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La redolarización de Cuba



La convivencia entre el inmovilismo político y la liberalización económica de Cuba, con la legalización del emprendimiento privado en el sector de los servicios como principal avance, es complicada, pero más difícil resulta todavía salir de la dualidad monetaria sin quebrantos económicos y sociales. La cohabitación del depreciado peso nacional y el peso convertible (CUC), anclado al dólar, fue un mal necesario para afrontar la devastación del trienio 1990-93, pero la doble circulación complica hoy el pago de salarios y pensiones, la contabilidad empresarial, las inversiones y el acceso de los cubanos al consumo. Lejos de haber conseguido la unificación, las autoridades han fraccionado nuevamente el sistema autorizando operaciones con el peso, el CUC y el dólar en 70 mercados y establecimientos. Objetivo: captar las divisas que necesitan con urgencia.
La dualidad fue una herramienta para sobrevivir en el mundo capitalista tras el derrumbe de la URSS y la desaparición del comercio subsidiado con los países comunistas del CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica). Conseguida la prórroga, Cuba no saldrá de la transitoriedad y los déficits sin aceptar los riesgos de reformas institucionales y estructurales que acarrearán paro, restricciones y agravios comparativos. Con la información disponible, la parcial dolarización de la economía pretende evitar la informal importación de mercancías que los emprendedores privados compran en Estados Unidos, España o Panamá.
Se trata de conseguir que las divisas se recauden y gasten en territorio nacional. El objetivo es a corto plazo: aumentar la liquidez potenciando tiendas bien surtidas que cobrarán con tarjetas de crédito y divisas, pero no CUC. Se abre la caja de Pandora a la dolarización de la economía porque empresas estatales y trabajadores querrán salarios en dólares, y los inversores extranjeros operar con divisas en el mercado cubano, según anticipa Pavel Vidal, que fue analista del Banco Central de Cuba.
El bajonazo de la ayuda venezolana y el estancamiento de la economía han agravado los sufrimientos de la población apetecidos por EE UU para intentar el colapso de la isla endureciendo las leyes del embargo. Trump insiste en un castigo que desde 1961 causa empobrecimiento, emigración, enroque gubernamental y represión interna. La isla sobrevivirá al asilvestrado inquilino de la Casa Blanca, pero solo saldrá del enredo monetario con una revolución dentro de la revolución, asumiendo que la prosperidad, incluida la perduración de los éxitos en sanidad y educación, exige el tránsito hacia la economía no estatal y el realismo. Improbable el sometimiento a la brava, convendría reconducir las políticas de cooperación. El aislamiento estadounidense y la posición común de la UE fracasaron. Las necesidades de Cuba cambiaron y son acuciantes. Reformas aperturistas rechazadas hace decenios por La Habana bien pudieran ser renegociadas y aceptadas hoy.
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