Joao Félix, jugador del Atlético de Madrid, no es el mismo ahora del principio de la temporada. Ni es tan titular como lo era entonces. En las primeras 14 jornadas disponible partió de inicio en nueve, como un hombre prácticamente fijo en los esquemas del técnico; en las once siguientes sólo jugó de inicio cuatro. Fue suplente en siete de esas citas recientes.
Sus números también han decaído. Aunque ya ha superado sus cifras goleadores del primer curso, con diez tantos -siete en la Liga y tres en la Liga de Campeones-, siete de ellas, además de tres asistencias, las concentró en los primeros once encuentros oficiales de la campaña, tanto en la competición nacional como la europea.
Y sólo los tres tantos restantes corresponden al resto de la temporada, a los 22 encuentros que jugó siguientes, sin contar los que fue baja por lesión o sanción, en el desarrollo posterior de una campaña que debería haber sido ya la eclosión completa de un talento como él. A ello apuntó al inicio y de ello se alejó luego.
Su decaída, también en el desborde, en los regates y en el fútbol incontestable que ofreció unas cuantas veces al inicio de este ejercicio, por ejemplo en el 6-1 al Granada, en el 1-3 al Osasuna, en el 4-0 al Cádiz o en el 3-2 al Salzburgo, y que sólo han sido esporádicos después, incide en el equipo, como una de las variadas claves que explican el actual bajón del Atlético, al que le quedan nueve jornadas para ser o no campeón de LaLiga Santander.
También le resta el mismo tiempo a Joao Félix para demostrar todo lo que es más que todo lo que puede ser. Por ahora, ha sido más visible lo segundo que lo primero, aunque también ha habido demostraciones estupendas de todas sus tremendas cualidades, hasta allá por diciembre, cuando su equipo era un líder incontestable. Hoy está en duda, igual que él, ante un examen definitivo.
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