El castigo por volver a fracasar en el campo lo empezaremos a notar cuando toque cuadrar presupuestos. Al Athletic de la próxima temporada le tocará lidiar con una complicadísima suma de factores adversos.
El primero la acumulación de un segundo año sin ingresos por competición continental, teniendo en cuenta la incapacidad legendaria para generar atípicos. Tal vez sea una de las consecuencias directas de haberse pasado dos campañas sin fichar a nadie. Quizás esto, a su vez, esté ligado a la política de renovaciones que, lejos de fomentar la famosa regeneración de una plantilla alarmantemente envejecida, no hizo otra cosa que perpetuar leyendas con la tripita repleta de dinero y éxitos deportivos discutibles.
Aquellas remontadas milagrosas de las segundas vueltas para entrar en Europa coleccionando previas desaparecieron al tiempo que sus protagonistas se cargaban de años y esfuerzos en sus piernas, aquella flor se fue marchitando hasta el extremo de asomarnos peligrosamente al pozo del descenso mientras sonaban de fondo discursos buenistas de exóticos acentos. Tampoco ayuda la ley que permite perpetuar los votos de presidentes de clubes deportivos en asambleas de altas instancias federativas al tiempo que sólo ellos podrán disponer del remanente de sus supuestos éxitos financieros en sus respetivos chiringuitos.
¿Habría votado el Athletic de antes a favor de cambiar esa ley continuista? Los clubes deportivos siguen siendo una excepción muy incómoda. Sus socios se quejan de pagar y mucho, mientras pierden poder y se sienten ninguneados. Europa era un objetivo y una exigencia. La reiteración en su incumplimiento obliga a cuadrar cuentas y al recorte en la partida fundamental. Esa que ni las cuotas ni las teles pueden asegurar…
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