Los ecos de la guerra entre Rusia y Ucrania sondean el ambiente en una Moldavia que recibe a la Real con la mosca sociopolítica detrás de la oreja. Esta república exsoviética vive cerca, y por lo tanto pendiente, de un conflicto que no es ajeno, y sobre el que se han pronunciado. Nada menos que contra el acoso y derribo armado del Kremlin. Las autoridades moldavas prohíben a su aerolínea principal volar en el espacio aéreo ruso; Gazprom, corporación gigantesca, se reservó el derecho a cerrar el grifo del gas a Moldavia si no se ponían al corriente una serie de impagos que persisten desde agosto. Son las últimas tiranteces que amenazan a la tranquilidad de una zona de Europa en la que lo mejor que puede hacer la Real es ir, ganar y volver, acompañada como estará por un puñado de incondicionales que, como siempre hacen allá donde van, predicarán con el ejemplo de la cordura.
La Real se fue ayer a un exilio en toda regla. Es otra forma de descubrir mundo, ese mágico privilegio que permite jugar una competición continental. Hasta los viajes más previsiblemente incómodos, como puede ser este a Chisinau, brindan la oportunidad de coleccionar experiencias. La UEFA determinó en junio que el Sheriff, un anfitrión en el exilio, tenía que ser local en la Europa League en la capital moldava, no en la región a la que pertenecen: Transnistria. De una república independiente y no reconocida, ocupada en su mayoría por rusos, los de Tiraspol se desplazan a la Moldavia que se rebela contra el territorio de Putin. Una ‘repatriación’ retorcida hasta para los cicerones, peligrosa visita para la Real por motivos ancestrales en el fútbol: hay mucho que perder y poco que ganar.
Porque la Real también está descubriendo nuevas sensaciones, al presentarse en la tercera jornada de la Europa League como líder y principal acreedora a sellar cuanto antes la clasificación. El error de la expedición sería excederse en la carga de autoconfianza contra un Sheriff que le endosó tres goles al Omonia y que tampoco es que vendiera muy barata su piel contra el Manchester United (0-2 en el Zimbru Stadium de Chisinau). El escalofrío que recorrió por el cuerpo de la Real en la ajustada victoria sobre la perita en dulce chipriota en Anoeta debiera ser una lección.
Pablo Marín, debut en la lista
La convocatoria de 23 miembros que voló a Chisinau vía Foronda está mediatizada por las siete bajas que tiene la Real: Zubeldia, Barrenetxea, Oyarzabal, Cho, Gorosabel, Le Normand y Sadiq. La plaga estrecha el margen de cualquier revolución que pudiera planear hacer Imanol.
El entrenador, en todo caso, introducirá cambios en la alineación, como es habitual en su proceder cuando la Europa League se intercala en el calendario de la Liga. Sola entrará por Gorosabel en el lateral derecho y puede que Rico oxigene a Aihen en el otro costado. Aritz y Pacheco son los únicos centrales disponibles del primer equipo. Arambarri viajó de reserva.
El hecho de que Zubimendi entrara a última hora en la lista después de haber estado entre algodones redundará en que Illarramendi le pueda reemplazar en medio y Alguacil también apunta a dosificar a Silva, en beneficio de Turrientes o Guevara. Kubo y Sorloth aspiran a repetir como la dupla que viene tres partidos marcando las diferencias, con alguna opción para Karrikaburu. La gran novedad en la convocatoria fue Pablo Marín, medio riojano del Sanse, que se estrena con el primer equipo.
Reminiscencias de un milagro
La Real busca afianzarse en el liderato contra el cabeza visible del fútbol moldavo. El dueño del primer puesto de la liga, un Sheriff que pasó a ser célebre hace un año gracias a una gesta que a la Real se le hace familiar: ganar en el Bernabéu.
Apenas quedan reminiscencias de aquel milagro en el Sheriff, que ha cambiado de entrenador, a media plantilla y hasta le han exiliado de su tierra para jugar la Europa League. A descubrir mundo en tierra de nadie.