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La política y el empleo del tiempo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en rueda de prensa tras reunirse con Pere Aragonès, 'president' de la Generalitat.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en rueda de prensa tras reunirse con Pere Aragonès, ‘president’ de la Generalitat.David Zorrakino / Europa Press

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Un elogio habitual a los políticos es el dominio de los tiempos. Pero es transitorio: siempre es el tiempo el que nos domina a nosotros.

Si esperas un poco, ves que la mayoría de las cosas urgentes no son tan importantes, decía Amos Tversky. Pero la mayoría de las veces no puedes permitirte ese lujo, especialmente en política. Es difícil discernir, y hay cosas que son urgentes y muy importantes. A menudo para reaccionar postergamos los elementos más desagradables: ya habrá manera de resolver el problema más tarde, quizá surja una ayuda inesperada, o quizá la cosa les caiga a otros. Era una crítica recurrente a la Unión Europea, y la respuesta rápida ante los efectos económicos de la pandemia se presentó como una lección aprendida de la crisis anterior.

Ahora vivimos la escalada vertiginosa del precio de la electricidad: en el seguimiento es como una nueva prima de riesgo, pero sus efectos se sienten de manera más directa. Los Gobiernos buscan maneras de reducir el impacto. Algunas reformas o rediseños no están en mano de los Estados, también hay cosas que solo se pueden corregir a largo y medio plazo. A la vez se necesita una actuación a corto plazo que reduzca el sufrimiento y dé una sensación de acción decidida, en especial frente a empresas que parecen haber heredado el don de gentes de Vlad el Empalador. En este y en otros muchos casos, como el de las pensiones, una de las tentaciones más comunes es aplazar la resolución: por ejemplo, amortiguar la carga de ahora con lo que pagarán los consumidores del futuro.

También es cuestión de tiempo la mesa de negociación entre el Gobierno y la Generalitat. Pocos días después de especular con manifestarse contra una medida que iba a tomar el Gobierno del que forma parte, en lo que ya es una innovación de la política española como las palabras liberal o guerrilla, Esquerra puede presentarse como un partido institucional y sensato frente a Junts y CUP. También beneficia a Sánchez, que puede presumir de un clima más calmado. Como hemos aceptado que la declaración de independencia fue una simulación, un optimista podría pensar que la forma de desactivar la crisis es un simulacro de negociación. Si no, los dos pueden jugar con nuevas alianzas y rupturas, y decir que al menos lo han intentado cuando se levanten de la mesa. Uno de los objetivos, quizá el principal, es ganar tiempo y puede que funcione. Hasta que el tiempo les gane. @gascondaniel


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