El supuesto objetivo europeo también acepta matices. Pareciera como si unos cuantos se hubieran quedado instalados en el 2012, cuando el Athletic de Bielsa alcanzaba la final de la Europa League y los rojiblancos entraban en las quinielas. Cuando un relajo prolongado en la Liga, una serie de eliminatorias con la vuelta en San Mamés y una eliminación traumática del United en una fase de grupos de la Champions sumaron para la vuelta del Athletic a una final continental.
De aquellas opciones para el título nada queda a día de hoy. Clubes de Champions han copado las finales y los títulos de la segunda división europea, dificultando las siempre remotas opciones de los clasificados en previas con más ilusión que realismo. Chelsea y United se han repartido tres, mientras que una etapa dorada del Sevilla y una más para el Atlético de
Simeone
fracasado en Champions completan el reciente cuadro de honor.
Desde entonces, y sin desmerecer a finalistas del postín de Benfica, Liverpool, Ajax, Marsella o Arsenal; las opciones del Athletic en la pedrea europea han vuelto a menguar, como en la antigua UEFA, en una competición que castiga en exceso por su interminable calendario y premia en escaso a quienes alcanzan las rondas finales superando a los descartados VIP de la Champions.
Repasar algunas resacas europeas rojiblancas nos reconecta con pasajes de angustia en la Liga. Es probable que cada cual haya reflexionado sobre motivos y causas. Por eso, quizás sea más relevante terminar de regenerar una plantilla inmersa en una larga etapa de sustituciones y rescisiones, mucho antes de enfrentarse a la desagradable rutina del desgaste y las rotaciones que casi nunca convencen. El nuevo formato ni es rentable si caes antes de tiempo, ni ilusiona con sus carteles random de los grupos.
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