La propaganda de una ‘Cigarra de Otoño’

La Roma perbene (Roma de bien) vivió un auténtico terremoto social en 2013. Lo provocó la historia de dos adolescentes de 14 y 15 años, de la alta burguesía que de día acudían a uno de los institutos más prestigiosos de la ciudad y de noche se prostituían con políticos, abogados, empresarios, médicos y deportistas de renombre, instigadas, además por la madre de una de ellas. Fue el colmo de la obscenidad. Un suceso que sacudió a una sociedad que estaba acostumbrada a ver de todo en las portadas de los periódicos, entre asesinatos, atentados, mafia, corrupción, trapicheos de toda naturaleza y devaneos varios de la clase dirigente, pero que nunca había contemplado algo semejante. Su repercusión fue tal que saltó los confines locales y dejó poso en todo el país.

El desembarco en Netflix hace dos años de Baby, una serie de ficción inspirada en el suceso, volvió a abrir la caja de los truenos. Llegó con polémica, incluso antes de su estreno, dentro y fuera de las fronteras del país transalpino. El Centro de Explotación Sexual de Estados Unidos llegó a acusar a la plataforma de “producir un espectáculo que glorifica el tráfico sexual de menores y darle la vuelta como entretenimiento vanguardista” y pidió que se cancelara la producción inmediatamente. “Es el no va más de la hipocresía”, clamaron.

El pasado otoño se estrenó la segunda temporada, con gran acogida, –fue de las series más vistas de la plataforma en Italia– y la tercera se espera para septiembre. Queda claro que la ficción se inspira en el escabroso suceso, pero evita entrar en reproducciones y prácticamente nada más despegar y hechas las presentaciones en el primer capítulo, la trama empieza a transitar por otros derroteros, para adentrarse más en los dramas juveniles. De ahí la inevitable comparación con Élite y la alta popularidad de la que goza entre los más jóvenes, un público poco atendido en una Italia envejecida.

La prostitución se toca de forma marginal en la serie, dirigida por Andrea De Sica y Anna Negri, y apenas ocupa espacio en el mundo de las protagonistas, sobre todo en la primera temporada. En la segunda entrega sí se explora el universo que empujó a las menores a prostituirse, más como un acto de rebelión e inconsciencia o para captar la atención de sus padres, porque ninguna necesitaba realmente el dinero, y tampoco lo hacía por gusto. Retrata también más a fondo la búsqueda desesperada del amor, de emociones, dentro y fuera de la familia y esa atracción incontrolable por el lado oscuro.

No fue solo la edad de las muchachas lo que despertó la fascinación por el caso, sino el resto de ingredientes, que conforman un combo perfecto de morbo y horror: personajes respetables del mundo de la política, el deporte o la medicina que pagan a menores a cambio de sexo en el acomodado barrio romano de Parioli, opulencia, desenfreno, cachorros de la alta burguesía, proxenetas en traje y corbata, madres sin escrúpulos que explotan a sus hijas o recompensas en cocaína. “Se prostituían ante la indiferencia de todos”, incluida la escuela, señala el juez del caso en la sentencia en la que condenó a 10 años de prisión al principal acusado, Mirko Leni, el proxeneta que gestionaba una red de más de 1.000 contactos. “Si no las exploto ahora, ¿cuándo voy a hacerlo?”, dijo él durante el proceso.

La trama se desliga de los argumentos habituales de las ficciones estrella italianas que a menudo se centran en historias de mafia y corrupción. Gira, en ocasiones en exceso, en torno a los estereotipos de insatisfacción crónica e hipocresía de familias ricas y disfuncionales de la Roma de bien, muy lejana de las postales y de la imagen que a menudo la ciudad vende al exterior. Aunque muestra de forma muy edulcorada lo que sucedió en la realidad y evita, en gran medida, al espectador los detalles más crudos de la historia, que el romano de a pie aún conserva en la retina. Como el hecho de que los clientes conocían de antemano claramente la edad de las muchachas o las instigaciones de una de las madres para que su hija continuara prostituyéndose. “Consideraba prioritaria la prostitución al estudio”, apuntó el juez.

También pasa de puntillas por otra deformación de la sociedad romana: la sombra del neofascismo en tantos lugares de la vida pública. En la serie se percibe en ocasiones, como en el rechazo frontal de gran parte de la escuela a un personaje, Fabio, cuando cuenta que es homosexual. En la realidad, la escuela de las jóvenes estaba marcada, como muchos institutos del norte de la capital, por una fuerte presencia de organizaciones estudiantiles que conducen a los principales partidos de ideología fascista del país: Casa Pound y Forza Nuova. Además, una de las jóvenes llevaba un tatuaje que decía “Si vis pacem para bellum” (si quieres paz, prepárate para la guerra), por lo que los investigadores advirtieron que estaban influenciadas también por un ideario de ultraderecha. Paradójicamente, uno de los clientes involucrados fue Mauro Floriani, el entonces marido de Alessandra Mussolini, la nieta del dictador.

El caso destapó un iceberg oculto del que el suceso de Parioli fue solo la punta y que la serie ha vuelto a revolver. El pasado julio la fiscalía de Roma alertó de que cada vez se investigan más casos de prostitución infantil, de menores de 14 años.

Aunque la serie sugiera más cosas de las que muestra, su estreno ha sido suficiente para recordar, no sin cierta incomodidad, que en las cloacas de las sociedades en apariencia más respetables siempre viven monstruos.


Source link