La receta del ascenso de Los Verdes alemanes: centrismo y clima

La candidata a canciller de Los Verdes, Annalena Baerbock, el pasado abril en Berlín.
La candidata a canciller de Los Verdes, Annalena Baerbock, el pasado abril en Berlín.Getty

Como si las encuestas no dieran suficientes pistas, los líderes de los dos partidos mayoritarios en Alemania se han encargado en los últimos días de señalar a quién temen, cuál es el enemigo a batir en las próximas elecciones generales de septiembre, las primeras en 16 años a las que no se presenta Angela Merkel. Criticando su falta de experiencia de gestión, magnificando cada intrascendente desliz, están contribuyendo a colocar a Annalena Baerbock, la candidata de Los Verdes, a la cabeza de la carrera electoral.

Quizá solo se dejen llevar por la corriente. La líder ecologista, de 40 años, acapara portadas, es tema de conversación en las tertulias políticas, da entrevistas que se analizan al microscopio. ¿Con quién pactará? ¿Qué incluirá en su programa electoral, ahora solo un borrador? ¿Aguantará el tirón de los sondeos? El auge de Los Verdes inquieta a conservadores (CDU y su partido hermano bávaro, CSU) y socialdemócratas (SPD) —que gobiernan en coalición—, ambos de capa caída, y fascina a los analistas. El partido triplica en intención de voto los sufragios que consiguió en las últimas elecciones, en 2017, y por primera vez supera de manera sostenida al partido de Merkel. ¿Tendrá Alemania una canciller verde?

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Varios factores explican el fenómeno que ha convertido a Los Verdes en el partido de moda. Svenja, Johanna y Eva, tres amigas en la treintena que comparten una botella de vino rosado sentadas en un banco en el parque Hasenheide –la hostelería lleva cerrada en Berlín desde noviembre pasado-, lo explican a su manera, que coincide en buena medida con el análisis de los expertos. “Me considero de izquierdas, pero no me siento representada por el SPD. Me parece un partido antiguo. Tampoco por Die Linke [La Izquierda], demasiado radical”, dice Johanna, que trabaja en una consultoría y vive en Kreuzberg, un distrito berlinés donde Los Verdes siempre han sacado buenos resultados. La diferencia es que ahora ya no se dirigen a la clase urbana, de izquierdas, joven y de cierto nivel socioeconómico que componía –a grandes rasgos- el grueso de su electorado. Van a por el centro, ese inmenso contenedor de millones de votos que deciden las elecciones.

La pandemia desplazó al cambio climático de las principales preocupaciones de los alemanes, pero con el avance de la vacunación se abren otros horizontes. Ahora el reto es reactivar la economía, digitalizar y modernizar el país y avanzar en el recorte de emisiones de gases de efecto invernadero. Lo que proponen Los Verdes. Su empuje (alrededor del 27% de los votos, con la CDU de Merkel en el 24% y el SPD en el 15%) obliga a los otros partidos a reaccionar. El Gobierno de Merkel ha aprobado endurecer la Ley de Cambio Climático apenas 15 días después de que el Tribunal Constitucional la tumbara en una sentencia histórica. Entre otras cosas, adelanta cinco años el objetivo de huella de carbono cero a 2045 y sitúa a Alemania a la cabeza de la UE en ambición climática.

Pero el ecologismo explica solo una parte del éxito de Los Verdes, que beben de la crisis de los partidos tradicionales. Su intención de voto procede tanto de los democristianos de Merkel como de los socialdemócratas, algo más de los segundos, señala Peter Matuschek, investigador del instituto demoscópico Forsa. “Desde 2017, Los Verdes han cambiado hacia un mayor pragmatismo”, asegura. De ser un partido muy ideologizado, que durante años albergó dos corrientes enfrentadas –los fundis (fundamentalistas) y los realos (moderados y pragmáticos)-, ha pasado a ser una formación “cohesionada y pacificada y con un liderazgo fuerte y estable”, señala Matuschek. Ni el SPD ni la unión de CDU y CSU están consiguiendo conectar con esa gran parte del electorado que no piensa en categorías de izquierda o derecha. De ese hueco se aprovechan Los Verdes. “Si siguen así podrían ser el nuevo partido de centro que los otros han dejado de ser”, afirma.

El centro fue el que le dio las victorias a Angela Merkel, coincide Franco delle Donne, doctor en Comunicación Política por la Universidad Libre de Berlín, que cree que si la canciller se postulara de nuevo, volvería a ganar. Pero los conservadores ya no tienen a Merkel, sino a Armin Laschet, de 60 años, presidente del Estado de Renania del Norte-Westfalia y líder de un partido que el mes pasado aireó en público su disputa para elegir candidato y que arrastra escándalos recientes de cobro de comisiones. Los socialdemócratas cuentan con Olaf Scholz, de 62 años, ministro de Finanzas de Merkel, que tampoco goza de tirón popular.

La ciudadanía parece confiar en Baerbock pese a que no la ha conocido como ministra o presidenta regional. El último barómetro de Forsa preguntó con qué político estaría el país “en buenas manos”. Merkel obtuvo un 63%. Entre los candidatos, Baerbock, con un 51% aparece la primera. Scholz sacó un 42%. Laschet, un 37%. “Los Verdes han elegido muy bien. A igual popularidad de sus líderes [Baerbock copreside el partido desde 2018 con Robert Habeck], presentan un contrapeso a los otros dos candidatos, señores mayores que presumen de experiencia política”, señala Matuschek. Quizá no tenerla, venir de fuera, sea lo que la beneficie, añade. El reto para Los Verdes es no cometer errores, hablar en positivo —”las campañas en negativo no funcionan en Alemania”, dice el experto— y huir de propuestas extremas. No salirse del centro.

“Laschet y Scholz son el statu quo”, asegura Sven Giegold, miembro de Los Verdes y eurodiputado. “La sociedad percibe el cambio climático como el principal problema, a pesar de la pandemia, y sus partidos no han sabido abordarlo”, afirma. Baerbock, a la que describe como “muy talentosa e inteligente”, ofrece cambio pero desde un mensaje positivo. “Aunque procedemos de los movimientos sociales, somos un partido antipopulista”, asegura, y se distancia de formaciones como Podemos en España. “No hemos perdido el idealismo, pero lo hemos combinado con el realismo y con llegar a acuerdos y conseguir que los proyectos salgan adelante”. En un país acostumbrado a las coaliciones, Los Verdes forman parte de 11 de los 16 Gobiernos regionales, donde tienen 40 consejeros. En la política federal han sido “oposición constructiva”, subraya Giegold. Sin sus votos en el Bundesrat, la Cámara territorial, “muchas leyes importantes no se habrían aprobado”, asegura.

El ejemplo del ‘barón verde’ Kretschmann

Si lo ha conseguido Winfried Kretschmann en Baden-Württemberg durante más de 10 años, ¿por qué no van a poder Los Verdes liderar una coalición a nivel federal? El ejemplo de Kretschmann, que ganó sus terceras elecciones regionales en marzo pasado, sale frecuentemente a colación estos días cuando se habla de posibles acuerdos de gobierno en Berlín. El antiguo profesor de Biología, de 72 años, es el primer y único presidente de un Estado federado alemán de Los Verdes. En la primera legislatura, el socio menor fue el SPD. En la segunda, la CDU, con la que repite ahora. Kretschmann, que ha sabido combinar el ecologismo con la defensa de los intereses económicos, es el caso de éxito más destacado de la formación. A nivel federal, la única responsabilidad de Gobierno de Los Verdes fue la coalición con los socialdemócratas de Gerhard Schröder entre 1998 y 2005. El líder ecologista Joshka Fischer fue ministro de Exteriores y vicecanciller.


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