Hoy hace un mes, el pasado 4 de marzo, que Ronaldinho Gaúcho, acompañado por su hermano Roberto Assis, aterrizaba en aeropuerto internacional Silvio Pettirossi, en Asunción. Recibido como una estrella, ataviado con gafas de sol, una boina negra y una camiseta blanca, y con su sonrisa habitual, el crack brasileño cometió un error que todavía lo está pagando: fue a una sala VIP, donde le entregaron un pasaporte paraguayo, que resultó ser falso, con su nombre, sus datos, su foto, aunque sin su firma. La estampó allí mismo, en aquella sala VIP, que en nada se parece a la que habita en estos momentos.
Hoy, 4 de abril, Ronaldinho ha vuelto ha despertarse en una celda de la Agrupación Especializada, un cuartel de la Policía Nacional de Paraguay convertido en una cárcel en Asunción. Aquel pasaporte que firmó, adulterado, que él y su hermano utilizaron para entrar en Paraguay, fue el punto de partida de una investigación por parte del Ministerio Público y el Ministerio de Impuestos que ya ha empezado a dar sus frutos con el arresto de 15 personas, a la vez que ha desentrañado un plan de evasión de divisas, lavado de dinero y producción de documentos falsos.
El ‘caso Ronaldinho’ avanza muy lentamente. En la noche del 6 de marzo, cuando el ex futbolista y su hermano estaban bajo custodia en un hotel del aeropuerto, fueron detenidos y llevados a la Agrupación Especializada. Desde entonces los tribunales han denegado tres apelaciones presentadas por la defensa de Ronaldinho. Sus abogados no han podido cambiar la prisión de los hermanos por un arresto domiciliario ni cancelar la detención preventiva, que en Paraguay puede durar hasta seis meses. El argumento para mantenerlos en prisión siempre ha sido el mismo: liberarlos podría obstaculizar el progreso de las investigaciones.
En estos momentos, la Justicia en Paraguay opera con restricciones debido a la pandemia de coronavirus, por lo que los letrados del ex futbolista no presentarán más recursos hasta que se recupere cierta normalidad.
El pasado 21 de marzo Ronaldinho cumplió 40 años. No hubo fiesta ni recibió visitas. Dos semanas después, permanece en prisión y no tiene perspectivas de cuándo será liberado. Mientras tanto, juega a futsal y footvolley con el resto de internos, que se disputan para tenerlo en sus equipos.
Maldito pasaporte.
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