Es una queja histórica de las empresas informativas: Google y Facebook llevan años beneficiándose de poder empaquetar y ofrecer enlaces a piezas de periodismo producidas por otras compañías y, mientras tanto, han levantado un duopolio en la publicidad digital, que arrebata los ingresos a esas otras compañías, destrozando la economía del periodismo y dando lugar a miles de despidos en el sector.
El debate ha saltado a la actualidad después de que el Gobierno australiano presentara un proyecto de ley que busca que Facebook y Google compartan sus beneficios con las compañías de medios locales. La legislación, que se espera sea aprobada por el Parlamento en las próximas semanas, exige a las compañías tecnológicas pagar por las noticias que ofrecen en sus plataformas. Las invita a firmar acuerdos individuales con los medios y, si no los alcanzan, obliga a acudir a un mecanismo de arbitraje. Las dos compañías tecnológicas, argumentan los promotores de la iniciativa, se benefician de ofrecer información de calidad. Cuanto más contenido informativo de calidad hay en sus plataformas y cuanto más lo promuevan, menos espacio habrá en ellas para la desinformación y las teorías conspiratorias que minan su reputación en todo el mundo.
La iniciativa australiana ofrece un patrón a estudiar por los países que están planteándose hasta dónde pueden intervenir en el equilibrio entre el poder de Silicon Valley y la soberanía de los parlamentos. Ha elevado el debate sobre la regulación de las grandes tecnológicas a un nuevo nivel, y ha abierto profundas grietas en el sector de Internet. Las dos principales compañías tecnológicas afectadas, Google y Facebook, lucharon con fuerza para combatir la legislación, pero el Gobierno australiano se mantuvo firme. Cuando la legislación ya se convirtió en inevitable, los dos gigantes reaccionaron de maneras opuestas.
Google desveló el miércoles un acuerdo global firmado con News Corp, la compañía de Rupert Murdoch, propietaria de dos terceras partes de los periódicos australianos, así como de importantes cabeceras en Estados Unidos (The Wall Street Journal, The New York Post) y el Reino Unido (The Sun, The Times). Se trata de uno de los varios acuerdos que ha firmado recientemente con diferentes medios de comunicación, cediendo a las demandas de los editores. Murdoch lleva años en esta lucha, y la influencia del magnate australiano en el Gobierno conservador de Scott Morrison es un elemento que explica que el país oceánico esté en la vanguardia de esta lucha. En una nota de prensa, News Corp celebraba su “victoria” en una “cruzada quijotesca”, y defendía que el acuerdo “tendrá un impacto positivo en el periodismo por todo el mundo”.
Facebook, en cambio, anunció horas después que se negaba a entrar. Defendió que la legislación australiana va demasiado lejos, y decidió retirar todos los enlaces a noticias de su plataforma en Australia.
“El proyecto de ley entiende fundamentalmente mal la relación entre nuestra plataforma y los editores que la utilizan para compartir sus contenidos informativos”, escribió en un comunicado William Easton, director adjunto de Facebook para Australia y Nueva Zelanda. “Nos colocó ante una dura elección: intentar cumplir una ley que ignora la realidad de esta relación, o dejar de permitir contenido noticioso en nuestros servicios en Australia. Con dolor de corazón, optamos por lo segundo”.
Facebook ya paga a varios medios por ofrecer sus informaciones en su etiqueta de noticias. Pero lo que quiere el Gobierno conservador australiano es que estos acuerdos no dependan de la voluntad de las compañías, sino que estas estén obligadas por ley a pagar. La idea de que cada país adopte legislaciones semejantes, obligando a negociar con cada editor o atenerse a los precios que cada mecanismo de arbitraje considere justos, inquieta a las tecnológicas.
Durante años, Facebook y Google se han resistido a pagar a los editores, alegando que sus plataformas contribuyen a enviar muchos lectores hacia un periodismo que de otra manera se perdería en las menos visitadas webs de los periódicos. A medida que se intensificaba la crisis en los medios, en contraste con los boyantes resultados de las tecnológicas, se empezó a plantear más en serio la responsabilidad de las plataformas de apoyar financieramente a los creadores de contenidos. Eso, sumado a la necesidad de periodismo de calidad en medio de las críticas por la desinformación que circula en sus plataformas, llevó a Facebook y Google a empezar a pagar, a través de diversos programas de escasa cuantía e impacto, a los medios que les proporcionaban las noticias.
Con su diferente reacción a la iniciativa australiana, los dos gigantes que hasta ahora caminaban de la mano han mostrado la diferente manera en que contemplan al periodismo en sus respectivos negocios. Para Google, que aspira a ser el organizador de la información global, las noticias son un elemento central. Facebook, en cambio, las contempla como solo un elemento más, sumado a las otras fotos, vídeos, memes o textos que comparten los usuarios de la red social. Pero el pulso de poder que ambas compañías han librado con el Gobierno australiano da argumentos a quienes las acusan de prácticas monopolísticas.
Los aspirantes a competidores también toman nota. Microsoft, poseedor con Bing de un pequeño trozo de tarta en el cuasimonopolístico sector de las búsquedas, vio en la resistencia inicial de Google una oportunidad de “combinar los buenos negocios con las buenas causas”, en palabras de su presidente, Brad Smith. Anunciaron que si Google se iba de Australia, ellos se quedarían. “A las 24 horas, Google estaba al teléfono con el primer ministro, diciendo que realmente no se querían ir del país”, explicó Smith en un blog de la compañía.
En la misma entrada de blog, el presidente de Microsoft iba aún más allá y reclamaba acciones similares en su propio país: “Estados Unidos no debería oponerse a una propuesta australiana creativa que fortalezca la democracia requiriendo a las compañas tecnológicas que apoyen a la prensa libre. En lugar de eso, debería copiarla”, dijo.
Las tecnológicas de Silicon Valley se han convertido en gigantes corporativos de un poder insólito, con una profunda influencia en la manera en que se consume y distribuye la información. Son muchos los países que están planteándose el daño que Google, Facebook y otras compañías tecnologías han infligido en su ecosistema de medios. El Gobierno canadiense ha apoyado la iniciativa australiana, y se espera que promueva una legislación semejante en los próximos meses. La iniciativa está siendo observada con extremado interés también en Bruselas, donde las autoridades europeas trabajan en nuevas leyes para regular el sector. Y en Estados Unidos, donde la necesidad de regular a las grandes tecnológicas es uno de los pocos temas que suscitan consenso entre los dos grandes partidos, hay al menos tres investigaciones antimonopolísticas abiertas sobre el impacto de Google y Facebook en los sectores de las noticias y la publicidad.
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