La pista ignorada de la yihadista huida

Ilustración de varios de los 14 acusados y sus abogados por los atentados en París en enero de 2015
Ilustración de varios de los 14 acusados y sus abogados por los atentados en París en enero de 2015BENOIT PEYRUCQ / AFP

Para Lassana Bathily permanecer durante horas en la misma sala que los acusados de haber ayudado a los terroristas que quisieron matarlo no ha sido fácil. Pero como las otras víctimas y familiares de los atentados de enero de 2015 en París contra la revista satírica Charlie Hebdo, contra una agente de policía y contra el supermercado judío Hyper Cacher en el que trabajaba, en los que murieron 17 personas, este joven de origen maliense lleva cinco años esperando una explicación de lo sucedido. El juicio que comenzó este miércoles en París bajo medidas excepcionales de seguridad —con un Palacio de Justicia totalmente rodeado de policías— podría dar algunas respuestas, o eso esperan Bathily y las 200 personas que se han constituido en acusación particular. Por eso Bathily no quiso perderse la primera jornada y, pese a los malos recuerdos que le despertaron, miró a los ojos a quienes conspiraron, según la acusación, para atacar no solo a personas que tenían una manera de pensar o religión distintas a la de los terroristas, sino que quisieron acabar con pilares de la democracia como son la libertad de expresión y de religión.

“Todo vuelve, ver a los acusados en la sala hace revivir lo que vivimos, es un poco angustioso. No sé ni siquiera cómo definirlos. Hasta mirarlos es duro, muy duro”, reconocía al término de la primera sesión Bathily, que fue calificado como héroe por ayudar a esconderse a varios clientes del supermercado en el que trabajaba como dependiente y que hoy trabaja para la Alcaldía de París. “Demasiadas emociones, es muy duro, muy difícil”, coincidía, conteniendo apenas la emoción, el médico Patrick Pelloux, colaborador de Charlie Hebdo y uno de los primeros que llegaron a la redacción tras la masacre que en la revista dejó 12 muertos, muchos de ellos viejos amigos.

Y eso que la primera jornada ha sido, sobre todo, procedimental. Pero, también, la primera ocasión en que se pudo ver a los 11 de los 14 acusados —tres de ellos siguen fugados y con orden de captura— por diversos grados de complicidad y participación en una organización criminal terrorista. Todos confirmaron su identidad y se declararon dispuestos a responder a las preguntas durante el largo juicio. El fallo, tras 49 días de audiencias, está anunciado para el 10 de noviembre. Las penas que afrontan los acusados, cuya expresión quedaba oculta por la mascarilla obligatoria en todo el tribunal por el coronavirus, van desde la cadena perpetua para uno de los principales inculpados, Ali Riza Polat, a sentencias que oscilan entre los 10 y 20 años.

Una condena será importante, explicaba Bathily, para que las víctimas puedan “pasar página” de una vez. Pero del juicio, en el que declararán 144 testigos y 14 expertos, muchos esperan mucho más.

“Queremos saber cómo y por qué. Cómo se organizó el ataque, y por qué. Las condenas son importantes, claro, pero tienen más bien un valor simbólico, lo importante son las respuestas y la investigación”, afirmaba Philippe Assor, abogado de Hélène Fresnel, pareja del economista y colaborador de Charlie Hebdo Bernard Maris, uno de los ocho miembros de la revista satírica que fallecieron en el ataque del 7 de enero que también acabó con la vida de su director, Charb, o los dibujantes históricos Cabu, Tignous o Wolinski.

“Ellos murieron para que nosotros pudiéramos seguir siendo libres”, afirmó por su parte Richard Malka, abogado de Charlie Hebdo, que este mismo miércoles volvió a publicar las caricaturas de Mahoma que fueron el motivo principal de que la revista fuera masacrada aquel día. Una decisión que constituye “una afirmación muy fuerte de rechazo a la autocensura, de oposición a la intimidación. Es un acto de valentía muy fuerte por parte de una redacción que ha sido diezmada”, valoró el secretario general de Reporteros Sin Fronteras (RSF), Christophe Deloire, que también quiso estar presente en el comienzo de un juicio que “envía una señal al conjunto del mundo de que en un país como Francia, como debería ser en todas partes, no admitimos que la intolerancia religiosa vaya hasta cometer la forma más extrema de la censura, que es el asesinato”.

“Desde el comienzo de la Tercera República, en Francia hay una libertad de blasfemia que está ligada a la libertad de conciencia (…) En Francia, se puede criticar a gobernantes, a un presidente, se puede blasfemar”, recordó la víspera del juicio el presidente francés, Emmanuel Macron, desde Beirut.

Unas palabras más necesarias que nunca. Según una encuesta publicada este miércoles, la gran mayoría de los franceses (88%) condena hasta hoy los atentados (72% entre la población musulmana). También ha aumentado 21 puntos, hasta el 59% respecto a 2006, el porcentaje de quienes defienden la publicación de las caricaturas de Mahoma “en nombre de la libertad de expresión”. Sin embargo, entre los jóvenes ese apoyo desciende sensiblemente. “En 2020, cuando tienes entre 15 y 24 años, la libertad de expresión no constituye visiblemente una prioridad”, escribe la revista sobre los resultados. Algo que, advierte, demuestra que con “covid o no, la educación nacional tiene hoy en día un problema más complicado y explosivo que la distribución de mascarillas y gel hidroalcohólico”.


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