De izquierda a derecha: Gustavo Petro, Roberto Pombo (moderador) Federico Gutiérrez y Sergio Fajardo, durante un debate a finales de enero.

La política en Colombia sigue siendo cosa de hombres

De izquierda a derecha: Gustavo Petro, Roberto Pombo (moderador) Federico Gutiérrez y Sergio Fajardo, durante un debate a finales de enero.
De izquierda a derecha: Gustavo Petro, Roberto Pombo (moderador) Federico Gutiérrez y Sergio Fajardo, durante un debate a finales de enero.Camilo Rozo

Cecilia López es a sus 78 años una de las mujeres que mejor conoce las entretelas del poder colombiano. Licenciada en Economía y con dos postgrados, ha dedicado a la política la mayor parte de su vida. Siempre fue una extraña en un mundo dominado por las élites, las castas y los hombres. Intentó tres veces ser la candidata a la presidencia del Partido Liberal. Y tres veces se estrelló contra una realidad imposible. El último intento fue en 2010, después de convertirse en la senadora estrella por sus debates contra el expresidente Álvaro Uribe. “Ahora sí estoy lista”, pensó. Volvió a equivocarse. “[César] Gaviria [el presidente del Partido Liberal] me cerró las puertas en la nariz”, cuenta ahora. López renunció al partido y abandonó la política.

Una década después de aquel episodio, Colombia vuelve a estar inmersa en otra carrera electoral. En el incierto panorama político nacional solo hay una certeza. El próximo presidente será otra vez un hombre. De los 19 políticos con aspiraciones, solo cuatro son mujeres y tres de ellas ni siquiera tienen posibilidades de formalizar una candidatura, diluidas en coaliciones en las que los hombres lideran las encuestas. Cuando López soñaba a comienzos de los 2000 con torcer la inercia, un reportero le preguntó si aún no se había dado cuenta de que ser senadora era su techo de cristal. Ahora sí lo sabe. “Y hoy es igual”, dice.

La ONU ha alertado en un informe reciente sobre la brecha de género en Colombia que cuando la participación no depende de una decisión administrativa (ley de cuotas) sino del voto popular, las mujeres terminan notablemente infrarrepresentadas. En en plano legal, el país ha hecho avances notables. En el año 2000 se aprobó una ley de cuotas que obliga a que el 30% de los altos cargos públicos deben ser ejercidos por mujeres. De hecho, el actual gabinete de Iván Duque comenzó siendo paritario, aunque hoy hay seis ministras de 18. El pasado mes de diciembre, el Senado aprobó una reforma de la ley electoral que obliga a que las listas de los partidos tengan igualdad de hombres y mujeres, pero a la espera de un pronunciamiento de la Corte Constitucional, necesario para su ratificación, su aplicación depende del compromiso de los partidos. Transparencia por Colombia señaló en diciembre que en las listas preliminares al Congreso las mujeres apenas rebasan el 40%. Un porcentaje que, tras pasar por las urnas, se reduce drásticamente.

Formar parte de una lista no garantiza el acceso al poder. En Colombia la mayor parte de las listas son abiertas, es decir, cada elector escoge a sus candidatos. En la legislatura que está a punto de acabar, de los 270 cargos electos que hay en el Congreso, solo 55 son mujeres, el 19,7%, diez puntos porcentuales menos que la media de América Latina y el Caribe y lejos también de la media a nivel mundial, que es de 24,5%, según datos de 2019 de ONU Mujeres. A nivel territorial, el panorama es similar. En las últimas elecciones se eligieron 132 mujeres alcaldesas, menos del 15% de todas las alcaldías del país.

La politóloga Sandra Borda, después de años en la universidad y ejerciendo como columnista, ha decidido “ponerse en acción”. Es candidata al Senado por el partido recién resucitado Nuevo Liberalismo. “Estoy en una lista cerrada y paritaria que reconoce que existen esas desigualdades, de manera que no nos toca a nosotras salir a conseguir nuestros votos, la gente vota por toda la lista completa. Hay muchos partidos que hacen listas abiertas, claramente en detrimento de nuestra participación, e incluyen mujeres que están directamente vinculadas con políticos hombres: tías, primas, esposas”.

Los partidos tradicionales son uno de los principales escollos. Organizaciones atadas a castas que llevan décadas manejando la política e incluso se legan el poder de padres a hijos, con parentescos y amistades que acaban tejiendo su red a través de todos los organismos del Estado. Sus posibilidades de conseguir financiamiento y control sobre millones de votos es inmenso. Las cuotas a veces se manejan en beneficio propio. “Ahora ponen a las herederas de los clanes políticos del país y cierran el espacio a todas las mujeres que no tienen esos votos de origen”, lamenta López, que ve ahí un grueso techo de cristal para mujeres preparadas para la política, pero sin opciones. “Hay muchas políticas que nos hacen pasar vergüenza, como la presidenta de Congreso [acusada de plagiar su tesis y centro de numerosas polémicas]. ¿Qué es lo que lleva ella? Votos”.

Es estas elecciones al Congreso, por primera vez en la historia del país, se presenta un grupo político feminista. “Vimos que en los partidos no había oportunidades, por eso hicimos nuestro movimiento”, explica Elizabeth Giraldo, cabeza de lista al Senado por Estamos Listas. La candidata denuncia, además de la lógica de los partidos tradicionales, problemas estructurales de fondo a los que desde las esferas del poder no se ha metido mano. Desigualdades económicas: en 2018 el porcentaje de mujeres pobres era un 18% superior al de los hombres. Y desigualdad de roles: las mujeres dedicaban en 2017 algo más de siete horas diarias de media a trabajo doméstico y de cuidados no remunerados frente a poco más de tres horas de media de los hombres.

Giraldo sostiene que pensar solo en nombres con los que llenar las listas o en porcentajes no resuelve el problema de fondo. Ese es el debate que trata de azuzar ahora López desde su lugar como columnista en varios medios. “Mientras no se rompa esa imagen de que nacimos para cuidar, todo lo demás que hagamos lo ven de segunda importancia. Las mujeres cada vez invaden más los espacios académicos y llegan al mercado y las estrangulan, se entiende que su trabajo es cuidar y subsidiar al mundo. Una cosa es el amor filial y otra es la actividad, la responsabilidad del cuidado es una responsabilidad social”, sostiene. Ahí ve ella el “meollo” que impide a las colombianas tener autonomía económica para poder tener poder político.

Falta menos de un mes para que se celebren las consultas en las coaliciones que definirán los candidatos presidenciales. Tres de las cuatro mujeres que actualmente siguen en la carrera presidencial, cuya primera vuelta será el 29 de mayo, no lograrán la candidatura, según todos los sondeos. Quedará Ingrid Betancourt, como aspirante sin coalición del partido Verde Oxígeno, pero apenas supera el 7% en intención de voto. Los políticos cada vez más muestran su incomodidad cuando se les interpela por la ausencia de mujeres. La mayoría se defienden prometiendo que, si ganan, nombrarán una vicepresidenta. Mujeres al número dos.


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