados definitivos de las elecciones legislativas del domingo, anunciados al mediodía de este martes. Los primeros comicios celebrados tras el estallido de la mayor crisis política y económica en el país mediterráneo desde la guerra civil que lo desangró entre 1975 y 1990 marcan un declive de la influencia de Irán en su expansión regional. Reflejan también el descontento de los libaneses con el sistema de reparto confesional del poder instaurado tras la contienda. La abstención ha alcanzado al 59% del censo y una decena de candidatos independientes, surgidos de las protestas de 2019 contra el modelo de régimen sectario, han derrotado a los aspirantes de los partidos tradicionales en un soplo de aire fresco sin precedentes.

El Partido de Dios, la milicia mejor armada de Oriente Próximo, y sus socios chiíes de Amal, liderados por el presidente de Parlamento, Nabih Berri, han mantenido casi todos sus escaños en los feudos de Beirut y el sur de Líbano, pero sus aliados cristianos maronitas del Movimiento Patriótico Libre, la formación del jefe del Estado, Michel Aoun, se han visto relegados por el partido Fuerzas Libanesas, ultranacionalista cristiano. Hezbolá encabeza ahora un bloque de 62 diputados en una Cámara de 128 escaños, frente a los 71 con los que ganó los anteriores comicios en 2018. En el nuevo hemiciclo solo se sentarán ocho mujeres; la mitad de ellas se presentaron como independientes.

La tasa de participación entre ambas legislativas ha caído ocho puntos, en una muestra de la indignación de los votantes jóvenes de las ciudades contra un sistema que ha llevado al Líbano al borde del abismo de un Estado fallido, con ocho de cada 10 ciudadanos arrojados por debajo del umbral de la pobreza severa y con la libra libanesa devaluada en más de un 90% en los tres últimos años.

La explosión que devastó el puerto de Beirut en 2020, con un saldo de más de 200 muertos y 5.000 millones de euros en daños materiales, ha sido el emblema de una inesperada movilización en favor de candidatos independientes en un país que ya solo ofrece la emigración como alternativa a la pobreza. El 63% de los libaneses con edades comprendidas entre los 18 y los 30 años reconoce que está pensando en dejar el país, según una encuesta.

Un 10% de los nuevos diputados ha surgido de la oposición, dentro de distintas circunscripciones territoriales y de comunidades religiosas. Uno de los mayores vuelcos sufridos por el bloque que sostiene a Hezbolá ha sido la salida del Parlamento del histórico jefe de filas druso (minoría religiosa de Oriente Próximo) en la región de Monte Líbano, Talal Arslan, quien no ha podido revalidar el escaño que ocupaba desde hacía tres decenios. El líder ecologista Marc Daou, un profesor universitario que encabezó las protestas callejeras de la Tahura (Revuelta) en Beirut en el otoño de 2019, le ha arrebatado el acta de diputado en esa circunscripción del área metropolitana de la capital.

Tras el revés sufrido por Hezbolá, que constituye un Estado aparte dentro del Estado, el Parlamento libanés queda aún más escindido y polarizado, sin una opción clara de mayoría. El movimiento ultraderechista Fuerzas Libanesas, ligado a las extremistas Falanges cristianas de la guerra civil, se ha beneficiado del retroceso de los partidos musulmanes suníes, forzado por la retirada de la política del ex primer ministro Saad Hariri.

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Este bloque de partidos se alinea con Arabia Saudí en la disputa de potencias regionales que libra frente a Irán en la escena política de Líbano. El veterano Michel Aoun, antiguo rival de las Falanges en la guerra civil, pierde además respaldo popular tras su alianza con el partido-milicia chií cuando se acerca el final de su mandato como jefe del Estado, un puesto reservado a un cristiano maronita en el complejo equilibrio de poder interconfesional libanés.

Bloqueo político

Los resultados de las legislativas anticipan la prolongación del bloqueo político para investir a un primer ministro, necesariamente de la comunidad suní. Sin Gobierno estable, la comunidad internacional y el Fondo Monetario Internacional ya han advertido de que no ejecutarán los programas de ayudas aprobados para rescatar a la economía libanesa.

Al frente del Gobierno intentará colocarse previsiblemente el multimillonario suní Nayib Mikati, quien ya logró formar un Ejecutivo el pasado septiembre después de meses de caos. Mikati, que ya había ejercido como primer ministro en 2005 y de 2011 a 2014, encarna el modelo clientelar de reparto de poder que ha conducido a la ruina y el desgobierno. También es uno de los libaneses más ricos, tras vender en 2005 su compañía de telecomunicaciones por 4.650 millones de euros.

La Misión de Observadores de la Unión Europea que ha supervisado los comicios ha advertido este martes que las legislativas “han estado marcadas por numerosos casos de compra de votos y de intimidaciones a electores y candidatos, en un clima de clientelismo y corrupción”, según el informe preliminar presentado en una conferencia de prensa en un hotel de Beirut. “Pese a todo, el hecho de que los libaneses hayan podido votar en medio de una crisis extrema puede ser calificado como un éxito”, reconoció el eurodiputado húngaro Gyorgy Holvenyi, jefe de la Misión de Observadores de la UE.

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