La producción de comida desboca las emisiones de un potente gas de efecto invernadero


El cultivo de arroz en tierras anegadas genera el 9% de las emisiones anuales de metano antrópico.

Ahora que los políticos se habían comprometido a frenar las emisiones de dióxido de carbono (CO2). Ahora que la economía había demostrado que podía crecer sin emitir más cantidad de este gas de efecto invernadero. Ahora que la sociedad global había logrado que durante tres años consecutivos el CO2 emitido no creciera. Es ahora cuando casi un centenar de científicos publican un estudio donde muestran que la liberación explosiva de otro gas, el metano (CH4), en la atmósfera amenaza con desbaratar todo lo que se ha hecho contra el cambio climático.

El metano es, junto al CO2 y el óxido de nitrógeno, uno de los principales gases de efecto invernadero. Aunque el dióxido de carbono es el culpable del 80% del calentamiento global, el metano atrapa 28 veces más calor (lo que los climatólogos llaman forzamiento radiativo). Por fortuna su concentración en la atmósfera es mucho menor. Mientras que la del CO2 superó el año pasado las 400 partes por millón de unidades de aire (ppm), el CH4 alcanzó las 1.834 pero por cada mil millones (ppmm).

El problema es que el informe Balance Mundial del Metano 2016, recién publicado, desvela que después de años de estabilización de las emisiones de metano, desde hace una década no han dejado de crecer, lo que está provocando su mayor concentración atmosférica. Si hasta 2006 la subida era de apenas 0,5 ppmm al año, en 2015 el ritmo de aumento de la concentración del gas fue 20 veces mayor. En total, desde 2012 han sido liberados a la atmósfera unos 558 millones de toneladas de metano anuales. Es tanta cantidad que el ciclo natural de retirada del gas ya no puede absorberlo.

“La estabilización que hemos visto en los últimos tres años de las emisiones de CO2 es radicalmente diferente del reciente y rápido aumento del metano”, dice el profesor de geología de la Universidad de Stanford (EE UU) y coautor del informe, Robert Jackson. El trabajo, en el que han participado unos 90 investigadores de 50 instituciones, es uno de los mayores esfuerzos hechos hasta ahora para conocer cuánto metano hay en la atmósfera, qué cantidad extra se añade cada año y de dónde viene tanto gas.

La producción de comida es responsable de un tercio de las emisiones humanas de metano

La respuesta a tantas preguntas es clave para anticipar cómo será el clima en 2100. El Acuerdo de París apostaba por una progresiva reducción de las emisiones de CO2, más intensa y rápida en función del desarrollo de cada país. Solo así, se podría aspirar a mantener la ya inevitable subida de la temperatura en torno a los 1,5º (objetivo optimista) o al menos por debajo de los 2º. El problema es que en París no se habló de metano. Y si la concentración de este gas en el aire supera las 1.900 ppmm, la reducción de las emisiones de CO2 se vería neutralizada por el potente efecto invernadero del CH4.

Los autores de este estudio, cuya versión resumida publica la revista Environmental Research Letters, sostienen que con tanto metano en la atmósfera, ninguno de los escenarios climáticos más optimistas sería factible. “Si queremos mantenernos por debajo de los 2º de subida, no podemos seguir este camino y necesitamos cambiar de rumbo ya”, comenta la investigadora de la Universidad de Versalles San Quintín (Francia) y coautora del estudio, Marielle Saunois.

Sin embargo, los datos complican ese cambio de rumbo. De los 558 millones de toneladas de metano emitidas cada año, el 60,8% se deben a actividades humanas y el resto son de origen natural (humedales, termitas, metano geológico…) Un tercio de las emisiones antrópicas procede de la ganadería y, en concreto, del sistema digestivo de los 2.500 millones de cabezas de ganado que, entre vacas, ovejas y cabras, alimentan a media humanidad. Y son millones de humanos los que dependen del arroz para subsistir. Los arrozales son responsables de otro 9% del metano que cada año llega a la atmósfera.

Otras fuentes humanas de metano, como la gestión de basura y aguas residuales (un 18% de las emisiones antrópicas) o la producción y la distribución de combustibles fósiles (un 34%) podrían ser reducidas con el concurso de la tecnología. Pero reducir la parte generada en la producción de comida podría afectar a la seguridad y la soberanía alimentaria de muchas regiones. De hecho, como muestra este estudio, la ganadería y la agricultura son dos de los responsables del actual incremento de las emisiones.

El reparto regional del metano es otro de los datos más llamativos de este balance. La emisión de CO2 aparece correlacionada con la riqueza: cuanto más rico o desarrollado es un país, mayor emisión per cápita de CO2. Con las emisiones de metano la cosa casi se invierte: el 64% del metano emitido tanto natural como antrópico sale de territorios situados al sur del paralelo 30º Norte. En concreto, las grandes áreas emisoras son África, América del Sur y el sur de Asia. Muchos de los países de estas regiones ya necesitaban de la ayuda internacional para mitigar el impacto de las emisiones de CO2 que no producían. Ahora tendrán que buscar cómo reducir las suyas, las de metano.

Las regiones tropicales son los principales emisores de metano tanto natural como humano

“El mayor problema es que a los países, en especial los más pobres, no les interesa complicar algo ya complicado para ellos: asegurar que producen suficiente comida para toda su población”, recuerda el director del Global Carbon Project, impulsor del estudio, Pep Canadell. Para este investigador catalán del CSIRO (Australia) y también coautor del trabajo, aunque el metano amenaza con debilitar la lucha contra el cambio climático, el problema podría convertirse en oportunidad: “La gran cualidad del metano es que solo dura 10 años en la atmósfera, por tanto, todo lo que hagamos para reducir el metano tendrá un efecto casi inmediato en el clima”.


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