La retirada de los estímulos monetarios, más rápida de lo anunciado inicialmente ante la crecida de la inflación, y la subida de los tipos de interés en Estados Unidos empieza a hacer mella en el bloque emergente. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha llamado este lunes a los países de renta media a “prepararse” para el cambio de tono de la Reserva Federal y para “posibles episodios de turbulencia económica”. “El sentimiento ha variado y las perspectivas en estos mercados son más inciertas”, escriben tres economistas del organismo, Stephan Danninger, Kenneth Kang y Hélène Poirson, en una entrada en la bitácora del Fondo, un foro que el ente utiliza recurrentemente para enviar mensajes a navegantes. “La deuda pública ha crecido en casi 10 puntos porcentuales desde 2019″, subrayan” “y, contrariamente a lo que sucede en EE UU, la recuperación de su economía y de sus mercados de trabajo está siendo menos robusta”.
En las últimas semanas, la entrada de capitales en los países de renta media y baja se ha frenado en seco, según los últimos datos del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas inglés, una suerte de patronal mundial de la banca), Siempre con el fantasma de fondo del taper tantrum, el tecnicismo que alude a la estampida inversora ocasionada en 2013 por el endurecimiento de la política monetaria de la primera potencia mundial y cuya mera escucha provoca sudores fríos en las capitales del mundo en desarrollo. “Una Reserva Federal más hawkish [favorable al endurecimiento de la política monetaria] es un problema para los emergentes y uno de los mayores riesgos en nuestro análisis”, sintetiza Jose Pérez Gorozpe, jefe de análisis de la calificadora S&P para este grupo de países.
Antes que el FMI, la voz de alarma sobre la debilidad de los emergentes ante este cambio de escenario había sido el Banco de Pagos Internacionales (BPI, el coordinador de los institutos emisores de todo el mundo), que en su último pase de revista a la situación de los mercados a escala global posaba su mirada sobre el encarecimiento de la financiación de estos países. El ente con sede en Basilea (Suiza) apuntaba, además, la paulatina pérdida de valor de sus monedas respecto a un dólar cada día más fuerte, lo que “revela preocupaciones sobre sus perspectivas económicas, contribuye al endurecimiento [de las condiciones financieras] y añade presión sobre la inflación”.
El patrón histórico no falla: a medida que el dólar sube, la llegada de dinero fresco a los emergentes se resiente. La fortaleza del billete verde es un problema particularmente preocupante para los países más endeudados en moneda extranjera. Son, sobre todo, los más pobres, que tienen menos opciones de emitir bonos en moneda nacional y se ven obligados a endeudarse en divisa fuerte como última opción posible. “La deuda denominada en moneda local va a poder ser licuada vía inflación, y eso es un beneficio que estos países no tenían en 2013. Pero las deudas denominadas en dólares van a subir, creando un problema adicional”, apunta por teléfono Jonathan Fortun, economista del IIF.
Los paralelismos con 2013 son inevitables. Pero hay, sin embargo, algunos elementos importantes que diferencian el momento actual del de entonces. “Es cierto que los países en desarrollo están más endeudados, pero también lo es que la Reserva Federal va a ser mucho más cauta y que la influencia de China —para bien o para mal— es mucho mayor que entonces. Además, el aumento de precios de las materias primas pone a los exportadores de commodities en una situación mejor que hace nueve años”, subraya Lourdes Casanova, directora del Instituto de Mercados Emergentes de la Universidad de Cornell (Nueva York). Más que la Fed, a Casanova le preocupa el dólar fuerte: “Es una mala noticia para estos países, porque hace que los fondos huyan del riesgo y se acerquen a los activos seguros en EE UU”.
Conoce en profundidad todas las caras de la moneda.
Suscríbete
También Fortun ve algunas notas positivas. “La Reserva Federal, a diferencia de en 2013 está siendo más clara a la hora de comunicar, lo va haciendo más gradual que entonces. La estrategia de comunicación está siendo mucho mejor y más clara”, valora. Además, dice, sus bancos centrales se han anticipado a la Fed: para detener evitar la salida de capitales, detener la depreciación de sus monedas y frenar la escalada de la inflación, más de la mitad de los grandes países del bloque ha subido los tipos de interés desde la primavera, según el último recuento de la patronal bancaria mundial. Y las remesas siguen sorprendiendo al alza mes tras mes, “salvando a muchos de estos países —como India, Bangladés, México, El Salvador— al tapar el hueco de otros flujos que no han llegado”, remarca en referencia al turismo y las exportaciones. El problema, apostilla el economista del IIF, es que los fundamentales económicos de los países en desarrollo son “más complicados que en el taper tantrum: la parte fiscal está peor, y eso arrastra los flujos de capital”.
Hablar de los emergentes como si de un grupo monolítico, sin embargo, abona el terreno para el error. Hace ya tiempo que China, con unas credenciales propias de estabilidad y alto crecimiento, quedó virtualmente fuera de esa denominación. Y entre el resto, las diferencias son enormes: México se encuentra en un lugar intermedio y Rusia —aupada por el auge de las materias primas, el petróleo y el gas natural— o Vietnam, por citar dos casos, lo tienen mucho mejor que Argentina, Brasil, Sudáfrica o Turquía.
Este último es el caso más preocupante, por su rápido empeoramiento en los últimos meses, por la espiral inflacionista en las que está inmersa y porque rema a contracorriente: en vez de subir el precio del dinero, su banco central ha seguido bajándolo. “De por sí era un país con muchas debilidades y ahora es el de mayor riesgo del bloque, junto con Argentina”, cierra Pérez Gorozpe, de S&P.